Leyenda de Leopoldo María Panero

Bruno Marcos reflexiona sobre la leyenda que rodea al poeta fallecido en 2014 a propósito de la aparición de una nueva publicación

Bruno Marcos
07/11/2020
 Actualizado a 07/11/2020
Leopoldo María Panero en un fotograma de la película ‘Después de tantos años’ (1994) del director Ricardo Franco.
Leopoldo María Panero en un fotograma de la película ‘Después de tantos años’ (1994) del director Ricardo Franco.
Decía Roberto Bolaño hace años que Leopoldo María Panero era uno de los tres mejores poetas vivos de España pero que en una ocasión había pasado miedo en unos encuentros literarios en los que empezaron a llegar sus seguidores que parecían recién salidos de un manicomio. Y el problema, explicaba el chileno, estaba en que no sólo parecían locos sino también asesinos. Se imaginaba que alguno de ellos, en un momento dado, se iba a levantar en el patio de butacas con un revólver y gritar «Yo maté a Leopoldo María Panero», después de descerrajarle cuatro tiros al poeta y, de paso, otro a él.

Aparece ahora póstumamente una obra suya desconocida, inédita: ‘La mentira es una flor’. Aunque en los últimos años de su vida su estado de salud fue extremadamente malo van saliendo, por arte de magia, escritos de ese espacio confuso que fue su existencia. Asegura su editor que se trata de un libro de verdad, completo, unitario, que no son unas hojas hechas con «despojos y versos sobreros». Demasiadas explicaciones sobre un poeta que para él fue más todavía que para Bolaño: el más inteligente de España.

Van seis años de la muerte de Leopoldo y, como le ocurre a todos los escritores cuando desaparecen, se han quedado sus libros solos, defendiéndose como pueden. Los versos de Panero, solitarios, sin su amo, van teniendo menos alma que cuando él estaba. Sin su cuerpo maltrecho y su voz más que rota, sin su boca abierta como al abismo y sus ojos hundidos en lo mismo, sin sus rotundas conclusiones universales extraídas de hechos biográficos puntuales, sin sus comparecencias con decenas de cocacolas y sus evasiones continuas al cuarto de baño, sin sus afirmaciones sobre que la CIA quería asesinarle… puede ser que nos encontremos con simples palabras huérfanas, desvaríos inconexos, obsesiones repetitivas, citas encriptadas, solipsismos…

Si son los fans que viera Bolaño, un tanto aterrado, los que siguen comprando sus libros, los libros que Leopoldo escribe después de muerto, seguramente el tiro de gracia del olvido lo reciba al extinguirse estos, esa turba de perfectos lectores de poesía que parecen locos recién salidos del manicomio y, a la vez, asesinos dispuestos a matar a su ídolo.

Se equivoca el editor al notarlo de inteligente o Bolaño como uno de los tres mejores poetas vivos de la España de entonces, Panero no necesita ser inteligente, ni que sus versos sean del todo buenos porque si tiene alguna oportunidad de sobrevivir después de muerto es como leyenda, leyenda de poeta loco o de loco poeta. A poeta le ganarán muchos, a loco otros tantos, pero a las dos cosas juntas pocos. En la leyenda la literatura es sólo una parte. La literatura arma el cuerpo de la leyenda y la adorna, tiene que ser buena, es necesaria, pero luego, cuando la leyenda ya está creada, no es lo más importante, lo importante es el todo. Puede sonar a barbaridad, pero es posible que Leopoldo María Panero sea el poeta con más posibilidades de convertirse en una leyenda desde Lorca.
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