
La tarde se conjuró para arropar el acto y el sol de justicia que se temía se quedó a la sombra de la Catedral quedando el Claustro en una agradable temperatura. Bajo la dirección protocolaria de Sofcaple y la música de la Coral del Císter de Sandoval se reunieron en torno a sus fueros los leoneses. Tomaron la palabra el alcalde, el vicepresidente de la Diputación, Nicanor Sen y un representante de la Universidad de León, José Luis Chamosa, socio a su vez de la asociación organizadora.
Defendieron tanto el valor histórico de los fueros como su vigencia en muchos aspectos mil años después; reivindicaron que no se olvidara que nacieron en León: «Es el más antiguo y el más relevante», afirmó Díez para añadir que debemos sentirnos «orgullosos y conscientes de lo que hicieron nuestros antepasados»; Sen recordó que los Fueros de León son «el poso sobre el que se cimentaron nuestros derechos» y todos pidieron atención a los capítulos que se iban a leer.
Representantes de todos los estamentos de la sociedad leyeron siguiendo la estela del anfitrión, el deán de la Catedral, Manuel Pérez Recio. Hubo profesores —Maurilio Pérez, César García, Hermenegildo López, Arvizu, que leyó en latín, Rosa Rabadán o Ricardo Chao—; alcaldes y concejales como Sen, Pellitero, María Villagrasa (Santovenia), Alejandro Barrera (Villadangos), Paula Conde (Sahagún); leoneses que viven lejos, como JuanPacho o la periodista Laura Garrido; Cascón, director del Coro; empresarios como Agustín Risueño, Miguel Pérez, Beatriz Alves, Maxi Díez o Chus el del Benito, a quien tocó leer preceptos de vinateros.
Artistas como Amancio o la pianista Begoña González, médicos (Rosario Castro), arquitectas (Cristina Izquierdo), policías (Miguel Ángel Llorente), el pendonero Ramón Ignacio, el dulzainero Tolo Cardeñoso, el maestro Antón Basagoiti, las entrañables alumnas Triana Borjas y Lucía Laia; la defensora de lo leonés Alicia Valmaseda, entre otros. Curiosamente solamente no acudió a la llamada preceptiva el notario, lo que despertó ciertas sonrisas por la profesión del ausente... tal vez si hubieran convocado a un agricultor, estos jamás faltan a su cita.
En fin, sólo era la anécdota de una tarde de sábado hace mil años.