Leoncio Álvarez, todo un león de León

Por Ramiro Pinto

28/04/2025
 Actualizado a 28/04/2025
Imagen de archivo de Leoncio Álvarez, a la derecha, cuando era un niño.
Imagen de archivo de Leoncio Álvarez, a la derecha, cuando era un niño.

Este domingo, 27 de abril, de 2025, murió Leoncio Álvarez Álvarez, natural del pueblo La Puerta, que quedó bajo las aguas del embalse de Riaño. Un hombre apasionado que no dejó de luchar contra los despropósitos y atentados a su tierra, defendiendo profundamente los derechos humanos. Especialmente en el mundo rural sobre el que citaba al historiador Arnold J. Toynbee: “Las civilizaciones nacen en los pueblos y mueren en las ciudades”.

Llevó el compromiso como bandera de su vivir, y luchó por mejorar la existencia en el campo, para que sus habitantes no se vieran abocados a la desaparición de su modo de vida. Creó el año 1971 la Escuela de Formación Profesional Agraria en Gradefes – León, desde donde impartía una pedagogía alternativa para que los jóvenes se pudieran desarrollar en su tierra. Trabajó junto a su pareja M.ª Luisa, con Nino, agricultor de Gradefes y Doralina, maestra. Consideró el deporte esencial para educar en la disciplina y el tesón, en especial dando importancia a la Lucha Leonesa. El mural que estaba en la fachada del colegio resumía su visión de la enseñanza con tres palabras: “Participación, Ecodesarrollo, Paz”. Lo cual lleva a una visión crítica, fomentar intervenir en la vida pública empezando por hacerlo en las clases, de manera que se evitara el caciquismo como mal endémico de los núcleos pequeños de población que ha formado la mentalidad de nuestra provincia y otras. También extendió esta forma de entender la libertad enfrentándose al caciquismo sindical campesino, lo que le llevó a ser señalado como “radical” y cortaron todas las ayudas que le correspondían, hasta hacer que cerrase el colegio el año 1987 para ser demolido años después de manera que no quedaran vestigios de aquella historia. Vemos cómo aquel empeño por acabar con unos planteamientos necesarios han llevado a lo que se conoce hoy en día como la “España vaciada”, que él decía que no, que es la España abandonada, y que se diseñó a propósito para disponer de las tierras para el negocio y la especulación por parte de las grandes empresas.

Julio Llamazares junto a Leoncio Álvarez.
Julio Llamazares junto a Leoncio Álvarez.

Con él se va un trozo de la historia de nuestra provincia, un pedazo de autenticidad, una manera de hablar y de recordar, como cuando uncía la pareja de vacas, Paloma y la Cachorra, de su vecino Celestino. Poncho, como le llamaban en el pueblo, nunca olvidó cómo iban solas al establo. O en su lenguaje llamaba a la Cachorra la vaca santa. Otras con nombre propio que formaban parte de las familias: La Airosa, la Leonesa. O cuando contaba de la tía Modesta, abuela de su amigo Toño el de Amparo, a su vez tía de Nato y madre del tío Eusebio, el Cardenal, que fue el último constructor de rabeles y rabelista, al que la tía Modesta acompañaba con canciones al compás también de la pandereta.

Escribió en revistas de la gente como El Pastor de las Veceras (tierras comunales para cuidar ovejas), siempre con la intención crítica que ha definido su quehacer “arreando libertades, deteniendo ignorancias”. Luchó contra el montaje de la Vieja del Monte, que convierte el alma de los pueblos de la montaña en un consumismo infecto, una figura mítica que vivió en su infancia, en los montes de Hormas, donde iban a recibir a sus parientes y vecinos al volver de los prados, de cortar leña y recoger los trambos (restos de roble caídos), para meter la mano en los zurrones y coger el pan de la Vieja del Monte, al comienzo del verano y del otoño, ¡jamás en Navidad! Veían ronchar las ramas en los carros y podaban los caloños (ramas) para dar a las ovejas y otras para prender las hogueras. Denunció la falta de respeto usar esa figura porque insulta el alma rural, y más cuando se hace ver en una “cueva” previo pago de un viaje en barco sobre la memoria de los antepasados. Aquel pan le hizo rememorar siempre un sabor especial, era un sentimiento, una esencia de su mundo.

El año 2018 denunció en el pueblo Villardefrades – Valladolid, adonde se fue a vivir tras jubilarse de la Universidad laboral de Gijón, que talasen un árbol por capricho, porque sí, porque le apeteció al cacique de turno. Treinta años antes, en el pueblo de Gradefes realizó la primera denuncia contra la imposición de mantener los crucifijos en las aulas. Con su labor permanente dinamizó los encuentros sobre la paz, el ecologismo, el mundo rural, el cooperativismo, la pedagogía participativa celebrados en León y en otros lugares siendo el colegio rural de Gradefes un referente en toda España. ¿Quiénes se acuerdan?

Ha dejado un legado de orgullo y dignidad, de un tiempo de lucha, de asambleas, de crítica social, que se diluye en los nuevos tiempos, que desaparece en las pantallas que destruyen la conciencia social. Pero como dice el poeta Antonio Machado, son las huellas el camino. De esta manera el recuerdo de quienes mueren está en la memoria de los vivos, que dijo Cicerón.

Hoy brindaremos, los que quedamos de aquel mundo de pasión y lucha, ¡por Leoncio!, todo un león de León.

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