Dice la RAE que conciliar consiste en «hacer compatibles dos o más cosas», como aquella broma de conciliar la vida laboral y la vida familiar, pretendiendo salir viva del intento, y sin haber renunciado a demasiadas cosas por el camino.
Han llegado los carnavales y los niños no vuelven al cole hasta el jueves. En comunidades como Andalucía o Cantabria disfrutarán de la llamada semana blanca y no pisarán el aula hasta el próximo lunes. Así que empezamos ya mismo con ‘los juegos de la conciliación: parte I’, malabares, piruetas, ludotecas, y abuelos, sobre todo abuelos.
Abuelos que les cuidan cuando están enfermos, que les recogen del colegio, que les dan la merienda, juegan con ellos, ayudan con los deberes, les llevan al parque, a extraescolares, y que a veces también deben ocuparse de baños y cenas… Y es que, en España, son cada vez más los abuelos que se encargan del cuidado de los nietos, no como algo esporádico, lúdico o puntual, les hablo más bien de actividades diarias y fijas, auténticas jornadas ‘laborales’ que pueden llegar a las 30 horas semanales. Es evidente que hoy en día las abuelas y los abuelos son piezas fundamentales en la estructura de muchas familias.
¿Sabían que en España tenemos la tercera jornada laboral más amplia de la Unión Europea, pero con el menor rendimiento?
Tendemos a confundir el presentismo laboral, el calentar la silla, el hacer más horas que tu compañero… con el hecho de rendir en el trabajo. No se aplican medidas reales que nos ayuden a conciliar, sino todo lo contrario. Jornadas interminables y contratos precarios que no te permiten ni toser. Así que aquello de: «que se ocupen los abuelos» acaba siendo la solución más fácil, y la más económica, a veces es que es la única solución. Si lo piensan bien, al final son ellos, nuestros mayores, los que acaban soportando nuestra falta de conciliación.
Solemos dar por hecho además que ellos siempre están dispuestos, que lo hacen encantados de la vida porque se sienten plenamente recompensados por el tiempo que pasan con los nietos, pero lo cierto es que el motivo principal es ayudarnos a nosotros, a pesar de que muchas veces la carga les pueda resultar excesiva. Y no me extraña, porque cuando yo acuesto al pequeño terremoto después de recogerle del cole, la merienda, los juegos, el baño, la cena, los cuentos, y todo lo que surge por el camino, les aseguro que el cuerpo ya no me da para mucho más.
Es habitual ver cómo muchas abuelas (también abuelos) empiezan poco a poco a reducir su vida social, abandonan tareas y actividades que les gustan pero que han ido dejando de lado por falta de tiempo y de energía. Viven muchas veces a expensas de los horarios que les marcamos y es justo ahí cuando la cosa se complica, cuando al final se sienten atrapados por esas rutinas que ya no les tocan, y que se han convertido en obligaciones diarias. Lo llaman el ‘Síndrome del abuelo esclavo’, y no es más que la acumulación evidente de estrés y ansiedad, generada por esa sobrecarga física y emocional. La sociedad es consciente del problema, pero no se visibiliza lo suficiente porque al final todos damos por hecho que «es lo que toca».
Sin embargo, yo les digo que es fundamental que nos tomemos esto en serio, debemos ser conscientes de la enorme carga que muchas veces les imponemos a padres, madres, suegros y suegras, a veces incluso aprovechando la situación para poder tener nosotros una vida un poco más cómoda.
La solución pasa por el diálogo sincero, por preguntar siempre y no dar nada por sentado. Hablen con ellos, valoren los horarios y todas las opciones posibles en busca de cierto equilibrio, y sobre todo, no se olviden de que la vejez es una etapa de tranquilidad, de tiempo de ocio y descanso, de liberación de cargas… o eso, al menos, es lo que debería ser.
Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
La conciliación no existe, son los abuelos: el síndrome del abuelo esclavo
Por Sofía Morán de Paz
23/02/2020
Actualizado a
23/02/2020

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