‘Giselle’ renace en Ámsterdam

El Ballet Nacional de Holanda recupera uno de los clásicos del repertorio, protagonizado por la rusa Olga Smirmova y el italiano Jacopo Tissi. Se vera este domingo en Cines Van Gogh

Javier Heras
27/01/2024
 Actualizado a 27/01/2024
Una imagen del ballet ‘Giselle’ a cargo del Ballet Nacional de Holanda. | SASHA COULIAEV
Una imagen del ballet ‘Giselle’ a cargo del Ballet Nacional de Holanda. | SASHA COULIAEV

A mediados de 2022, la bailarina rusa Olga Smirnova (1991), una de las grandes figuras del Bolshói desde hacía más de una década, dejó la compañía y se marchó a Ámsterdam. Lo hizo en forma de protesta por la invasión de su país a Ucrania, patria de su abuelo. «Seguí mi conciencia y mi vergüenza», declaraba. La decisión disgustó a sus padres y a sus compañeros. Por suerte, pudo incorporarse al Ballet Nacional de Holanda, donde nada más llegar ya protagonizó ‘Raymonda’. Ahora, la ganadora del premio Bailarina del año de la revista Dance Europe se enfrenta a otro clásico, ‘Giselle’, junto a un viejo amigo como Jacopo Tissi (1995). Se conocieron en la compañía de Moscú, donde él fue el primer solista italiano de la Historia. En su caso, también la guerra ha sido el detonante para dejar Rusia –después de seis años allí– y asentarse en Ámsterdam.

‘Giselle’ se considera el ballet romántico por excelencia, y una pieza esencial del repertorio. Eso se debe, por un lado, a su narrativa sólida y emocionante: la leyenda de una campesina que muere presa de la locura después de descubrir que su amado la engaña. Una vez convertida en espíritu, se aúna al grupo de las Willis, novias despechadas que se vengan de los hombres. Pero esta obra tiene otras muchas virtudes: su refinada partitura, su virtuosismo técnico, o su atmósfera de contrastes, de una primera mitad bucólica a una segunda nocturna y espectral. Se estrenó en París en 1841, y de la coreografía se encargaron Jean Coralli, maestro de la Ópera de París, y Jules Perrot, coreógrafo fundamental del Romanticismo. Como protagonista, su pupila y amante Carlotta Grisi. Tras su ruptura, Perrot se mudó a San Petersburgo, donde conoció a Marius Petipa (‘La bella durmiente’), que revisaría ‘Giselle’ para los Teatros Imperiales entre 1884 y 1903.

Desde entonces, han surgido decenas de versiones, de maestros como Ratmanski, Gorsky o Lavrovsky. En febrero de 2009, el Ballet Nacional de Holanda presentó una revisión firmada por la neerlandesa Rachel Beaujean, directora artística de la compañía, y el colombiano Ricardo Bustamante, responsable del ballet de San Francisco. Ambos lo habían bailado de jóvenes: ella se especializó en el papel de Myrtha, y él en el de Albrecht, que aprendió del mismísimo Baryshnikov. Se mantuvieron fieles al esquema canónico de Petipa, aunque lo revitalizaron con interesantes modificaciones en el primer acto, que por su tono pastoril resulta más difícil de acercar a un público actual. Ahí recuperaron algunas escenas de mímica y añadieron nuevas danzas, como un pas de quatre, una variación para Albrecht y una fiesta de la vendimia que aporta alivio cómico. 

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El montaje lleva quince años girando por todo el mundo (de China a Colombia, de Suecia a Turquía) y ha convencido a la crítica por su equilibrio entre frescura y tradición, así como por los delicados decorados y vestuario de Toer van Schayk, basados en grabados del siglo XVIII. A finales de 2023, se grabó en directo, y Cines Van Gogh lo retransmitirá este domingo a las 18.00.

Para comprender la trascendencia de ‘Giselle’, hay que retroceder al primer tercio del siglo XIX. Hasta entonces, los argumentos hablaban de dioses del Olimpo, siempre encarnados por hombres; el vestuario era pesado y formal. La Revolución Francesa centró la acción en personajes reales; el Romanticismo trajo las fuerzas sobrenaturales y el poder de las emociones. Ya la ópera de Meyerbeer ‘Robert le diable’ (1831) incluyó el breve ‘Ballet de las monjas’, en el que unos fantasmas bailaban bajo la luna. Supuso la primera aparición de un conjunto de tutús blancos (se denomina ‘ballet-blanc’). Poco después, ‘La sílfide’ de Filippo Taglioni presentaba a un espíritu femenino con falda corta y zapatillas de puntas. A los espectadores les asombró su apariencia etérea y ligera, como de otro mundo, y el trabajo de pies, que antes nunca se apreciaba. Eso fue lo que llamó la atención de Théophile Gautier, que después escribiría el libreto de ‘Giselle’.

La otra gran innovación reside en la partitura, repleta de melodías cantables y emotivas, propias de Chopin o Bellini, y de leitmotive que aluden a personajes o a ideas, como la melodía del amor, presente desde el primer dúo. El francés Adolphe Adam (1803-1856) fue el primero en escribir específicamente para el ballet (antes, el género usaba pastiches de obras existentes). Maestro de Léo Delibes y compositor de medio centenar de óperas, dominaba la orquestación y supo trabajar distintos ambientes, como el mundo folclórico de los campesinos y, en contraste, la inquietante atmósfera del bosque y las Willis. El lamento del corno inglés, lleno de melancolía, parece el Chaikovski de ‘El lago de los cisnes’.

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