«Los viejos muebles, las curiosidades, los relojes y, sobre todo, los viejos aparatos de radio siempre tienen mercado pues el que lo compra lleva mucho más que un viejo aparato, compra recuerdos, memoria, un viaje a otros tiempos para él seguramente entrañables». Lo decía en un viejo reportaje Ángel ‘padre’, el anticuario de Boñar y todo un referente al haberse convertido prácticamente en el último de la provincia.
«El museo está dedicado a las máquinas de escribir y guardo otras muchas en casa, lo podría llenar perfectamente, pero creo que es bueno ‘aliviar’ la visita con algunas vitrinas dedicadas a otros temas, y la radio le gusta a todo el mundo, les traen muchos recuerdos, despiertan muchas conversaciones ‘cruzadas’ entre los visitantes». Así explicaba Samuel Rojo la presencia de una selección de aparatos de radio de diferentes épocas en su museo de máquinas de escribir que puede verse en Gordoncillo.
Si te pasas por el rastrillo nunca faltará en el recorrido algún aparato de radio, en muchas casas se conserva alguna, en León hubo una cafetería con su nombre —La Radio— en la que la decoración interior no hace explicarla... en fin, se podría seguir, sin poder obviar que esta tierra tiene el ‘gran referente’ nacional: El Museo de la Radio de Ponferrada, que además de conectarnos con los viejos aparatos nos lleva a los grandes nombres, empezando ‘por el titular’ del mismo, Luis del Olmo, pero sin olvidar, por ejemplo, que el berciano coincidió en León con verdaderas leyendas del género: Francisco Pérez, que en la radio leonesa adoptaría el nombre de Paco Umbral; María Jesús Álvarez, la voz del Metro de Madrid; Victoriano Crémer y sus ‘Luces de la ciudad’; Teresa Martín Villa, la voz dulce y solidaria de aquella radio que hacía que Rodolfo fuera su hermano y no al revés. Y tantos otros nombres que hicieron historia.
La radio tuvo «su día» (negro pero día) en el tristemente famosos 23F, los españoles se mantuvieron en aquella jornada pegados a los aparatos para seguir las evoluciones de la llamada «noche de los transistores» y aquellos viejos aparatos de pilas, seguramente tirados en los trasteros pues no tienen la magia de los más antiguos aparatos, volvieron a ser el «objeto del deseo» de miles de personas necesitadas de información ante el apagón del lunes, sin luz para enchufar los aparatos, sin cobertura para escucharla en el móvil o la tablet... «y bajar, sobre todo a ‘los chinos’» a por pilas se convirtió en la obsesión del día, por encima de los habituales papel higiénico, pan, leche...
Era el regreso de la radio como servicio. Y de este apartado sabe mucho un leonés, Antonio Cabezas, periodista que ha militado toda su vida en una poco conocida, pero muy necesaria, ONG llamada ‘periodistas descalzos’. «He recorrido numerosos países de América Latina primero y de África después. Nuestra misión era colaborar con los nativos Los periodistas descalzos eran colaboradores nativos, fundamentalmente por el idioma, y les dábamos información para combatir los azotes más graves: las hambrunas, desastres de la guerra, sequías, catástrofes naturales... Por ejemplo, a través de la radio se dirigía desde cómo hacer pozos de agua y, sobre todo, cómo mantener el agua potable para que no provocara una infección terrible hasta avisar del precio de algunos de sus cultivos o minerales en la bolsa para que no les engañen en el precio en origen. La radio es muy eficaz porque con una infraestructura muy sencilla llegas a todas partes, que es lo que hice durante décadas», explicaba este leonés de una conocida familia, un hermano fue presidente de la Diputación, que ya camina hacia los 90 e hizo de la radio un arma solidaria.
Así se entiende mejor lo que decía Ángel: «No es un aparato».