Julia Montejo: "Las emociones han guiado la construcción de la cultura"

Docente universitaria, guionista y directora de cine, la escritora navarra presentó el 21 de noviembre en Sierra Pambley su ensayo sobre cómo afectan las hormonas a la producción artística de las mujeres

07/01/2024
 Actualizado a 07/01/2024
‘Todas esas chicas de zapatos rojos’ es el primer ensayo de la escritora, guionista, directora de cine y docente universitaria, Julia Montejo. | MAURICIO PEÑA
‘Todas esas chicas de zapatos rojos’ es el primer ensayo de la escritora, guionista, directora de cine y docente universitaria, Julia Montejo. | MAURICIO PEÑA

Adolescencia, procesos de embarazo o aborto –«si los hay»- y, «sobre todo, la época del climaterio», o lo que es lo mismo: la fase previa a la -siempre fiel a su cita y siempre inoportuna- menopausia. Son los «momentos más relevantes en la fisiología femenina», según señala la autora de ‘Todas esas chicas de zapatos rojos. Sexo, género y creatividad’

En la mente de Julia Montejo Rodríguez -escritora, guionista, directora de cine y profesora universitaria-, una imperante necesidad por resolver la relación entre los procesos hormonales y la creación artística de las mujeres se presentó, desde el principio, con forma de ensayo. «Necesitaba la solidez académica para poder escribir un ensayo interdisciplinar», cuenta. Y, tras más de siete años de trabajo, vio en su tesis doctoral, ‘Hormonas femeninas y creatividad: la percepción de las escritoras de su fisiología y pulsión creativa’ para la Universidad Complutense de Madrid, un buen caldo de cultivo para llenar con solidez los estantes de las librerías.

«Pensé que podría haber cierta relación a partir de mi propia experiencia», razona a modo de respuesta a las preguntas que plantea su contraportada -«¿hasta dónde llega el poder de las hormonas? ¿han sido capaces de dirigir la pluma de las hermanas Brönte, de Virgina Wolf y de Emilia Pardo Bazán?»- y que le llevaron a echar mano de «un método científico» para dilucidar alguna conclusión. Treinta y nueve entrevistas a escritoras de la talla de Rosa Montero, Elvira Lindo, Marta Sanz o Edurne Portela fueron buen acicate para que la autora, en busca de «esa relación con la pulsión creativa», haya concluido que, «aunque la base es fisiológica, al final, lo que acaba atravesando toda la creación es el hecho del género; el hecho de tener un cuerpo de mujer y su forma de estar en el mundo».  

"Aunque la base es fisiológica, lo que acaba atravesando toda la creación es el hecho del género"

Partiendo de su experiencia conversando con mujeres de diferentes generaciones, Montejo hace una comparación entre «las herederas de la segunda ola feminista», con referentes como Simone de Beauvoir, y aquellas que beben de la influencia de pensadoras como Hélène Cisoux. Las primeras, a su modo de ver, piensan en el cuerpo como «algo que hay que dejar atrás»: «Para ellas, la mujer es más mujer y su producción es más interesante, por ejemplo, cuando los ciclos hormonales han cesado». Las segundas, más jóvenes, ven en ese mismo cuerpo «un lugar para la creación». «Para las mujeres de más de cincuenta, la lucha por ocupar la esfera pública y construir su autoría ha sido muy complicada y el hecho de ser mujer las alejaba de las estanterías, así que no querían ser mujeres que escribían, querían ser autoras», explica: «Mientras que las nuevas generaciones no tienen esa experiencia, por lo que miran su cuerpo con mucho más interés y exploran el hecho de ser mujer y de estar en el mundo».

El cuerpo femenino y sus procesos hormonales guían la obra de la autora navarra, que recurre a la neurociencia para profundizar en sus reflexiones. «Descartes establece una dicotomía que se ha mantenido a lo largo de los siglos, que es la gran diferencia entre cuerpo y mente», analiza: «El filósofo decía ‘pienso, luego existo’, lo que dice la neurociencia actual es ‘existo, luego pienso’, colocando al cerebro en un lugar mucho menos importante, en uno totalmente relacionado con el cuerpo; las emociones son lo que realmente ha guiado y dirigido la construcción de las sociedades y de la cultura». Para probar sus palabras, la escritora ejemplifica: «No es lo mismo escribir cuando tienes 18 que 80 años; no es lo mismo escribir desde un cuerpo obeso que desde uno fibroso y sano; no es igual escribir cuando estás padeciendo algún tipo de enfermedad que cuando no; el cuerpo, en realidad, dirige la creación».

La obra recopila treinta y nueve entrevistas a autoras de la talla de Rosa Montero y Elvira Lindo. | MAURICIO PEÑA
La obra recopila treinta y nueve entrevistas a autoras de la talla de Rosa Montero y Elvira Lindo. | MAURICIO PEÑA

Montejo habla de dolores; de frustraciones y ninguneos que provocan «heridas en el cuerpo y en el alma», como formas de pulsión artística. Habla también de cómo la historia ha sacado a relucir un escrutinio público y casi constante del cuerpo femenino, que se hace presente si se echa la vista atrás. La diagnosis de la histeria en el siglo XIX, el caso de las niñas de Alcásser y su cobertura mediática -bien desetrañado en ‘Microfísica sexista del poder’ de Nerea Barjola- o el hecho de que, hasta hace no mucho, mujeres del ingenio de las hermanas Brönte o Mary Shelley tuvieran que esconder su obra bajo un seudónimo masculino demuestran lo habitual de someter a las mujeres y sus actos y emociones al yugo de la opinión pública. En palabras de la navarra, «todo eso, de alguna manera, se canaliza muy bien a través del arte». 

Bien es cierto que la dirección hacia la que soplan los vientos de la historia no sigue una trayectoria uniforme y el cambio inevitable en materia feminista y otras cuestiones sociales han hecho del papel femenino uno menos secundario. Montejo hace referencia a un «mundo con un orden distinto». Uno en el que ya no hay escritoras que anhelen dejar atrás su feminidad, haciendo uso de nombres nada femeninos, y en el que su cuerpo esté «en el centro del debate»; no desde una mirada prejuiciosa, sino desde su influencia en la forma de mirar el mundo. Tanto es así que la situación ha llegado a revertirse en casos como el de Carmen Mola; seudónimo literario de Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, que se ponen en la piel de las Brönte firmando su obra con un género que no es el suyo. Ellos -eso sí- por decisión. Ellas, en su momento, por necesidad. Y, sobre esto, Montejo es concisa: «Se trata de un interés marquetiniano que reside en la idea de que las mujeres, ahora mismo, venden más».

"No es lo mismo escribir cuando tienes 18 que 80 años; el cuerpo, en realidad, dirige la creación"

A pesar de identificar un «nuevo espacio literario» en el que las escritoras se van haciendo hueco , la autora considera que dentro del género del ensayo -que ella define como «intelectual y sesudo»- «las mujeres publican muy poco». «El ser mujer te coloca en un lugar desde el que mirar el mundo, como el hecho de ser un hombre blanco heterosexual», continúa Montejo: «El problema es que la construcción del canon ha sido heteropatriarcal y blanca, haciendo que el cincuenta por ciento de la población -que somos las mujeres- acabemos relegadas a una sección». Por medio de un paralelismo con la situación de «escritores homosexuales o escritores negros», la escritora concluye contundente: «Esa construcción del canon es contra lo que tenemos que ir; lo que tenemos que replantearnos y reconstruir».

Así se llenan las páginas del ensayo que llevó a Julia Montejo a hacer escala en León el pasado mes de noviembre y, aunque confiesa taciturna no tener demasiado acercamiento a la literatura leonesa, describe su emoción al conocer la ciudad como un «verdadero síndrome de Stendhal». Con ansias por embarcarse en el regreso a esta tierra de escritores, la navarra continúa, de momento, respondiendo las preguntas que se ha ido planteando en los últimos años. Preguntas que parten de su propio cuerpo y de su forma de enfrentarse al mundo; también de la manera en que el mundo se enfrenta a ella. Todo en un particular homenaje a pensadoras como Virginia Wolf, Safo o Sylvia Plath, que dedicaron su tiempo a la literatura y sembraron un cultivo cultural que aún hoy cosechan las nuevas generaciones. Pensadoras sin miedo a la mirada crítica hacia su creación. Mujeres, en definitiva, que dieron su vida a un arte que, de algún modo, les llevó a perderla.

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