Los personajes del tío Ful: Honorino, de Maraña

Como tantos en Maraña creció entre la nieve, convivió con ella y se convirtió en un gran esquiador y monitor de esquí en unos tiempos en los que hacían de todo

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
08/07/2023
 Actualizado a 31/07/2023

Llegamos a Maraña un día de cierto revuelo ganadero por unas vacas acuchilladas, lo que acarrea que todos crean al ver el coche del periódico que nos lleva al pueblo este hecho. La tranquilidad del entrañable Josu y su bar se impone pronto y llega Honorino, como tantos vecinos antiguo esquiador, y de eso, y la vida en este pueblo, queremos hablar. Mucho más agradable.

Lo de saber esquiar en Maraña era más que un deporte, era una necesidad, desde niños íbamos a la escuela esquiando, o sacábamos a un enfermo entre la nieve sobre unas escaleras "De aquí salieron los mejores esquiadores de una época, y era lógico. En Maraña esquiar no era un deporte o una afición, era la vida diaria, desde niños íbamos a la escuela en unos esquís que nos hacían en casa primero y después ya nos apañábamos nosotros, de madera de tonel les decíamos, muy rústicos... por eso cuando nos poníamos unos ‘de verdad’, de esquiador, con ataduras, aquello ya era coser y cantar", explica Honorino, quien recuerda la vida diaria en el pueblo conviviendo con la nieve y combatiendo el aislamiento esquiando. "Pasábamos muchos días aislados y si había que salir a sacar un enfermo o cosas así pues se hacía, entre todos ¡Cuántos enfermos sacamos sobre unas escaleras que nos hacían de camillas!".

Y aquella forma de vivir entre la nieve produjo grandes campeones de esquí, se llegó a hablar de ‘los invencibles’ de Maraña, y en muchos casos una forma de vida que era un complemento a la economía ganadera de la mayor parte de ellos, también de Honorino. "Yo saqué todos los títulos y fui monitor de esquí, de la Escuela Española, estuve nueve años en la Sierra de Madrid, allí fui profesor de las hijas del Rey ‘de entonces’, hasta que me rescataron y vine para San Isidro, donde estuve 16 años".

Pero no solo era monitor, muchas veces tuvo que participar en rescates o misiones que obligaban a entrar en pueblos aislados. "Recuerdo una vez, por San José, que fuimos a sacar a unos chavales aislados en Canseco, después me tuve que quedar en Redipollos y me llamaron para otro rescate en San Isidro, con 70 aislados y uno con un tobillo roto... muchas así, llegué a llevar un ataúd atado a la espalda para un muerto en un pueblo incomunicado".

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