Literatura que bebe de la vida

Beatriz Berrocal compagina su vida profesional como enfermera con su pasión irrefrenable que desde niña siente por la escritura

Mercedes G. Rojo
28/01/2020
 Actualizado a 28/01/2020
La escritora Beatriz Berrocal.
La escritora Beatriz Berrocal.
Conocí a Beatriz Berrocal (Benavente, 1968) ya hace algunos años, cuando mi actividad cultural se desarrollaba en Astorga. Ya tenía en su haber una interesante producción literaria que iba construyendo paralelamente a su profesión, afincada en León, donde había construido su familia y donde sigue desarrollando profesión y literatura.

Como tantos otros, su lugar de nacencia fue un accidente buscado. Con un padre ferroviario que pasó por diversos destinos, decidieron «nacerla», en casa de sus abuelos «porque entonces no se iba a los hospitales para tener los niños, se nacían en casa», una casa en la que solo llegó a pasar los veranos infantiles, pero que la llenaron de «recuerdos imborrables, personas importantes y momentos que, sin saberlo entonces, dieron lugar a parte del equipaje que después se lleva por el viaje de la vida», ahí en la raya entre León y Zamora, en pleno corazón del viejo reino leonés; recuerdos, experiencias (algunos buenos otros malos) que se unieron a los del resto de lugares en los que transcurrieron su infancia y juventud: Venta de Baños, Santander o Zamora.

Berrocal compagina su vida profesional como enfermera con la pasión irrefrenable que desde niña siente por la escritura, una pasión que le ha permitido publicar casi una veintena de libros que navegan entre el público infantil, el juvenil y el adulto; sin miedo a recorrer caminos escabrosos a través de los cuales regalarnos su visión de la migración, la violencia de género, la anorexia, el acoso escolar, la falta de autoestima…; con protagonistas entre los que cobra especial fuerza la mujer o/y los adolescentes…, quienes más sufren las situaciones más difíciles de la vida. Reconoce que por este viaje literario tempranamente emprendido (aunque su primera publicación llegó en 2004 –con la juvenil ‘Memorias de Tristán Saldaña’, entonces de la mano de Editorial Everest y hoy de la Editorial Algar– ya contaba en su haber con diversos relatos para adultos), además de una imprescindible afición a la lectura, le ha ayudado mucho su profesión que la ha enseñado a escuchar, faceta importante de la enfermería «que no cura enfermedades pero ayuda a sobrellevarlas», matiza. Y es que Beatriz, a quien escribir la ayuda a vivir con esa necesidad que no puede evitar, se alimenta de las «mil» historias que continuamente surgen a su alrededor, que se instalan en su cabeza buscando el momento ideal para salir a la luz desde su corazón. «Muchas, las reales, hay que suavizarlas porque si no parecen demasiado surrealistas» –dice–, dejan en mantilla a muchas otras imaginarias; y es que con su trabajo «he aprendido a escuchar incluso lo que no se cuenta, lo que se deduce, lo que se adivina en una mirada, en un brillo de ojos y hasta en un silencio».

Recuerdo que su primer libro que me llegó fue ‘Al Norte del Norte’, un libro a cuya protagonista pone voz Kamía, una niña refugiada de Sierra Leona, imprescindible para comprender una realidad a la que se critica fácilmente desde la ignorancia y que deberíamos releer con frecuencia. Luego vendría ‘Cosa mía’, una escalofriante denuncia de la violencia machista que sorprende contada desde la voz del agresor a quien, sin embargo, no deja ser el protagonista «no se lo he permitido, porque desde su silencio, la auténtica protagonista es ella». Entre medias y después muchos otros, con temas diferentes, para diversos públicos, pero siempre con una cercanía de lenguaje que centra el punto de atención en lo que realmente quiere contarnos.

Consciente de que «la sociedad actual está saturada de decepciones, (..) con mucha más información negativa de la que podemos asimilar» que nos ha llevado a establecer como mecanismo de defensa un orden de prioridades en el que lo más importante es trabajar y poder comer, Beatriz Berrocal sigue mirando con optimismo al futuro, y en esa literatura con la que afronta temas sobre los que hay que detener la mirada no falta un halo de esperanza, a veces incluso una cierta veta de humor con la que consigue arrancarnos una sonrisa porque «vendrán tiempos mejores, pero mientras tanto hay que vivir lo que tenemos».

Además de sus múltiples publicaciones, podemos encontrar una parte de esa Beatriz Berrocal que nos debería resultar imprescindible en sus blogs y en su propia página web que destaca como «un pequeño paseo por mis andanzas literarias, diferentes unas de otras en cuanto a contenido, pero iguales en cuanto a ilusiones depositadas en ellas, emociones al verlas en manos de los lectores, y enseñanzas que voy guardando de cada experienca, porque está claro que nunca se termina de aprender». Con libros publicados que han llegado con buen éxito a lugares tan lejanos como China (‘Muna’, por ej.) y múltiples premios y reconocimientos en su haber literario, Beatriz Berrocal es además promotora de iniciativas culturales como el Proyecto Nomelibro o el Premio Literario Manuel Berrocal Domínguez de Literatura juvenil, en el que los textos a concurso –escritos por adultos– son juzgados por estudiantes de 13-14 años.
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