La cazadora silenciosa

La gineta es un animal vivaz, nervioso, inteligente, y con una agilidad asombrosa que le permite saltar de un árbol a otro impulsado por sus patas cortas

Javier Valladares
16/08/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Sus hábitos nocturnos y su discreción no hacen nada fácil el observar a la gineta y mucho menos fotografiarla. | JAVIER VALLADARES
Sus hábitos nocturnos y su discreción no hacen nada fácil el observar a la gineta y mucho menos fotografiarla. | JAVIER VALLADARES
La presencia de la gineta en nuestro país es relativamente reciente, aproximadamente 2.000 años. La teoría más extendida es que fue introducida por los romanos o los árabes que las utilizaban como animal de compañía por su facilidad para cazar ratones y otros roedores. A partir de ahí los ejemplares que se escaparon o se abandonaron se reprodujeron en libertad, y se adaptaron perfectamente a nuestro país, siendo considerada como especie autóctona.

La gineta, o jineta, es un carnívoro solitario, de color pardo grisáceo y con multitud de manchas que constituyen su carnet de identidad, ya que no hay dos ginetas con el moteado idéntico.

Es un animal vivaz, nervioso, inteligente, y con una agilidad asombrosa, que le permite saltar de un árbol a otro impulsado por su patas cortas y usando su larga cola de timón.

De hábitos nocturnos y carácter omnívoro, prefiere sobre todo los roedores y otros pequeños vertebrados, aunque es habitual que coma frutas del campo.
Le gusta vivir en sotos de ríos, pinares, y zonas boscosas bastante humanizadas. Visitante asiduo de pajares y desvanes en las zonas rurales, en ocasiones no nos deja dormir con sus carreras detrás de los ratones, o buscando nidos debajo de las tejas.

Mi tía Aida me contaba que la veía cruzar al anochecer de una casa a otra por los cables de la luz en la localidad de La Losilla.

Sin embargo, sus hábitos nocturnos y su discreción no hacen nada fácil el observar a la gineta y mucho menos fotografiarla, pero dado su carácter no tan lejano de animal domestico, no es difícil conseguir con un pequeño soborno en forma de comida hacerla acudir regularmente a un sitio que previamente hayamos preparado al efecto.

Mediante una especie de sensor de movimiento que activa la cámara de fotos y nuestros flashes es posible con mucha paciencia y tras muchos días en blanco conseguir las fotos deseadas de uno de los animales más elegantes de nuestra fauna.

Mi gran amigo Pepe Ureta consiguió un paso más, y es que nuestra amiga gineta acudiera a comer con luz diurna y nos dejara poco a poco acercarnos más, para poder fotografiarla sin utilizar ningún escondite, ni ninguna técnica especial, y poder ver en directo a este bellísimo animal. Para ello estuvo cebándola a diario durante un periodo de 8 meses, días tras día, sin fallar una sola vez. En agradecimiento incluso nos trajo a su descendencia, dos preciosos cachorros, para que les conociéramos.

Después de fotografiarla a plena luz del día, solo me quedaba fotografiarla saltando, foto que acabo de conseguir hace apenas un par de días, gracias a otro buen amigo, Enrique Santos.
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