Los hombres también lloran

Pedro Ludena comenta la película de Sean Durkin 'El clan de hierro'

Pedro Ludena
22/03/2024
 Actualizado a 22/03/2024
Una imagen de la película de Sean Durkin ‘El clan de hierro’. | L.N.C.
Una imagen de la película de Sean Durkin ‘El clan de hierro’. | L.N.C.

‘El clan de hierro’
Director: Sean Durkin

Intérpretes: Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson
Género: Deportes / Drama
Duración: 132 minutos

Apesar de ser congénita al ser humano, la salud mental ha permanecido oculta del ojo público hasta prácticamente nuestros días, como ese esqueleto en el armario de una sociedad en la que muchos la siguen viendo como un problema de segunda, del que se quejan quienes no los tienen de verdad. Es en esa concepción paternalista y condescendiente de ese mal tan ridículamente ignorado donde se desarrolla el drama de ‘El clan de hierro’, una tragedia que, si un padre hubiera escuchado a sus hijos una mínima parte de lo que les atormentaba, podría haberse evitado.


‘El clan de hierro’, ‘The iron claw’ en su versión original, nos cuenta la historia real del clan Von Erich, una familia de lucha libre profesional, cuyo patriarca, quien se quedó a las puertas de ganar el título de campeón de mundial en su día, inculca a sus hijos su tóxica ambición, condenándolos a tratar de ser los campeones que él nunca llegó a ser, aunque les vaya la vida en ello. 


La lucha libre, también conocido como el ‘pressing catch’, siempre ha sido un espectáculo multitudinario. Si revuelvo en mis cajones aun puedo encontrar cromos de la WWE, con ‘El Enterrador’, ‘Rey Misterio’ o ‘Batista’, cuyo movimiento especial, ‘La bomba batista’, replicábamos saltando en la piscina después de verlo las mañanas de los sábados en ‘Cuatro’. El día que me enteré de que todo era una pantomima guionizada lo recuerdo como una de las grandes decepciones de mi infancia, casi a la par con el desenmascaramiento del Ratoncito Pérez. Pero, del mismo modo que nunca veías quien se llevaba tus dientes, uno no llega a ver el lado oscuro de este ‘deporte’ donde se los saltaban los unos a los otros. Una vida de impactos, sobreesfuerzo y excesos son los principales responsables de la prematura mortalidad de sus practicantes. Este ciclo autodestructivo propio de los deportes de contacto ya ha sido reflejado infinidad de veces en el cine, especialmente con la eterna lista de películas de boxeo. Y mientras que cintas como las de ‘Rocky’ glorifican dicho deporte, ‘El clan de hierro’ es a la lucha libre, lo que ‘Million dollar baby’ al boxeo, mostrando esa cara oculta detrás de los focos, donde impera el drama y los sueños frustrados. Más si en la obra de Clint Eastwood, la protagonista caía en desgracia a costa de luchar por sus propios sueños, en la que nos atañe se añade una capa más de tragedia al presenciar el descenso a los infiernos de unos personajes que perseguían un sueño que ni siquiera era suyo, sino de su padre. 

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La trama sigue las desventuras de los hermanos Adkinsson, que se autodenominaban los ‘Von Erich’ en honor a su ascendente, Fritz Von Erich, pero la conocemos a través de los ojos de Kevin, interpretado por un hercúleo Zac Efron en el mejor papel de su carrera, el mayor de los hermanos y ojito derecho de su padre, hasta que pierde un combate decisivo y este le retira ese cariño paternal no tan incondicional. Para Fritz el amor es medible y perdible, ordenando a sus hijos entorno a un sistema meritocrático donde al que más gane más quiere y estos son capaces de darlo todo por él. Porque lo que los hermanos ansían no son los títulos, sino el favor de su padre, por el que han luchado y competido desde la cuna. Esta crianza indolente les lleva a convertirse en portentos físicos sí, pero totalmente impotentes ante los golpes de la vida, que no saben gestionar con sus desentrenados corazones y que van noqueando uno a uno a estos niños atrapados en cuerpos de hombres. Una vez más, la traducción al castellano del título hace de las suyas y ‘The iron claw’ no significa el ‘El clan de hierro’, por bien que encaje fonética y argumentalmente, sino ‘La garra de hierro’, que no es otro que el movimiento estrella de su progenitor en sus años de luchador, y el que sus hijos emulan mientras ellos mismos sienten como les aprieta día tras día. 


Toda esta presión se sublima en el ring, donde pareciera que se liberan y rozan esa gloria del combate, pero realmente las cuerdas del cuadrilátero son los barrotes de su jaula personal. La lucha libre se vuelve así la perfecta metáfora de la ira contenida y la masculinidad tóxica, una de la que no pueden escapar por mucho que se esfuercen, porque como la farsa que es, el éxito que alcancen no está en sus manos, ni en sus puños, sino en las de un público caprichoso. Como gladiadores contemporáneos, Kevin y sus hermanos entregan su cuerpo y alma a un circo en el que solo se premia el espectáculo, mientras que tratan de cumplir los delirios de grandeza de un padre que les valora acorde a unos méritos que no dependen de ellos mismos. 


Esta terrible dicotomía les arrastra en una espiral agónica de la que se podría escapar con un mínimo de comprensión y cariño, pero sus padres nunca dan su brazo a torcer. Los hermanos Adkinsson no llegan a conocer el amor en su casa, más allá del que se profesan entre ellos, y cualquier muestra de sensibilidad es cortada de raíz por una madre y un padre que solo ven en sus hijos la suma de sus fracasos y la vía de su redención, respectivamente. Solo aquel hermano que encuentra el amor y la comprensión más allá de su familia es el que consigue escapar de esa maldición familiar a la que se refieren los personajes en la cinta, pero que no es otra cosa que una ansiedad patológica fruto de una infancia traumática. 


‘El clan de hierro’ no es tu típica película de deportes, no hay ningún tipo de éxtasis en el que el arduo camino recorrido se amortiza en un clímax épico, porque todo lo sufrido solo sirve para alejar más y más a los personajes de la felicidad que merecen. El que algo quiere algo le cuesta, pero es un despropósito perderlo todo por algo que en verdad no ambicionas. La de los Von Erich es una historia desgarradora, un melodrama increíblemente emocional que muchos chicos podrán estar viviendo ahora mismo en sus propias carnes, ahogados en un estereotipo arcaico de masculinidad tóxica. Buscar ayuda no es besar la lona, es tan natural como necesario, porque los hombres también lloran. 
 

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