En los pueblos de Los Ancares, el tiempo parece haberse detenido, a lo que ha contribuido considerablemente que se trate de un lugar que durante mucho tiempo ha estado perdido en los mapas. Esta sierra de siempre fue uno de los principales obstáculos para la comunicación con Galicia, en lucha con el clima invernal. Por algo era uno de los puntos elegidos para que se reunieran las «meigas» gallegas. Aislados durante siglos, hoy los accesos han mejorado y han dejado de ser solo pistas forestales.
Los Ancares solamente tienen dos entradas, que no se comunican por carretera entre sí. La primera por Villafranca del Bierzo y la otra por Vega de Espinareda. Tomamos esta última a la que se llega por Ponferrada (un consejo: dada su relativamente difícil accesibilidad se debe tener el depósito de gasolina lleno antes de entrar).
Vega de Espinareda conserva las ruinas del monasterio de San Andrés, un puente romano y un barrio viejo. También la llamada Fuente de la Vida que lleva manando agua siglos. La carretera sube hasta llegar al Alto de la Cruz y el primer pueblo con el que nos encontramos es Candín, cabeza del valle, que es nudo de caminos.Luego el viajero se encuentra con aldeas olvidadas como Pereda de Ancares donde todavía hay «teitadores», que eran los encargados de teitar (techar las pallozas con paja). El siguiente lugar es Tejedo, que conserva un antiguo molino y está rodeado de castaños, carballos (robles) y olmos que el otoño enrojece. En el río es fácil ver pescadores, pues sigue siendo zona truchera.En una pequeña desviación a la izquierda, tras curvas y curvas, surge uno de los pueblos más interesantes de toda la zona: Balouta que, de lejos, da la impresión de ser una de esas aldeas galas de los cómics de Astérix y Obélix.Aquí quedan todavía pallozas que muchos consideran no han cambiado gran cosa desde el Neolítico. Son de planta circular o elíptica, y están hechas con piedras y lajas, con sólo una puerta (a veces es la única apertura) y el techo de paja de centeno, sujeto con cinchos en forma de red para evitar que los vendavales lo arranquen. La localidad fue mucho tiempo titular de periódico todos los años: «Balouta incomunicada por la nieve». Cuentan que hasta bien entrados los años 70 los lobos bajaban aullando hasta el pueblo.El oso también recorría la sierra y de ello son muestras las colmenas protegidas por altas cercas de piedra para que estos no las destrozasen. Algunos ancianos todavía cuentan cómo utilizaban la grasa del animal para combatir el reuma.Muy cerca de aquí queda Suarbol, que es el último pueblo perteneciente a León. Su antiguo nombre era Ambasaguas por juntarse aquí dos ríos, pero la clásica aparición de la Virgen bajo un árbol fue la causa del cambio de nombre. Conserva una importante iglesia porticada y casonas, en una de las cuales hay curiosos idolillos de piedra empotrados en la pared. En el cercano pueblo de Donis, en 1873, los vecinos se negaron a pagar impuestos y declararon la República Independiente de Los Ancares, de efímera existencia ya que la Guardia Civil acabó disolviéndola.
Después viene Piornedo, ya en Lugo, con las pallozas mejor conservadas de todos Los Ancares (ha sido declarado paraje pintoresco). Es el símbolo de Los Ancares. Más allá queda Doiras, con un pequeño castillo del siglo XV, cuya puerta se abre a cuatro metros del suelo.
Con una flora natural poco dañada por el hombre, Los Ancares son lugares idóneos para realizar senderismo, así como los deportes de pesca (sobre todo truchas) y caza (perdiz y jabalí). Hay numerosos castros, además del castillo de Doiras, y se puede practicar espeleología en las cuevas de La Mora y A Meiga.
Un plato que comparten León y Galicia es la famosa empanada. De su antigüedad habla el hecho de que esté representada en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela. Se diferencian en la grasa empleada (aceite, manteca de cerdo...) o en la masa (trigo, maíz o centeno). El relleno es principalmente de carne o embutido, aunque acepta también pescados.
Es corriente encontrarse por estas tierras leonesas, sujetas a las puertas de las casas, pequeñas placas antiguas, de cerámica o metálicas, en la que está dibujado o grabado el Sagrado Corazón de Jesús con la frase: «Bendeciré esta casa». Se tratan de una variedad de los famosos «Detente», que eran pequeñas imágenes que las gentes llevaban para su protección.
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11/10/2019
Actualizado a
11/10/2019
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