Los apodos siempre dan pistas. Los que recibió la leonesa Karina Falagán (en realidad Caridad Falagán García) también: La corza herida de La Valduerna, la Mata Hari de la Valduerna, la musa de Fraga y una diputada socialista gallega se atrevió a decir en el Parlamento que era «la puta de Fraga». Ahí la leonesa reaccionó con contundencia, tal vez demasiada, la fue a buscar y en la sede de la soberanía gallega le dio una bofetada, aunque ella la definió más gráficamente: «Le metí una hostia que la empotré en un cactus». Ahí aseguró que había reaccionado como una corza herida y nació otro de sus apodos, ya que siempre reivindicaba su nacimiento en Castrotierra.
Lo de la prostitución, tan de actualidad, venía a cuento de que uno de los negocios que regentaba la leonesa, el Cona (coño en gallego), era acusado de ‘doble moralidad’. La realidad es que por allí pasaron desde Julio Iglesias, a Rocío Dúrcal o, sobre todo, Sara Montiel, que se hizo íntima amiga de la Falagán. La protección que se supone que le proporcionaba su cercanía con el todopoderoso Fraga hace que también fuera bautizada como ‘La alcaldesa del Atlántico’. La acusación más repetida era que le habían permitido levantar su famoso restaurante en la primerísima línea de playa.
No es menos cierto que su biografía, con luces y sombras, resulta cuando menos apasionante desde que naciera en 1946 en la citada localidad leonesa (falleció en 2013). Siendo una niña ya emigró su familia y vivió en Londres, América y París, llevando una vida de emigrante hasta que, le contaba en un libro —titulado Veinte años después— a Pilar Eyre: «hasta que desembarqué en Galicia y, la verdad, me ha perseguido el escándalo. O lo he buscado». Se muestra bastante sincera con Eyre en este libro, en el que analiza cómo era la vida de gente que saltó a la fama veinte años después. Ahí sobre uno de sus polémicos negocios, el más controvertido (Lady Hamilton), se dice que fue bar de alterne y ella lo rebaja, pero no mucho: «Era un bar de señoritas, con señoritas impresionantes de camareras, extranjeras, modelos, estudiantes».
Madre soltera, independiente, militante de AP, lenguaraz, hábil para los negocios, populista —en el bar de la playa hacía concursos de castillos de arena para los niños, invitaba a los vendedores de la playa, a una mujer la metió en una elegante recepción diciendo que era la mujer de un dirigente africano—, polemizó en la tele con cajas destempladas con Jesús Gil o Paco Umbral, espectacular, siempre con pamela y gafas de sol y frases rotundas: «Yo no soy la puta de Fraga, he sido toda la puta vida una curranta».