El filandón del quita meriendas

Cada planta, una historia: por Marina Díez

10/09/2025
 Actualizado a 10/09/2025
Cada planta, una historia  | L.N.C.
Cada planta, una historia | L.N.C.

Decían las abuelas que cuando el campo arde y parece que no queda nada, siempre hay flores que se atreven a volver primero.
Una de ellas es la que aquí llamamos quita meriendas, esa campanilla violeta que aparece en otoño como si brotara de la nada, sin hojas, sin tallo, con la prisa del que sabe que los días se acortan.
Es una planta mala y buena a la vez.
Mala porque toda ella es veneno. El ganado no la quiere, los pastores la maldicen. En los prados donde se extiende, quita pasto y quita vida.
Mala también porque florece justo cuando las faenas del campo se recogen antes y ya no queda tiempo para merendar en la era: de ahí su nombre, que recuerda el final del verano y de la jornada larga.
Pero también es buena, aunque cueste admitirlo.
Buena porque es de las primeras en cicatrizar la tierra tras el fuego, vistiéndola de lila donde antes solo había ceniza.
Buena porque en los días cortos de septiembre y octubre abre su copa a las abejas y a los insectos que aún buscan néctar.
Buena porque recuerda que la naturaleza se defiende con sus propios trucos: cuando todo parece muerto, ella florece.
Así es el quita meriendas: un aviso y un consuelo, un veneno y un bálsamo, un calendario vivo que nos dice que la luz se apaga antes, pero que todavía queda belleza en los prados oscuros.

Susurros de quita meriendas (Colchicum autumnale) 
Le dicen quitameriendas, despachapastores o mataperros.
Pero aquí, en la montaña, suena a reloj natural: la flor que avisa del final del verano.
Nace de bulbos escondidos, crece sin tallo ni hojas, como si apareciera de la nada.
Se dice que trae sombra y don a partes iguales: peligro para el ganado, esperanza para la tierra quemada.
Las abuelas la conocían bien:
– sabían que era venenosa.
– sabían también que era calendario, recordatorio y lección.

Receta emocional: Licor de septiembre
– Un puñado de endrinas maduras
– Una rama de canela
– Medio litro de orujo
– Y la paciencia de los días cortos
Se meten las endrinas en una botella de cristal con el orujo y la canela.
Se deja reposar en un rincón oscuro durante al menos un mes.
Cada vez que pases, agita un poco la botella.
En octubre, cuando florezca el quita meriendas y el sol se esconda antes, abre la botella, sirve un vaso pequeño y brinda.
Por lo que acaba y lo que empieza.
Por lo que quita y lo que da.

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