España y los judíos (Isidro González se enfrenta al enigma)

Por Santiago Trancón

15/05/2024
 Actualizado a 15/05/2024
El historiador e investigador Isidro González.
El historiador e investigador Isidro González.

‘La expulsión de los judíos y el prisma del tiempo’
Isidro González

Editorial Certeza Riopiedras Ediciones
 

Isidro González es leonés, catedrático de Historia, autor, entre otras obras, de media docena de libros sobre los judíos en la historia de España. Es el mejor especialista actual sobre el tema, como muestra el volumen que acaba de publicar, ‘La expulsión de los judíos y el prisma del tiempo’ (Certeza, Riopiedras Ediciones), en el que se enfrenta al «enigma histórico» (retomando la polémica entre Sánchez Albornoz y Américo Castro) de la presencia, influencia e importancia de los judíos en la historia cultural, política y económica de España, sobre todo a partir de su expulsión en 1492. 


Lleva Isidro González estudiando e investigando el tema más de cuarenta años y fruto de esa dedicación es este libro, que pretende responder a una pregunta simple, pero cuya respuesta, por muy documentada y razonada que sea, sigue manteniendo en su interior un enigma, un interrogante: ¿por qué un hecho tan lejano como el de la expulsión de 1492, se ha mantenido vivo durante más de cinco siglos en la memoria de los españoles, y ha sido utilizado para justificar hechos y decisiones políticas de uno y otro signo, a lo largo de este larguísimo período?


Dedica el libro nuestro autor a realizar un recorrido histórico completo de las vicisitudes, avances y retrocesos, que el tema judío ha ido teniendo dentro de nuestra sociedad, fijándose especialmente en dos ámbitos: el económico y el político. En lo económico, ya desde el momento mismo de la expulsión, los sectores más dinámicos de la sociedad empezaron a ser conscientes de lo que se consideró un error por las consecuencias financieras y comerciales que produjo. Los estrechos vínculos de la Corona con los judíos desde la Edad Media quedaron rotos, lo que produjo una quiebra económica inevitable (recordemos que los judíos financiaron, por ejemplo, el viaje de Colón o la guerra de Granada). En su sustitución acudieron los banqueros genoveses y alemanes que impusieron un mayor control y usura. Ya en 1633 el Conde Duque de Olivares intentó paliar la situación acudiendo a los judíos portugueses, lo que provocó un rechazo de los sectores más ultracatólicos, como fue el caso de Quevedo que escribió un libelo titulado ‘Execración contra los judíos’. 


El recorrido, perfectamente documentado, va desde estos intentos iniciales de paliar los efectos negativos del Edicto de Expulsión, a la situación política actual, donde el tema del antisemitismo sigue acaparando la atención política con una virulencia aún superior a la suscitada en otros tiempos. En medio aparecen los arbitristas del siglo XVII, los ilustrados del siglo XVIII, los liberales del siglo XIX, los republicanos del siglo XX, por un lado, partidarios de abolir el Edicto de Expulsión y acoger de nuevo a los judíos, especialmente a los sefardíes. Por otro lado, las fuerzas conservadoras de todo signo, defensoras de un antijudaísmo ultracatólico, usándolo en cada momento como arma política. Así llegamos a lo más paradójico, el antijudaísmo de la izquierda retrógrada actual, que mezcla la judeofobia tradicional con el antisemitismo moderno.


En medio de todos estos vaivenes, algo se ha mantenido de forma sorprendente e históricamente inexplicable, misterio al que aludimos al inicio de esta reseña: por un lado, el profundo sentimiento español mantenido por los sefardíes y su deseo de volver a lo que durante cinco siglos han seguido considerando su patria y manteniendo su lengua: Sefarad, España; por otro, la atracción y admiración que muchos españoles (entre los que me encuentro) han tenido y siguen teniendo hacia el pueblo judío y su capacidad creativa y emprendedora, inseparable de la historia y la cultura española.

 

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Portada de la publicación. | CERTEZA RIOPIEDRAS EDICIONES

Hay momentos destacados en esta zigzagueante historia, como fue la tardía abolición de la Inquisición en 1834, el reconocimiento de la nacionalidad española por Primo de Rivera en 1924 a todos los sefardíes o el reciente otorgamiento de la misma a cualquier descendiente de judíos expulsados o de origen sefardí. Nombres como el padre Mariana, Feijoo, Prim, Jovellanos, Galdós, Cánovas, Castelar, Ángel Pulido o Sanz Briz van apareciendo en estas páginas para mostrarnos la pervivencia de esa memoria oculta que sigue interrogándonos sobre la influencia decisiva que los judíos, sefardíes y conversos, han tenido en la tortuosa historia de España, casi siempre internamente escindida en dos bandos que han ido adoptando distintos nombres, pero manteniendo esa fragmentación interna de enormes consecuencias, desde aquel lejano 1492 hasta hoy mismo. Quizás lo que más sorprenda es que la izquierda hoy haya olvidado, por ejemplo, la participación de los judíos en la última guerra civil defendiendo a la República, hasta el punto de haber organizado la Brigada Internacional Dombroski compuesta sólo de judíos, la mayoría sefardíes. Y de nuevo hoy, la «cuestión judía» se utiliza como arma política que sirve para polarizar y enfrentar a unos españoles con otros. 


El pasado que sigue presente, el presente que se interpreta en función del pasado, el futuro que no puede prescindir de la percepción e interpretación  del pasado. Y de fondo, como permanente interrogación, la idea de España, el mantenimiento de un sentimiento de pertenencia que va más allá de los vaivenes políticos, las ideologías enfrentadas, la intransigencia religiosa o las guerras fratricidas. El tema judío sigue siendo inseparable del tema de España. En esto seguimos a Américo Castro, pero sin encontrar una respuesta clara al enigma de lo que podríamos llamar «herencia cultural», que nada tiene que ver con ninguna esencia genética o racista. 

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