La madre del monstruo

"Sé que siempre les propongo situarse en el lugar más difícil de la ecuación, pero es ahí cuando la empatía tiene realmente sentido"

Sofía Morán de Paz
04/12/2016
 Actualizado a 19/09/2019
adebate03122016.jpg
adebate03122016.jpg
El 20 de abril de 1999 Eric Harris y Dylan Klebold acudieron a su instituto, el High School Columbine, para ejecutar el plan que llevaban meses preparando. Accedieron al centro armados hasta los dientes, con escopetas, armas semiautomáticas, cuchillos, cócteles molotov y bombas de propano caseras. Y en apenas 49 minutos los dos estudiantes acabaron con la vida de 12 alumnos y un profesor, hirieron a 24 compañeros más, y finalmente se suicidaron.

La masacre tuvo una repercusión y un seguimiento masivo (las imágenes captadas por las cámaras de vigilancia del instituto dieron la vuelta al mundo), acaparando la atención de los medios de comunicación durante meses e inspirando películas y documentales. Fue un suceso que conmocionó al país y al mundo entero. Y el tranquilo pueblo de Columbine (Colorado), quedó marcado para siempre.

Pues bien, 17 años después de aquello, Susan Klebold ha publicado un libro titulado: ‘Balance de una madre: viviendo las secuelas de una tragedia’. Y en contra de lo que puedan imaginar, Susan no es la madre de ninguna de las víctimas, ni de ninguno de los heridos, ni siquiera es la madre de alguno de los estudiantes que vivió el horror pero pudo salir ileso. Ella es la madre de Dylan, uno de los asesinos de Columbine.

Este libro nos permite conocer cómo cambió su vida tras ese 20 de abril, cómo vivió los momentos más tensos del tiroteo, cuando no sabía, ni podía imaginar, que su hijo no era una víctima más (como ella esperaba), sino el chico que estaba disparando a sus propios compañeros. Imaginen lo que debe ser enfrentarse a algo así.

Lo que vino después fue un largo proceso de aceptación y de búsqueda, la necesidad de entender qué le había pasado a su hijo y el porqué de sus acciones (el análisis posterior de su diario destapó que sufría una fuerte depresión con tendencias suicidas).

Susan no lo vio venir, a pesar de que durante la adolescencia Dylan se volvió más introvertido y acomplejado, algo que ella consideró normal. Y se la juzgó por ello, y por todo, convirtiéndose en el blanco perfecto de las críticas y los odios tanto de familiares de víctimas y supervivientes, como de una parte importante de la opinión pública. La gente se preguntaba si ella podía haber hecho algo para evitarlo, y cómo era posible haber educado un monstruo así.

Yo sin embargo me pregunto cuál fue exactamente el pecado de esta madre, ¿es que alguien piensa que su hijo se puede estar convirtiendo en un asesino, cuando lo nota un poco raro? Los enfermos seríamos nosotros si tuviéramos esas sospechas de nuestros hijos.

Porque entender a las víctimas, a aquellos que arrastran secuelas físicas y psicológicas de por vida, a esos padres que perdieron a sus hijos de esa forma tan terrible,(...), es fácil. Pero a pesar de la distancia que puedan sentir con ella, pónganse por un momento en su piel. Sé que siempre les propongo situarse en el lugar más difícil de la ecuación, pero es ahí cuando la empatía tiene realmente sentido. Porque entender a las víctimas, a aquellos que arrastran secuelas físicas y psicológicas de por vida, a esos padres que perdieron a sus hijos de esa forma tan terrible, entender ese dolor, ese resentimiento, e incluso ese odio, es fácil. Es más que fácil, es casi natural.

Acortar la distancia con Susan se hace posible cuando comprendes que pudiste ser tú. Una madre normal en una familia normal. Trabajaba gestionando subvenciones para discapacitados.Su marido era ingeniero y eran unos padres cariñosos y responsables. Porque aquí no hablamos de guetos, de adicciones, de una infancia de abusos, o de todas esas cosas que siempre esperamos oír en este tipo de casos. Y lo esperamos porque es la forma en la que nos sentimos tranquilos y protegidos, creyendo que eso no nos puede pasar a nosotros, que esas cosas terribles sólo les ocurren a otros.

Pero le ocurrió a ella, una madre como cualquier otra, que también perdió a su hijo en la tragedia y que tendrá que vivir el resto de su vida con el hecho de que alguien a quien amó, a quién crió, su hijo, su sangre… fue el monstruo que mató brutalmente a esos chicos.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
Archivado en
Lo más leído