Escrita en 1988, cuando todavía no se hablaba de despoblación ni se utilizaban términos como la ‘España Vacía’ o ‘Vaciada’, el escitor de Vegamián conseguía con su ‘lluvia amarilla’ conectar «con una parte muy intensa y profunda de la historia del Alto Aragón». Y es que la novela de Llamazares es, en palabras del presidente de la Diputación Provincial de Huesca, Isaac Claver, el texto literario contemporáneo relacionado con la provincia oscense «que más eco ha generado en el mundo».
La exposición ‘La lluvia amarilla’, en la sala de muestras de la Diputación Provincial de Huesca (DPH), fue inaugurada este martes de la mano del escritor, el ilustrador Antonio Santos y el presidente del organismo, a modo de homenaje, casi cuarenta años después de su publicación, a la novela homónima del leonés. Una invitación de forma artística para releerla y a rescatar la memoria de Ainielle, el pueblo deshabitado del Pirineo en el que está ambientada. Llamazares confesaba en el acto de presentación sentirse «muy agradecido por haberse encontrado con una exposición tan delicada y que envuelve al espectador».
Una selección de textos impresos, la lectura de diferentes fragmentos de la misma a través de la voz de José Sacristán, la proyección de cinco audiovisuales realizados por Eduardo de la Cruz y la reproducción del documental ‘Ainielle tiene memoria’, emitido por Crónicas de RTVE en 2007, y una secuencia de fotografías de Fernando Biarge entre 1975 y 1985 al inicio del recorrido forman parte de la muestra, visitable hasta el próximo 31 de marzo y que contará con actividades paralelas, como su traslado a Sabiñánigo o una conferencia a cargo del profesor Enrique Satué el próximo día 22.
A ello se suma, además, el taller titulado ‘Cartografía de voces’; de nuevo, en torno a la novela de Julio Llamazares. La iniciativa está destinada a públicos infantil, juvenil y adulto, tomando como escenario las bibliotecas rurales de la provincia de Huesca y con propuestas adaptadas al tipo de público que a ellas acuda. Todo alrededor de la historia de ‘La lluvia amarilla’, analogía literaria de la despoblación rural y llama que aún hoy mantiene vivo el recuerdo de tantos pueblos deshabitados y abandonados.