Los personajes del tío Ful: Laura de Miguel, teclista en Clan Zero

Le llaman Campanilla por la felicidad que irradia, incluso ahora que planeaba otro verano disfrutando al máximo con su orquesta y su sueño se ha quedado en tierra

Fulgencio Fernández
30/05/2020
 Actualizado a 30/05/2020
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No hay mejor entrevistada para tiempos de crisis que Laura de Miguel pues por nada del mundo está dispuesta a quitar de su cara la sonrisa que la convirtió en Campanilla y la felicidad «de quienes tenemos el enorme privilegio de poder dedicarnos a lo que más nos gusta; y yo soy de esas, pues me hace feliz estar sobre el escenario, a mi bola, con mis teclados, dándolo todo... Fíjate si me entrego que este año estaba ensayando bailes, que soy un pato para el baile, pero...».

Laura lleva tres años como teclista de uno de los grupos más reconocidos de León, Clan Zero, con el que se le presentaba un verano intenso ya que «teníamos prácticamente firmado todo el verano, ya teníamos fechas incluso en marzo, pero...».

- Pero al paro, o al ERTE...
- Cierto, pero te aseguro que me fastidia mucho más no poder hacer lo que más me gusta que no poder trabajar. Esto será pasajero, volveremos a tocar, a las verbenas... pero este verano ya tiene muy mala pinta. Tanto que yo me he buscado otro curro, «temporal, por supuesto».

Explica Laura que su destino tenía que ser la música —pese a que también es licenciada en Derecho y LADE— pues «mi padre es un melómano empedernido, nos despertaba con música y yo estudié la carrera de piano en el Conservatorio de Salamanca. «Fue muy curioso, tenía una amiga que cuando iba a su casa se ponía a tocar el piano y yo dije, ‘yo también quiero hacer eso’, y convencí a mis padres con el compromiso de que me lo iba a tomar en serio. Y con 9 años, que ya es algo tarde, comencé... y aquí estoy». Después llegó el salto a las orquestas. «Primero estuve en un grupo pop, después me fui de Erasmus a Lisboa y al regreso comencé a tocar en orquestas y me dije esto es lo mío. Y lo es, disfruto mucho».

Disfruta tanto viendo bailar —«lo que sea, rock o pasodobles»— como escuchando a Bruce Springsteen o Dire Straits. O viviendo su personal filosofía: «¿El límite? El cielo».
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