Gaudí en la ciudad del chocolate (1889-1893)

Por José María Fernández Chimeno

16/08/2023
 Actualizado a 16/08/2023
Industria harinera La Rosario (1931). Sita en la carretera de San Román de la Vega.
Industria harinera La Rosario (1931). Sita en la carretera de San Román de la Vega.

«Baste recordar que Pío Gullón, un astorgano que en esa época era el Gobernador del Banco de España, lidió con miembros del Gobierno, autoridades de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, e incluso se entrevistó varias veces con la Reina Regente, Mº Cristina, hasta lograr que se diera luz verde a los planos del Palacio Episcopal, algo que Gaudí nunca olvidó […] Sin olvidar al encargado de los albañiles Alonso Luengo, que creyó en él y le ayudó, subidos los dos en el andamio, a conseguir con sus propias manos encajar exactamente las piedras de los extraños arcos (dovelas en abanico) que por tres veces se habían caído…». [Gaudí en Madrid-Ciclo de mesas. Madrid, abril-mayo de 2002 / Ponencia de Dña. Ana Mª Ferrin]
 

Faltaban algo más de dos décadas (1889-1910) para que se creara la Cámara de Comercio de Astorga (fruto del tenaz empeño de varios industriales y comerciantes astorganos deseosos por disponer de una herramienta para la promoción de sus empresas hacia otros mercados). El objetivo primordial de la institución empresarial fue contribuir al empuje que el nuevo ferrocarril Astorga-Plasencia estaba suponiendo para el movimiento de mercancías y servicios entre Astorga, Zamora, Salamanca y las provincias extremeñas a través de la estación Astorga-Oeste (también denominada Astorga-Clasificación), como terminal ferroviaria que entró en servició en julio de 1896 (con ancho ibérico), tras completarse en esa misma fecha la construcción de la línea Ruta de la Plata. No obstante, el auge mercantil e industrial de la burguesía astorgana ya estaba presente en la ciudad, con la llegada del ferrocarril de la Compañía del Noroeste en 1866 (dos años después, en 1868, llegó al nudo ferroviario de Brañuelas y se coronó el puerto del Manzanal) que pretendía unir Palencia con La Coruña.


Fue por ese año de 1889, cuando Antonio Gaudí puso un pie en el estribo del vagón de primera clase y descendió al andén de la Estación de Astorga, habiendo desaparecido ya la Compañía del Noroeste, puesto que era la Compañía de Ferrocarriles del Norte (o «Norte») la responsable de la explotación [ver artículo en LNC: 'Gaudí y el ferrocarril leonés' (1889/1893) (31/12/22)]. Para su asombro, el trasiego de viajeros era constante y la sala de espera estaba abarrotada de comerciales, viajantes, empresarios…, y un largo etcétera, que habían obtenido pingues beneficios tras arduas gestiones en la próspera ciudad, y que ahora se subían al tren. Su sorpresa fue mayor cuando observó a dos mujeres cargadas de fardos que desprendían un aroma especial, y se atrevió a preguntar a la más joven:


– ¿Qué contienen esos fardos?
– Son mantecadas y chocolates de la industria Santa Teresa – respondió, presta a vender su mercancía a los viajeros que asomaban a las ventanillas, antes que retumbase con estrépito el enganche del vagón y el tren arrancase con una brusca sacudida-. ¡Para relamerse los dedos!

 

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Anuncio de Industrias Santa Teresa.

Fue salir de la estación y ver, con ojos de pasmo, como el movimiento de mercancías era incesante. Gracias a la llegada del tren muchos empresarios habían decidido emprender en Astorga la «aventura fabril» y florecientes empresas se asentaron en el Barrio de Puerta de Rey. De entre todas ellas descollaba una «fábrica modelo». La industria harinera del empresario D. José Gómez Murias (natural de Mazaira/Lugo) se hallaba establecida en la carretera de San Román de la Vega, cerca de la estación del ferrocarril, desde 1887, con el nombre de La Santa Teresa (hasta el año 1931, cuando fue adquirida por la Familia Benito Herrero y la renombró como La Rosario).


Bien pudieron haber cruzado sus miradas Gaudí y el Sr. Murias, en la sala de espera de la estación, y de aquella observación escrutadora naciera una simbiosis por ellos desconocida; pues, luego de la sutil y novedosa «semilla modernista» que el arquitecto catalán sembró en el solar de la antigua Casa del Obispo, muchos fueron los burgueses que quisieron ser propietarios de edificios con aires modernistas. Caserones que hoy se conservan, como el de Magín Rubio (que alberga el Museo del Chocolate) o la Casa Granell, son una prueba evidente.

 

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Antonio Gaudí.

De no existir este primer contacto visual, a buen seguro, y sin recurrir a la casualidad, tuvieron que ser presentados en el Casino de Astorga, verdadero termómetro de la temperatura social, ya fuera por el gran contratista del Palacio Episcopal, Policarpo Arias Ramírez o por el fiel encargado de obras Alonso Luengo; pues hasta aquel momento en Antonio Gaudí aún no se había manifestado con toda su crudeza la «crisis existencial de los 40», que le llevó a apoyarse en la prédicas (y la liturgia) del obispo Grau, para recuperarse de una enfermedad mental rayana en la esquizofrenia, cuyos síntomas se acrecentaron tras la muerte del prelado asturicense, el 18 de septiembre de 1893; siendo el más evidente su aislamiento y abandono social, al retornar a Barcelona. [ver artículo en LNC: 'Reflexiones sobre la estancia de Gaudí en Astorga' (27-08-19)].


Si la fábrica Santa Teresa era el buque insignia de la industrialización astorgana, el Casino lo fue de la burguesía. También pudo suceder allí el tan esperado encuentro (más documentado) con el ilustre astorgano Pío Gullón Iglesias, a la sazón Gobernador del Banco de España. Este abogado de profesión y político de vocación fue el artífice no solo de la financiación por parte del Estado español del Palacio Episcopal, sino también, de la prolongación de la «línea férrea del Oeste», desde Benavente a Astorga; algo que, como ya hemos evidenciado, supuso un gran avance para su ciudad natal, permitiendo el tránsito de personas y el traslado de mercancías.

 

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Pío Gullón Iglesias.

Pero es seguro que, con la colocación de la «piedra fundacional», el 24 de junio de 1889, onomástica del obispo Juan, Gaudí fue presentado ante las fuerzas vivas de la Urbs Magnifica (según Plinio el Viejo), a cuyo frente figuraban el político D. Pío Gullón y el empresario D. José Gómez Murias, y que estaban formadas por personas de cómoda posición y esmerada cultura del Casino, así como distinguidas personalidades que, en número reducido, eran socios del Círculo Católico de Obreros. A estos se sumarían la Liga de Amigos de Astorga, cuyos miembros provenían del comercio y la industria; también la restituida Real Sociedad Económica de Amigos del País (el primer intento, fallido, apenas tuvo veinte años de vigencia, de 1780 a 1801).


Este y otros sucesos referidos a Gaudí, al ser posteriores, no pudieron ser recogidos por el cronista oficial de la ciudad D. Matías Rodríguez (nombrado en 1904, título que ostentó hasta su muerte en 1910) en su primera Historia de la muy noble, leal y benemérita ciudad de Astorga (Imprenta de López, Astorga, 1873); mas, de la obra del maestro de escuela se publicó una segunda edición ampliada, poco antes de su muerte, en la que siguen sin mencionarse (Establecimiento Tipográfico de Porfirio López, Astorga, 1909), aunque si se reseña: «No es sólo la industria agrícola la que contribuye a dar vida a la población: hay otros ramos importantes, figurando en primera línea la acreditada fabricación de sus apetecidos chocolates, cuyo artículo alcanza una asombrosa demanda, siendo actualmente las fábricas que más género elaboran y expenden las de los señores Goy (D. Modesto y D. Vicente), Rubio (D. Magín y D. Delfín), Lombán, Murias, Miguélez, Panero, […]. Calculase en unos tres millones de pesetas el valor de los cacaos, azúcares y canela que anualmente se emplean para su fabricación, pues, además de las casas mencionadas, hay otras muchas que en dicha industria se ocupan, aunque en más pequeña escala». Tampoco tenemos noticias del genial arquitecto catalán en la prensa local, y es extraño, pues La Luz de Astorga (Decano de la prensa leonesa),fundado en 1892 por la Familia Fidalgo, había llegado a tiempo de recoger en negro sobre blanco la prosperidad de la empresas de esta acogedora ciudad de provincias, con pujantes sectores capaces de generar empleo de calidad, que se anunciaban a bombo y platillo en sus páginas; pero nada se recoge del abandono en que quedó el Palacio Episcopal de Astorga tras la renuncia de Gaudí a seguir dirigiendo las obras por graves discrepancias con el Cabildo de la Catedral, en una carta escrita desde León (con fecha 4 de noviembre de 1893) y dirigida al Muy Ilmo. Sr. Vicario Capitular…, aunque eso es otra historia.

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