¿Qué mejor lugar para dejar vagar la imaginación que Babia?
Vino y modernas
La cabeza pensante, mitad berciana, mitad babiana, detrás de esta idea es Mario Tascón, al frente de la agencia creativa Prodigioso Volcán. Que recuerda con algo parecido a la añoranza (y digo parecido porque Mario es todo lo contrario a un melancólico, es un hombre de acción-creación) sus años de infancia babiana. Por allí estaban escritores como Noemí Sabugal, que presentó su nuevo libro infantil, y Carlos Fidalgo; por allí también la poeta y animadora cultural Silvia Aller, la escritora Ruth Prada, el escritor Óscar García Sierra, los editores de joyas literarias Ediciones Menguantes y yo. Por allí pasaron los de la bodega villafranquina Cantariña y uno de sus propietarios nos contó su experiencia de abandonar el Bierzo para estudiar fuera, hacer carrera y el regreso cargado de morriña para poner en marcha una bodega con las viñas centenarias de la familia. ¿Os suena? Sí, es el argumento de mi novela, pero es que debería ser el argumento de muchas historias de no ficción en nuestra tierra.
El antenista de Babia
Y Óscar García… Óscar no leyó de su novela, ‘Facendera’ (Anagrama), que acaba de publicar sobre la decepción de una generación joven en una ciudad agotada, es decir, de pasado minero agotado y arrasado como La Robla. Pues no, además de contarnos que de niño hacía listas de palabras en llionés junto a su hermana (lo que me recordó que yo tengo libretas llenas de palabras que le escuchaba a mi padre cuando hablaba con los agricultores), leyó el delicioso ‘Romance de la loba parda’, que, a su vez, le leía su padre de niño muchas noches (padres, palabras en llionés y romances sobre el lobu, ya tenemos bastante en común). Yo leí un párrafo de mi novela ‘Pájaro del Nororeste’ (Alianza de Novelas) sobre el miedo. El miedo que descubrimos de niños, el miedo a las voces antiguas, a las leyendas, al Renuberu y a Culebrón de la Gotera.Y el ambiente se iba tensando, iba creciendo, se iba extendiendo.
Y el patio llenándose. Habría alrededor de ciento veinte personas. Y se tocó el acordeón y se bailó. Y alguien, un paisano mayor de la zona, dijo: el calecho se armaba antes de la cena, el filandón después. Y el día anterior alguien otro paisano de la zona, había contado la historia del antenista de Babia, que cuando llegó la televisión al valle, se subía encima de los tejados y movía las manos en el aire en busca de la señal. Una especie de zahorí de las emisiones. También contaron la historia de otro que había tenido un lío con un narcotraficante. Y empezaron a salir historias surrealistas, totalmente babianas, totalmente en Babia. De eso se trataba, de despertar nuestro amor por las historias. ¿O no?
Bienvenidos a Estar en Babia, el estado mental y la comarca.