La fama de los arrieros maragatos como transportistas de pescado tuvo tintes legendariosUn estudio de Antonio Mejide, recogido en el libro citado, desvela que «recorrían las más de 100 leguas que separan las costas gallegas de Madrid en doce jornadas. Añade que en el siglo XVII, las casas reales dejaban en manos de estos arrieros maragatos el envío del pescado, sobre todo en tiempo frío, de octubre a abril. «En casos urgentes, podían entregar los alimentos en cuatro días con un servicio de postas (correos a caballo)».
María Isabel Serrano, por su parte, completa la información con el trayecto más frecuente entre Galicia y Madrid: «Medía más de 100 leguas a Madrid y 109 hasta El Pardo, y venía a ser la ruta postal ‘Carrera de Galicia’ con paradas en Betanzos, Portobelo, Otero del Rey, Hospital de Charmoso, Gallegos, Fuentefría, Piedrafita, Trabadelo, Cacabelos, Molina Seca, Foncebadón, Astorga, La Bañeza, Benavente, Villalpando, Villar de Francos, Val de Tronco, Medina del Campo, Arévalo, Adanero, Villacastín, Guadarrama, Torrelodones, el Val de San Lorenzo y Las Rozas. El final de trayecto, Madrid».

Tiene, por tanto, mucho sentido esta pretensión actual de ese Museo Nacional del Oficio del Pescadero y La Arriería (como se ha visto íntimamente ligados) que quiere ir a Santa Catalina de Somoza y ya ha dado los primeros pasos, según desvelaron desde el Ayuntamiento de Astorga y la Asociación de Empresarios Detallistas de Pescados de Madrid donde la presencia de maragatos es importante, como no podía ser de otra manera, y donde tiene especial relevancia la presencia de Francisco González Villar, que incluso cede una propiedad suya en Santa Catalina para que lo albergue y que, incluso, ya tiene nombre:‘Mil Escamas, Mil Historias’ .
Luciano de Paz
Ya estamos en los siglos XIX y XX, en la Asociación de Empresarios Detallistas de Pescados que en aquella época, fue fundada en 1903, se llamaba Asociación de Minoristas y su fundador ¡cómo no!, fue un maragato: Luciano de Paz, natural de Murias de Rechivaldo y un hombre que se labró un prestigio en la capital de España llegando a ser Diputado en Cortes.
Fueron muchos después los nombres leoneses, maragatos e importantes en este sector. Es de sobra conocido el propietario de las famosas Pescaderías Coruñesas (entre otros negocios), Evaristo García, natural de Combarros y al que tal vez recordando aquellos maragatos que simplemente se daban la mano le gustaba firmar sus frases con ‘Palabra de maragato’, título del libro que recoge su biografía.
También un nombre importante es el ya citado de Francisco González Villar, propietario de La joya del mar, en Pinto, y gran impulsor de este museo.
Luciano de Paz, de Murias de Rechivaldo, fue el fundador de la Asociación de Monoristas en 1903 González Villar, cuenta Esther Alzaya en el digital pinteño Zig Zag, «nació en Santa Catalina de Somoza y desde pequeño se unió al producto de la mar. Con 11 años se vino a Madrid para iniciar la profesión que le define y de la que se siente muy orgulloso, pescadero. En 1980 abre con su mujer, Eva, La Joya del Mar. El éxito de esta pescadería hace que Paco y Eva decidan abrir, en 1997, otra en Valdemoro. ‘Tardé pocos meses en vendérsela a uno de mis empleados, pues este tipo de negocio es muy personal y la nueva pescadería “me exigía abandonar un poco la de Pinto’. Por ello la dejó y dice que Perla del mar sólo puede haber una».
También se cuenta en el libro del Centenario que incluso cuando los pescaderos maragatos llegaban a Madrid tenían sus lugares específicos para hospedarse, como el Mesón de Maragatos en la calle de Segovia. Y testimonios como el de Jesusa Martínez, de 76 años entonces, una mujer en un ‘oficio de hombres’: «Nací en El Ganso. Mi padre, que fue tratadista de ganado, llegó a Madrid para hacerse pescadero con un tío suyo que tenía una pescadería en Argüelles ... Cuando éramos muy pequeños mi madre, que era una mujer valiente, puso una pescadería, pero la dejó porque quería atender mejor a sus hijos. Al terminar la guerra, mi madre y mi hermano pusieron una nueva en la calle de Altamirano, en una banca en la calle, pues hasta 1949 no se construyó el mercado».
¿Quién duda de que el precio del pescado lo marcaba la mar de Astorga?