En definitiva. Dos olvidados yacimientos de gran importancia historia, presentes ya en la historia de la ciencia con su villamaninita —lo de porqué le pusieron ese nombre es otra historia— y situados a muy pocos kilómetros en línea recta.
Hoy nos detenemos en uno de ellos, la Divina Providencia, de la que, frente al olvido, el tiempo y la naturaleza han hecho una verdadera Mina de las Maravillas, como bien puede verse en las imágenes y el vídeo grabados por Pedro González, de la empresa Guheko, Helena Siero y otros compañeros espeleólogos. Habían entrado en 2019, dejaron instaladas cuerdas y demás y han regresado hace unos días para lo que Pedro llama ‘Triste desinstalación’, nombre que explica: «Desde hace un año teníamos instalada La Providencia para bucear el otoño pasado los niveles inferiores de la mina, inundados desde que los problemas de drenaje obligaron a cerrar la explotación de estos niveles. Me da mucha pena que un lugar así de espectacular y que podría ser un motor dinamizador del turismo de esta zona de la montaña, que se está muriendo de despoblación y falta de recursos, no solo no se aproveche sino que se deje echar a perder».
Y explica los motivos de sus temores, de perder el enorme recurso que debería ser esta mina (y La Profunda), cuando señala, después del nuevo recorrido por sus galerías: «Cualquier año de estos —recordemos que hablamos de 5000 años de historia— las lluvias y la falta de mantenimiento hará que los muros de contención de las escombreras se colapsen y se cierre para siempre el acceso a este lugar increíble, donde apareció por primera vez en el mundo el mineral que lleva el nombre de Villamanín (la villamaninita)». Pero, además de su historia, repara Pedro González en la maravilla que se ha ido formando en su interior: «Los minerales que en épocas lejanas y otras no tanto extraían los mineros de la zona han decorado las paredes y los suelos de la mina como un auténtico museo, es increíble las imágenes que te vas encontrando, las increíbles composiciones que han moldeado las aguas y el cobre —presente en las azuritas, malaquitas o bornita—, la eritrina-annabergita (de cobalto-níquel), la villamaninita...». Y señala: «Los habitantes de los pueblos de esta comarca podría volver a tener una importante fuente de ingresos mostrando este patrimonio único con el que cuentan (aplicable aLa Profunda )». A esta llamada de Pedro para que no se abandone este lugar y se piense en él como un motor de futuro sí responde la Junta Vecinal de Villanueva de Pontedo, en cuyos terrenos se encuentra la mina Divina Providencia. Fernando Valbuena e Idoia Sandoval muestran su predisposición pero también su ‘realidad’, realmente complicada. «Si hay alguna idea para salvar esto aquí la Junta Vecinal de Villanueva de Pontedo está dispuesta a cualquier cosa. Pero la realidad es que estamos solos y somos dos los vecinos que permanecemos todo el año el año en el pueblo». A su vez, reflexionan entre la diferencia por poner en valor un lugar como La Providencia y los ‘proyectos’ que se les están planteando a la comarca, en referencia a los molinos eólicos. «Es lo que nos queda, son estas reservas de la biosfera zonas con tal riqueza paisajística, histórica y tanta biodiversidad de especies de fauna y flora, que resulta impensable que nadie cuerdo proyecte tal atrocidad medioambiental y ecológica».
Parece que hay otras posibilidades.