Lala Isla: "Descubrí que mis familiares no fueron víctimas sino verdugos"

La escritora leonesa residente en Londres, hija de dos familias burguesas de Astorga y La Bañeza, indaga en sus memorias en la verdad de una guerra que nunca le contaron pues, le decían, "aquí no pasó nada"

Fulgencio Fernández
11/05/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Lala Isla, autora del libro, en la ciudad de Londres donde reside.
Lala Isla, autora del libro, en la ciudad de Londres donde reside.
La Biblioteca Pública (a las 19.30 horas) acoge este viernes la presentación de un libro que va a levantar ampollas en La Bañeza y Astorga o, cuando menos, no va a dejar indiferente a nadie. Se titula ‘Las rendijas de la desmemoria’ (editorial Lobo Sapiens) y en él su autora, Lala Isla, repasa de forma autobiográfica la historia de su familia: «La familia de mi padre y la de mi madre eran muy de derechas, la de mi padre mucho más, falangistas, camisas viejas, y en casa yo siempre había escuchado una frase: ‘Aquí no pasó nada durante la guerra’». Y con ese convencimiento creció.

La vida la fue llevando lejos de Astorga, primero a Barcelona, después a Madrid donde estudió Antropología y desde 1977 vive en Londres, donde acude con frecuencia a los seminarios de historia de Paul Preston, con quien traba amistad y que le ha escrito un jugoso prólogo para este libro que hoy presenta. La propia Lala Isla cuenta cómo decidió escribir estas memorias. «Yo vivía instalada en aquel ‘aquí no pasó nada’ familiar pero hace 8 ó 9 años leí una pequeña nota en El País que decía: ‘Astorga pide a Garzón abrir su fosa’ y me quedé espantada ¿Cómo una fosa, si no pasó nada? y empecé a venir a Astorga, donde no había regresado desde que tenía 18 años, y ya empezaron a surgir historias que me llevaron a tirar del hilo. Un ponente de un seminario de Preston era de Zamora y nos habló de la guerra en su tierra y le pregunté por la fosa de Astorga y me puso en contacto con Emilio Silva y éste me habló de José Cabañas, al que le dije que me hablara de mi familia sin tapujos... Seguí el hilo y descubrí que mi familia no habían sido víctimas, sino verdugos. Llegué a la conclusión de que Astorga había sido un centro de represión importantísimo».

Entrevistó a todo el mundo que aún vivía, incluidos sus padres y otros familiares. También se encontró con Mercedes Unzeta, que investigaba el caso de las llamadas monjas mártires de Astorga asesinadas en Somiedo, ya que es sobrina de una de ellas. «Mi madre era enfermera y también estuvo allí, hasta el punto que le tocaba el turno siguiente; es decir, podría haber muerto, yo no existiría. Y ahí también descubrí, a través de un miliciano que me dio su contacto Cabañas, la gran mentira que se contó, cómo se montó una leyenda del martirologio político-religioso, apoyada en el relato de Concha Espina en Princesas del Martirio, donde se inventaba una historia en la cual las tres mujeres fueron violadas repetidamente para luego ser fusiladas desnudas. Lo que ocurrió ya era bastante cruel, pues sí que sufrieron una muerte horrible, ametralladas con otros presos por una mujer republicana enloquecida por la muerte de su marido».

El libro relata historias realmente espeluznantes recoge la de «un matrimonio de maestros de Benavente. Fueron asesinados por unos falangistas bañezanos y luego tirados al río Órbigo. Antes de hacerlo, le cortaron un pezón a la mujer y el mismo día uno de los asesinos que lo hizo paseaba por la cárcel con el pezón pinchado en la solapa, recién cortado con la sangre casi fresca». Es sólo uno, hay más, algunos referidos a su propia familia. «He querido hacerlo en primera persona, de mi propia familia, porque así tiene un plus de legitimidad y credibilidad, pero fue muy duro».
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