
Máximo Gómez Rascón lo argumenta señalando que el pintor leonés, miembro de una saga de artistas, representa en la parte superior del cuadro el retrato de Miguel Ángel, sin un texto que lo acredite, y también una corona que se desvía de la obra original y que fue divulgado por un escultor y grabador muy importante de la Italia del siglo XVI llamado Martino Rota. "Posiblemente entonces, aunque el pintor estuviera en Italia, el Cabildo le encargó hacer este retablo sobre uno de esos grabados que estaban muy divulgados por toda Europa y concretamente aquí en León dada la relación que tenían precisamente los obispos de León con Roma".
Cien años separan la pintura de Miguel Ángel de la copia de Luis de Mongastón y una distancia casi infinita es la que existe entre el genio de Caprese y la interpretación que hace un pintor ya contrarreformista, que se dedica entre otras cosas a suavizar las formas. "Los colores siguen un poco la línea de las descripciones que se hacían en aquel momento, aunque hay que precisar que la restauranción llevada a cabo en 1710, con la utilización de barnices, anularon en buena medida esos colores y ahora con la recuperación de la viveza de esos colores gracias a la restauración la discusión se centra en si aquellos pigmentos modificaron y la viveza de colores que tiene ahora es la que tenía el original.Lo cierto es que nos hallamos ante un cuadro importantísimo para la Diócesis de León y el Museo de la Catedral se muestra muy orgulloso de poder contar con él".
La restauradora Paula Sánchez reconoció que de la copia de Luis de Mongastón le llamó la atención que siguiera fielmente la estructura compositiva y los grupos de personajes que se dan en el original de Miguel Ángel y muy en especial en la zona del infierno donde el artista ofrece una lectura si cabe más sencilla con la representación de unos demonios que obedecen a la iconografía que todos tenemos de ellos, siendo ésta una copia anterior a la intervención realizada por Daniele da Volterra sobre ‘El Juicio Final’ de Miguel Ángel cubriendo los desnudos más atrevidos.
Alrededor de cuatro meses de trabajo ha invertido Paula Sánchez en la restauración de este lienzo cuyo soporte de tela era muy poco habitual. "Era fundamental conocer la composición de ese lienzo y gracias a un trabajo encargado a la Universidad de León pudimos saber que contenía lana y algodón, una composición muy extraña que nos condicionaba todos los tratamientos posteriores. Además, tenía una película pictórica en extremo fina, había sido muy lavada y se habían producido actuaciones posteriores que habían debilitado muchísimo la ya de por sí maltrecha pintura".
Cuarenta años después de ser pintado el Cabildo de la Catedral tomó la decisión de llevar a cabo sobre ‘El Juicio Final’ una primera restauración, recordó Gómez Rascón.