Feminismo, machismo y viceversa

El problema es que muchas, muchísimas personas creen que feminismo y machismo son lo mismo, pero al revés

Sofía Morán
17/12/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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"Yo no soy machista ni feminista", decía Paula Echevarría hace unos meses durante una entrevista, desatando la gran polémica y poniendo las redes sociales ‘on fire’. Efectivamente señores y señoras, a estas alturas del partido las cosas están así. Pero el problema no es Paula y su metedura de pata, el problema es que muchas, muchísimas personas creen que feminismo y machismo son lo mismo, pero al revés.

Aclaremos dudas para quien las tenga, la RAE (institución más bien poco revolucionaria y radical) lo define como la «ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres», y la Wikipedia nos habla del «conjunto de movimientos e ideologías que buscan definir, establecer y alcanzar derechos políticos, sociales, económicos y personales de las mujeres». Fácil, ¿no? Claro, sencillo y sin dobleces.

Conozco a muchas mujeres plenamente conscientes de la desigualdad que aún existe, mujeres que la pelean cada día en sus trabajos y en sus vidas. Mujeres fuertes, valientes, independientes, emprendedoras… que sin embargo, ni se identifican, ni se definirían jamás como feministas. Y es que el conflicto con el término es evidente, ustedes ya lo saben. Es la palabra maldita, la etiqueta y el estigma.

Y todo ello es gracias a ese feminismo desquiciado y radical que ha salido a la superficie en los últimos años. Esas ‘guardianas’ de la ideología, siempre malhumoradas, castrantes, imprescindiblemente de izquierdas y con el inconfundible ‘look’ de Anna Gabriel (la de la CUP, no se me vayan a la de las rancheras). Esas que solo se representan a sí mismas, y que creen tener la potestad de dar y quitar el carné de la perfecta feminista, esas que han terminado por convertir esta noble ideología en un movimiento anti-hombres, alienante y separatista.

Y el daño que han hecho no es poco, ya que han jodido el único término que debería representarnos, unirnos y ayudarnos. A todas nosotras.

A pesar de haber crecido con dos hermanos varones, nunca sentí que mis padres nos educaran de manera diferente. Nunca tuve que poner la mesa mientras ellos esperaban sentados. Nunca me orientaron a cursar una carrera universitaria diferente a la suya por ser mujer. Nunca sentí que conseguiría menos cosas que ellos.
Sin embargo, la edad adulta y la maternidad me han hecho ver las cosas de una forma diferente y percibir (los invisibles) techos de cristal, la desigualdad de género, la educación sexista, la violencia machista…

Claro que las cosas han cambiado mucho, alguien debería incluso explicarle a Paula que gracias al feminismo ella recibe sus honorarios en una cuenta corriente a su nombre (y no en la de Bustamante), y que puede votar, viajar y trabajar sin permiso de maridos o padres.

Pero la igualdad en la vida real, en nuestro día a día no existe, no es más que una etiqueta vacía. No se olviden de la educación sexista, bien arraigada en nuestra sociedad, y culpable sin duda de que muchas mujeres reculen a la hora de estudiar carreras técnicas (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) donde no llegamos al 20 % de matriculadas.La sangrante e inexplicable brecha salarial: en España las mujeres cobran un 23,25 % menos que los hombres, según el Instituto Nacional de Estadística. La maternidad, que penaliza a las mujeres en el mundo laboral: según la UE el cuidado de los hijos explica casi el 20 % de la inactividad laboral femenina, frente al 2 % de los hombres. La violencia machista: 45 mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas y exparejas en lo que va de año, 1.014 muertas desde 2001. Los abusos sexuales a mujeres: en 2016 se denunciaron 1.249 violaciones y 6.922 abusos sexuales.

La lista es mucho más larga, yo soy feminista aunque el término me resulte odioso, porque nos sobran los motivos.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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