Al entrar en mi casa, se ven libros por todos los lados. Quizá porque soy un poco desordenada, pero también porque son como un habitante más de la casa y ocupan su espacio por derecho propio. Ahora mismo están por ahí un par de ellos que me acaba de dejar una amiga, seguramente porque le han encantado y quiere compartir conmigo ese goce indescriptible que proporciona una buena lectura.
Encima de la mesilla de noche suelo tener un par de ellos más. Estos son de alto voltaje, uno siempre de poesía y otro de cuentos cortos. El de poesía de este momento es de Francisca Aguirre y lo tengo hecho polvo porque lo dejé olvidado en la huerta y vivió algunas jornadas de fresco rocío entre sus páginas abiertas de par en par.
Luego está el del club de lectura; ese lo tengo siempre encima de la mesa de trabajo. Marco con un lápiz las ideas que más me interesan, busco entre líneas las claves que amasan los sentimientos que me va despertando y se anteponen, investidos de pura magia, justo a la siguiente acción de un personaje singular, como los habitantes de la España rural.
También, a medida que voy leyendo, voy pensando en mis compañeras y compañeros del club: “Ya verás cuando menganita lea esto” o “Mira, mira, justo esto fue de lo que habló fulanito en el anterior encuentro”. Quizá la peculiaridad de un club de lectura rural sea esa, la cercanía de sus miembros que, además de la lectura, comparten un destino rural.
Mi pueblo, Castro del Condado, es un pueblo tan pequeño que nuestros vecinos empiezan la frase con un “hasta en Castro…”. Ahora dicen: “Hasta en Castro tienen club de lectura”. ¡Y claro que lo tenemos!, se llama Lecturas en la Laguna porque también tenemos laguna, monte y un horizonte impresionante con la Cordillera Cantábrica.
En Lecturas en la Laguna hace tiempo que sabemos que no estamos solas. Nos interrelacionamos con otros clubs de lectura: Boñar, Barrillos, Sabero y pronto con el de Villaturiel. De vez en cuando hablamos del BiblioBus y de su fantástica labor en las zonas rurales, una de las pocas pruebas de que “los de los pueblos” aún no hemos sido olvidados. También de la red de bibliotecas de Castilla y León.
El pasado 6 de septiembre nos convocaron a todos los clubes de lectura rurales a un encuentro en Gordoncillo, organizado por el Instituto Leonés de Cultura (ILC) y la Asociación Cultural “Los Oteros-La Vega”.
Han intervenido Roberto Soto (ILC), María Antonia Moreno Mulas (promoción de la lectura), y representantes de clubes de Sahagún, Astorga, Centro Penitenciario de León y Pinilla.
Durante la tarde comentamos la novela Dice la sangre con su autor Rubén Abella, en una cita que reunió a casi 200 personas.
La maestra de ceremonias fue Emma Rosa Posada García (Canal 8 León). También participaron Beatriz Abellanas y Javier Alonso Ponga, con una organización impecable.
Nos vemos el año que viene. Con renovados bríos. Con la certeza de que somos comunidad y que no estamos solas, solos.