De la calidad artística de Jesús Trapote Medina nadie pudo dudar. Ahí está su importante obra pública para disfrutarla; en León donde se afincó para ejercer la docencia, en Valladolid donde había nacido, en la provincia, desde donde se le buscó, como en Gordoncillo que cuando allí se apostó por la escultura como seña de identidad le encargaron ‘La vendimiadora’, el santo y seña de aquella tierra, en la que supo el artista integrar perfectamente su obra en el paisaje.
Como casi todos los leoneses se han detenido alguna vez ante e imponente Fray Bernardino de Sahagún del patio posterior de lo que hoy es el Instituto Leonés de Cultura, o la Acogida, en el Campus universitario.
Todas ellas llevan la firma y el sello, la forma de hacer de Jesús Trapote, un artista de muy solida formación que comenzó ya en su casa natal, con su propio padre. Pasó por Madrid y Valladolid, sumó reconocimientos, y llegó a León ya hace décadas para ejercer primero como profesor en lo que en la actualidad es la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Después fue jefe de Estudios, director siempre ‘maestro’ reconocido por generaciones de futuros artistas que fueron pasando por sus manos y sus enseñanzas.
Estos alumnos también dan cuenta de su bonhomía, su cercanía y su capacidad de enseñar.
Ya tenía Trapote un nombre y un sello en la ciudad, una firma sin necesidad de firmar, que le llevó a ser elegido para clocar una obra en el espacio más buscado de la ciudad, a la sombra de la Catedral, para lo que presentó un proyecto muy suyo, de su forma de hacer, de sus figuras tan peculiares. Pero los munícipes de la época le pidieron algo «más realista», al dictado de quien nada sabía de escultura y la bonhomía de Trapote le llevó a aceptar el encargo. Acababa de nacer esa leyenda que ya no le abandonó, la del maniquí de El Corte Inglés, que o hacía mucho que había desembarcado en la ciudad. Le quemó mucha sangre al bueno de Jesús Trapote que resolvió con una obra ‘realista’, como le pedían, pero tal vez la «menos suya». Tal vez por ello, a veces bromeaba: «Más que a la sombra de la Catedral... entre las sombras de la Catedral».
Ayer se fue, con 77 años, una trayectoria sólida y personal. En un día triste, que ha convertido la sección de Cultura en una especie de sección de obituarios: Rabanal y Trapote.