La ópera del siglo XXI ha presenciado pocos ascensos tan fulgurantes como el de Raphaël Pichon. El francés (1984) aparcó su prometedora carrera como contratenor para empuñar la batuta: en 2005, con apenas 22 años, fundó Ensemble Pygmalion, una orquesta (y coro) de instrumentos de época. Primero especializado en el Barroco y después abierto a otros estilos como el Romanticismo, ha merecido infinidad de premios, ha girado por el mundo y se ha consolidado como conjunto habitual de óperas como Burdeos y Nantes y de los festivales de Aix-en-Provence o de Salzburgo.
En 2022, Ensemble Pygmalion desembarcó en París con ‘Lakmé’, del francés Léo Delibes, estrenada en la Opéra Comique en 1883 y representada allí en más de 1.600 ocasiones. Originalmente se compuso como vehículo de lucimiento para la protagonista, Marie van Zandt, legendaria cantante neoyorquina que ya había estrenado con enorme éxito ‘Mignon’, de Ambroise Thomas. Desde entonces, las mejores sopranos ligeras se han entregado al papel de la sacerdotisa india. Sabine Devieilhe ya lo hizo en 2014 en la capital francesa, punto de inflexión que catapultó su carrera al estrellato, y repetiría en 2022, ahora junto a Pichon, su pareja sentimental.
La soprano de coloratura, nacida en Normandía en 1985, suma una técnica perfecta (agilidad, dicción clara, vibrato) con unas cualidades innatas: timbre cristalino, registro extenso, inteligencia, don para la emoción, manejo de los silencios. El pasado octubre recibió alabanzas unánimes al inaugurar la temporada del Palau de la Música con el ‘Réquiem’ de Mozart. Si el tenor quebequés Frédéric Antoun es elegante y agradable como Gérald, más destaca –en la piel del sacerdote Nilakantha– el barítono francés Stéphane Degout. Nominado al Grammy, impone por su presencia escénica, su emisión rotunda, fraseo, tono amplio, dicción y sentido del personaje.
Este jueves, Cines Van Gogh retransmite a las 20:00 horas una grabación de aquella velada de París. El nuevo montaje lo firma el parisino Laurent Pelly (1962), conocido en las últimas décadas gracias a comedias como ‘La hija del regimiento’ o ‘El turco en Italia’. Sitúa la acción en un lugar imaginario, abstracto, despojado de referencias concretas: podría ser la India, pero también Tailandia o Japón, con esos decorados sencillos de papel propios del teatro nō. Admirador del cine de Fellini, Buñuel y Tati, innova y divierte sin pervertir la esencia de la obra, aporta su habitual color y sentido del movimiento y lanza una crítica al fundamentalismo y a la apropiación cultural.
‘Lakmé’ se trata no solo del único éxito operístico de Delibes (1836-1891), más conocido por sus ballets ‘Coppélia’ (1870) y ‘Sylvia’ (1876), sino también de uno de los mayores exponentes del exotismo musical. Esa moda nació a mediados del siglo XIX, cuando la expansión colonial hizo que el continente europeo entrase en contacto con culturas muy lejanas, y los artistas –en especial los franceses– situasen allí sus obras. Abrieron el camino Bizet, con ‘Los pescadores de perlas’ y ‘Djamileh’, y Gounod con ‘La reina de Saba’; seguirían Massenet con ‘Thaïs’, Saint-Saëns con ‘Sansón y Dalila’ o Ravel con ‘Scheherezade’.
Ninguno de estos compositores –tampoco Delibes– conocía en profundidad la música de Oriente. Pero les atraía su misterio, que se esforzaron en reflejar en sus partituras. El argumento de ‘Lakmé’ narra el trágico amor a primera vista entre la hija de un sacerdote hindú y un militar inglés durante la ocupación británica de la India. Los libretistas Godinet y Gille adaptaron un libro del francés Pierre Loti, a su vez autor de la novela que dio lugar a ‘Madama Butterfly’. Ambos relatos –muy parecidos en su heroína, que se entrega al extranjero y se sacrifica después de que él la abandone– eran autobiográficos: Loti, mujeriego capitán de la Marina, coleccionó amantes indígenas en sus viajes a Tahití, Senegal o Vietnam.
El choque cultural, la tensión religiosa, el deshonor y el sacrificio protagonizan el libreto, pero la música ensalza sobre todo el amor, la nostalgia y la sensualidad. El mejor ejemplo es el ‘Dúo de las flores’, uno de los pasajes más conocidos de todos los tiempos por su uso en la publicidad y el cine. También perduran en el repertorio de soprano la delicada nana del tercer acto y sobre todo el aria de las campanillas, llena de ornamentos y giros propios del bel canto italiano, que influyó a Delibes en su estilo vocal. La orquestación describe el ambiente con escalas modales, de aire fantástico, e instrumentos como el arpa, la flauta y una percusión muy variada.