El pasado viernes 6 de junio llegó a las carteleras españolas ‘Sirat’, término que en árabe hace referencia al puente que conecta el infierno con el paraíso, a través del cual los justos podrán cruzar mientras que los injustos caerán al abismo. A pesar de lo exótico de su título, ‘Sirat’ es el último tour de forcé de nuestro cine patrio. Una obra atípica, desgarradora e impresionante de la mano de su director, Oliver Laxe (‘Lo que arde’), al que tuvimos la oportunidad de escuchar en un coloquio que ofreció este sábado en los cines Golem de Madrid, donde no pudo contener una emoción que embargará a todos los penitentes que se atrevan a atravesar este angosto puente que el director gallego tiende entre la vida y la muerte.
‘Sirat’, a la que acompaña el subtítulo de ‘trance en el desierto’ se estrena después de su paso por el Festival Internacional de Cine de Cannes, donde cosechó el codiciado Premio del Jurado y algunas de las mejores críticas de la prensa especializada de todo el festival. Laxe ya había sido premiado en la edición de 2019 por ‘Lo que arde’, triunfo que también se reflejó en los premios Goya de aquel año, donde se llevó dos cabezones.
La primera impresión de ‘Sirat’ es lo singular de su premisa: un padre viaja a Marruecos con su hijo en su busca de su otra hija, la cual lleva meses desaparecida y de la que sospechan que puede estar en una rave en medio del desierto. Tras no aparecer en la primera de estas fiestas, padre e hijo se embarcan en una odisea por el desierto junto a otros ‘raveros’ para llegar al próximo de estos encuentros, con la esperanza de que su hija se encuentre allí finalmente.
Los protagonistas de ‘Sirat’ son personas rotas, mutiladas en cuerpo y alma, que buscan encontrar en el desierto las piezas restantes en sus existencias incompletas. Luis y Esteban, el padre y el hijo, buscan a su hija y hermana, respectivamente, mientras que el variopinto grupo de amigos al que acompañan prosigue en su constante huida hacia delante de un mundo en el que salta a la vista que no encajan. A lo largo de su desventura, el yermo marroquí se revelará como un purgatorio polvoriento y caprichoso, que juzgará a unos y a otros sin más criterio que el azar ni más clemencia que la de la naturaleza. Las arenas de ‘Sirat’ esconden una fábula del mundo más allá de su horizonte, donde la tragedia y la muerte son los orfebres de nuestras vidas, haciéndonos crecer a costa de perder a quienes nos rodean, permitiéndonos encontrarnos a nosotros mismos cuando todo a nuestro alrededor queda desierto.
No obstante, envolviendo toda la obra, por encima de las alegrías y las penurias, se encuentra la música. Y no de cualquier género, sino música electrónica. Música abstraccionista, monótona, hipnótica, impasible ante un mundo al que no pertenece. Decía Oliver Laxe en su coloquio que la música techno no es humana, no se genera con instrumentos de viento o de cuerda, sino con sintetizadores y programas informáticos. Asimismo, citó una expresión propia del mundo de las raves: «Hundimos nuestras cabezas en los altavoces para no escuchar cómo el mundo se derrumba». Es esta música, ajena y extraña, la que dota a ‘Sirat’ de una atmósfera hasta cierto punto fantástica, un hilo que entrelaza a todos los personajes y que teje una experiencia alienígena para una historia profundamente humana.
Desde luego, no es fácil hablar de ‘Sirat’, como tampoco lo es verla, al menos no sin que se te encoja el corazón; pero vale la pena dirigirse al cine más cercano y disfrutar de una experiencia para la que sobran las palabras. A pesar de ello, tras su visionado en la sala 2 de los cines Golem de Madrid, los espectadores pudimos charlar con el cineasta detrás del filme, que parecía tan sobrepasado por nuestras preguntas como nosotros por su película. Con la cadencia característica de los artistas que concentran su elocuencia en su obra, Oliver Laxe rumió cada cumplido y cada cuestión sobre su película, como si revisitase todo su largometraje en cada intervención. Confesó lo doloroso que llegó a ser para él escribir y filmar las partes más dramáticas de ‘Sirat’, cualquiera que la vea entenderá por qué, y su esperanza en que la película guarde algo diferente para cada espectador. Para él, la cinta habla de su manera de entender la muerte, de cómo nos marca con heridas abiertas que dejan cicatrices nostálgicas y, a su manera, bonitas. Fue mientras relataba la catarsis que sintió al asistir a una proyección en su Galicia natal, rodeado de amigos y otras personas que compartían sus respectivas heridas, cuando detuvo el coloquio entre sollozos, sobrecogido por una emoción que, literalmente, atravesaba la pantalla.