Durante la mañana los alumnos del curso habían cumplido con una tradición del mismo, una salida ‘de campo’ para visitar ‘Los lugares de la memoria’, que en esta ocasión eran los restos de la guerra civil que pueden observarse en el complejo de Peña Morquera, en los montes de La Mata de la Bérbula, acompañados por el director del curso, Javier Revilla, y un gran conocedor y divulgador de esyos restos, el historiador Javier Llamazares González.

Fue desgranando en su documentada ponencia Javier Revilla qué medidas estableció dicha legislación y cómo se desarrollaron durante el Bienio Social-Azañista (1932-1933), si es que todos sus objetivos se llegaron siquiera a poner en práctica; también cómo afectó la llegada al poder republicano de las fuerzas políticas conservadoras y agrarias (bienio 1934-1935) pues, aunque es sabido que instauraron su ‘contrarreforma agraria’, dentro del periodo hubo distintos ministros y medidas, las cuales también fracasaron «como ellos mismos reconocerían públicamente. Este fracaso de las derechas republicanas será importantísimo, pues nutrirá ideológicamente y numéricamente a los grupos fascistas que encontrarán en los problemas del campo un gran apoyo». Y pasó finalmente a analizar lo que sucedió en el año 1936 tras la victoria electoral del Frente Popular, pues «entonces sí se quiso implantar una liberalización de la agricultura española, tradicionalmente acomodada a la protección estatal. Fue aquel un cambio sustancial respecto a la Reforma Agraria de 1932 que mantenía postulados intervencionistas; ahora, en abril de 1936, el nuevo ministro de Agricultura, Mariano Ruiz Funes (Izquierda Republicana) decretó una ruptura histórica, estableciendo por ejemplo la libertad de contratación del trigo», aunque la guerra impidió saber con qué resultado.
Ambas reformas fracasaron y tuvo mucho que ver la crisis económica, que impidió dotarlas de presupuestos, por lo que el miedo hacia las Reformas Agrarias Republicanas (a todas) caló hondo en determinados sectores privilegiados del campo español. Sirva como ejemplo que el mero hecho de la aprobación de la primera Ley de 1932 suscitó la creación de agrupaciones y hasta partidos políticos en su contra. Los fracasos y el malestar del sector agrario, ante su atraso secular y anquilosado en propietarios señoriales y absentistas, fortalecería los discursos de organizaciones cada vez más extremistas, llegando incluso a conformar uno de los argumentos esgrimidos por parte de los sublevados el 18 de julio de 1936», concluyó Javier Revilla.