
La conversación es antigua y en el Bar de Tomás (el González) de Casares de Arbas. Hablan de las cosas del pueblo, la peña La Barragana, el viejo molino, el Museo Etnográfico, las casas... "y la ermita, que está algo abandonada pero es muy bonita".- ¿Qué ermita, de dónde?; preguntan los lugareños presentes.- La que está ahí en el medio del pueblo, la de Casares.- Será de quién sea, que dueños tiene, pero de Casares no; en Casares está; informaron.

Pronto se intuía que "algo pasaba" con la ermita y los vecinos lo desvelaron. "La ermita siempre había sido del pueblo pero, por aquellas cosas, se la vendieron a un particular de aquí de la
comarca. Y, ¿qué le iba a mandar? Pues poca cosa y se fue deteriorando poco a poco, pero bastante...", explicaba uno de los miembros de la Junta que aclaró que "andamos en tratos para comprarla porque", decía, "a los que somos de toda la vida de aquínos da una cosa ver que la vendieron...".
Y finalmente la compraron, la
Junta Vecinal que presidía
Benigno Rodríguez, con
Jesús Álvarez y Eloy Álvarez de vocales, lograron comprársela a los tres particulares "por 12.000 euros, que no sabemos si es mucho o poco pero no hicieron mal negocio pues la compraron por unas 70.000 pesetas en total".

Después vinieron las obras. El tejado, fundamental, fue lo más costoso y corrió con ello la propia Junta Vecinal y los vecinos trabajaron de hacendera. "Para el interior colaboró algo el Ayuntamiento de Villamanín". Y ya fue la siguiente Junta, presidida por Tomás González, con Yolanda Martínez y repetía Eloy, quien finalizó las obras y la inauguró, el pasado día de San Roque, que de San Roque se llama la ermita, con asistencia del obispo, concierto de rabel del Jilquerín de Casares, bailes, pastas... y lo habitual en estos casos.

Ahora sí es de Casares, con su Junta Vecinal como titular. Se había pensado en ella —en la época de Benigno— como sede del Museo pero parece que de momento va a permanecer como ermita.
De Casares, eso sí.