La otra Hortensia, la que se llevó la torre de Villamañán

El pasado jueves llegó a León una borrasca que traía fuertes rachas de viento y con su nombre soplaba también los recuerdos de los vecinos de esta localidad del sur de León donde otra borrasca homónima en 1984 pilló a la Iglesia con una grúa instalada para arreglar la torre que acabó derribando

T. Giganto
24/01/2021
 Actualizado a 24/01/2021
La grúa había sido instalada precisamente para arreglar la torre. | Imágenes cedidas por SEGUNDO TEJEDOR
La grúa había sido instalada precisamente para arreglar la torre. | Imágenes cedidas por SEGUNDO TEJEDOR
Bella, Filomena, Gaetán, Hortensia y ahora Ignacio. Las borrascas empiezan a formar parte de nuestra memoria con nombres propios. Bella cubrió de nieve el norte de León, Filomena pasó a la historia por dejar tan solo algunos copos en el sur de la provincia y por ser una gran nevada en Madrid, Gaetán llegó sin pena ni gloria, Hortensia sopló fuerte e Ignacio, está por ver. Pero más allá de los nombres queda su huella. Por eso en el sur de León cuando el jueves llegó una borrasca bautizada como Hortense (Hortensia en castellano), caracterizada por el aviso de fuertes rachas de viento, hay quien echó mano de los recuerdos y recordó aquella homónima de octubre de 1984. Pasó arrasando cuanto pilló como si de un huracán furioso se tratara. Y entre lo que encontró a su paso estaba una grúa instalada junto a la Iglesia del Salvador de Villamañán. Tal fue el vendaval de viento que consiguió mover la estructura hasta que esta, dando vueltas, derribó la parte superior de su torre. Precisamente había sido instalada para arreglar una grieta de la que es el emblema del pueblo. Lo que iba a salvarla acabó por derribarla.

Recuerdan en Villamañán que sería sobre las once de la mañana del 4 de octubre de 1984 cuando empezó a soplar fuerte el viento, el mismo que este jueves soplaba a favor de los recuerdos. Cuenta Segundo Tejedor, exalcalde del municipio, guardián de buena parte de su historia y amante de su pueblo, que la grúa se encontraba instalada a una altura más baja que la de la torre, de 47 metros de altura. Al soplar el viento y comenzar esta a moverse dio al traste con su parte superior. Se vino abajo cayendo encima del tejado de la nave, hundiendo buena parte de la techumbre de su zona norte y dañando a su vez «una gran cantidad de tallas instaladas en el coro», según recogió la prensa provincial el martes 9 de octubre de 1984. Contaron las crónicas locales de hace más de 36 años que tres días después del suceso se desplazó hasta Villamañán quien por entonces era el presidente de la Diputación de León, Alberto Pérez Ruiz. Todavía no se habían evaluado los daños ni tasado los arreglos necesarios para la restauración pero ya muchos apuntaban que mínimo harían falta 15 millones de las viejas pesetas. No andaban lejos de lo que finalmente costaría que fueron 14.380.919 pesetas, un gasto que corrió a cargo de la Junta de Castilla y León excepto la reparación de las campanas y la instalación del reloj que fue cosa del Ayuntamiento. La reconstrucción de la torre no fue exactamente idéntica a la que había antes de aquel Hortensia de 1984 dado que el campanario era octogonal y fue reconstruido como cuadrado. Sin importar sus lados, la torre sigue siendo el emblema de los vecinos de Villamañán y una referencia de la capacidad de reconstrucción que tienen en esta localidad del sur de León.

Lo de la borrasca Hortensia fue intenso pero no fue el primer mal que padeció el templo del Salvador en el siglo pasado, que lo empezó con mal pie. «Ya en 1902 cayó un rayó en la torre y provocó un gran incendio», recuerda Segundo. De entre toda la documentación que ha ido recopilando sobre la historia de Villamañán destaca el relato de lo ocurrido entonces por quien fuera el párroco de la villa: «El día 15 de julio de 1902, hora de las cuatro y media de la mañana, una chispa eléctrica cayó en la torre, viéndose salir humo del árbol, lo que demostraba que había fuego en el interior del árbol y las pizarras con que estaba vestido impedían saliera al exterior. El pueblo concurrió al momento para ver si podía impedirse su propagación a la torre».

Tal fue la furia de aquel fuego que cuentan en esas mismas líneas que «el metal de la campana, que pesaría de 500 a 600 kilos, se licuó y desapareció por completo». Los vecinos, con gran premura, sacaron las tallas de la Iglesia para salvarlas de la quema en medio del nerviosismo. El esfuerzo del pueblo por salvar la Iglesia, cuentan, no fue la única intercesión de aquel día en el que, según el cura, «las súplicas de los fieles fueron oídas por el Señor». «El fuego destruyó cuanta madera que había en la torre, durando todo el día, teniendo que quedar por la noche varias personas que voluntariamente se ofrecieron a vigilar, porque aun había fuego en la madera alta de la torre». Pero aquella maltrecha torre volvió a levantarse hasta coronarla con la veleta de la liebre en los años 20 del siglo pasado.

Y no acaban aquí sus males. En el siglo XVIII, recoge Segundo Tejedor según la documentación que ha estudiado, los vecinos que tenían sus casas próximas a la torre de la Iglesia tuvieron que abandonarlas por el riesgo a que esta cayera sobre ellas. Finalmente fue derruida y construida de nuevo por mandato del Obispo de León entre los años 1779 y 1787. Además de sucesivas reparaciones de las maderas podridas por el paso del tiempo, la torre siguió padeciendo las caprichosas inclemencias meteorológicas con el siglo XIX avanzado.

En agosto de 1853 un fuerte pedrisco destruyó las cosechas de Villamañán y produjo daños en la torre. En 1865 fue un fuerte huracán, según los escritos del sacerdote de la época, el que destruyó su cúpula y parte del tejado del templo.

Está así la torre de la Iglesia de Villamañán curtida en mil batallas y forjada de infortunios. Esta borrasca Hortensia poco o nada se pareció a la de hace casi cuatro décadas, pues aunque trajo vientos fuertes, ninguno fue capaz de derribar, por fortuna, ningún elemento patrimonial de León. Con que soplase los recuerdos, basta.
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