Julio Llamazares visita a la centenaria musa de 'La lluvia amarilla'

Los escritores se nutren muchas veces de frases que les dicen en cualquier lugar. Llamazares llevó a ‘La lluvia amarilla’ una frase que le dijo María, una mujer que vivía sola en Ruidelamas. Ahora el novelista ha ido a visitarla

Fulgencio Fernández
05/09/2021
 Actualizado a 05/09/2021
Julio Llamazares conversando con María, la centenaria mujer que le dijo la última frase de la novela.
Julio Llamazares conversando con María, la centenaria mujer que le dijo la última frase de la novela.
Ainielle, el pueblo en el que se desarrolla ‘La lluvia amarilla’ es en realidad la suma de muchos pueblos olvidados y deshabitados que conoció Julio Llamazares. Los personajes de la novela están construidos con el barro de tantos que el novelista de Vegamián había ido conociendo. Así nació una de las novelas más bellas de la literatura leonesa, un monólogo de soledad que para muchos es realmente un larguísimo poema.

Uno de los personajes reales que alimenta la ficción de ‘La lluvia amarilla’ es María, una mujer que vivían sola en la localidad leonesa de Ruidelamas, perteneciente al municipio de Balboa. Cuando Julio Llamazares visitó a esta mujer le dijo una frase que el escritor no olvidó:«La noche queda para quien es».

Las últimas frases de la novela, el remate de la misma, dicen: «Y, cuando todos estén juntos, junto a las viejas tapias del caserón quemado, se volverán al tiempo para ver cómo la noche se apodera un día más de las casas y los árboles de Ainielle, mientras alguno de ellos se santigua de nuevo murmurando en voz baja: La noche queda para quien es».

María, que ya cumplió un siglo de vida, vive en la actualidad en Vega de Valcarce con una hija. Hasta allí se acercó Julio Llamazares para visitarla y llevarle un libro, cuya dedicatoria es todo un reconocimiento al regalo que en forma de frase le hizo María hace más de treinta años: «Para María, que me regaló la mejor frase de este libro»; que, siendo La lluvia amarilla, es mucho decir.

Quedaba una sorpresa más, la de ver unidas las manos de María y las de la foto de la portada del libro.

Míralas. Sorprendente, o no.

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