"Esta sociedad se formó con el dinero y el trabajo de los socios"

Ángel Muñiz habla de su experiencia como presidente del Hogar Leonés de Bilbao, de la historia y los cambios de esta casa de cultura y de las fuentes de financiación a la hora de desarrollar sus propuestas y actividades

Camino Díez Llamazares
14/02/2023
 Actualizado a 14/02/2023
Ángel Muñiz, presidente del Hogar Leonés de Bilbao.
Ángel Muñiz, presidente del Hogar Leonés de Bilbao.
En un estrecho callejón del Casco Viejo bilbaíno, muy cerca de la ría y rodeado de las siete calles que bautizan el centro histórico, todo paseante puede toparse con un trocito de León: la segunda planta del número dos de la Calle Nueva acoge el Hogar Leonés de Bilbao. Puesto en marcha en 1930, el espacio ha funcionado desde entonces como un lugar de encuentro para leoneses trasladados a la capital vizcaína y como un punto de promoción de la cultura leonesa en territorio vasco.

Biblioteca, aula de actividades y cafetería conforman el interior de este rincón, cuyo salón principal, además de contar con el servicio de hostelería, concede al asistente unas vistas de lo más envidiables. La panorámica tiene como protagonista la estación de La Concordia y el hecho no puede ser más poético. Muchos de los socios que hoy pagan la cuota del Hogar Leonés llegaron hace tiempo en el tren que tenía como destino esa parada de ferrocarril. Así lo asegura su presidente, Ángel Muñiz.

El hermano de Muñiz ya vivía en la ciudad cuando este se trasladó allá por los años sesenta. «Bilbao tiene sus ventajas a la hora de trabajar y estudiar», opina. Después de cursar Derecho en la Universidad de Deusto, trabajó una temporada en Santander hasta hacerse con un puesto en la Bolsa de Bilbao.

«Yo soy de León, de un pueblo que se llama Lois», aclara Muñiz y parece orgulloso. Habla de la Cátedra de Latín, que ya por el siglo XVIII revistió al municipio del presumible traje de la cultura y dotó a Lois y a sus moradores de un carácter del todo peculiar: «A los de Lois no les costaba dinero y podías ver a uno que era carpintero y que echaba sus parrafadas en latín». Quizá ese contexto cultural en el que creció funcionase como prolegómeno para su responsabilidad en una de las casas leonesas de cultura más antiguas. Desde su creación, no son pocos los cambios que ha experimentado el Hogar Leonés, presidido por el de Lois durante décadas. «A mí me gustan las cosas de León y me gusta divulgar y difundir», comenta. La sede de esta casa de cultura se ha ido transfiriendo de un lugar a otro de la capital vizcaína y ha llegado a contar con varios locales. Muñiz habla con cariño de uno en concreto: «En José María Escuza, teníamos nosotros cuatrocientos y pico metros, hacíamos baile y se cobraba a los que no eran socios; había mucha gente». La calle General Concha y Bidebarrieta fueron también escenarios escogidos para establecer este punto de encuentro entre leoneses. «Ahora sólo queda este», dice Muñiz del de la Calle Nueva y se le nota disgustado. «Estos locales y otros los hemos tenido casi que regalar porque el Ayuntamiento no los habilitaba para más actividades; estaban muy limitados», añade el presidente.Al Hogar Leonés acuden varias personas cada día a disfrutar de una tarde en la que la protagonista indiscutible es la baraja española. Naipes y tapetes acompañan a leoneses y leonesas que asisten al salón principal para competir por el primer puesto en el tute, el mus y tantos otros juegos. Aunque antaño sólo podían constar como socios aquellos que hubiesen nacido en León, hoy no es un requisito indispensable. El número total de miembros no alcanza los doscientos: «Ha bajado mucho, son socios familiares; es decir, el socio es el marido o la mujer y los demás tienen prácticamente los mismos derechos, salvo que no pueden votar». Como Muñiz, la mayoría de socios proceden de distintos pueblos de la provincia de León. La edad media de quienes juegan en el salón principal da cuenta de la vastedad de tiempo que muchos de ellos han residido en Bilbao. «Aquí gente joven no viene», añade el de Lois.Hubo una época en que el ambiente juvenil del Hogar Leonés de Bilbao era el que reinaba. Por aquel entonces, varios miembros de esta sociedad se reunían asiduamente para tocar la bandurria y otros instrumentos de cuerda y regalaban a los espectadores melodías populares que obligaban a sus piernas a echarse a bailar. «Aquí hubo una rondalla que tenía cuarentaicinco miembros y, de sus hijos, serán socios ahora cuatro o cinco», se lamenta Muñiz. Aquella rondalla, igual que el magosto para el que traían miles de kilos de castañas desde El Bierzo, son pequeños apartados de en su sección de ‘memoria’.Esas son tradiciones que dejaron de serlo hace tiempo, pero la casa leonesa de Bilbao ofrece otras actividades en la actualidad. Una de las que más público joven atrae es el ciclo de cine, celebrado bajo la oportuna etiqueta ‘León va de cine’. La próxima edición es la tercera de este festival, que presenta filmes de autores relacionados con la provincia y con cuestiones características de la misma, como la minería y la celebración de concejos. Todo ello, acompañado de ricas tapas de productos de León para disfrutar del buen comer y el buen hacer de los de esta tierra. Para Muñiz, el éxito del ciclo «fue toda una sorpresa».No es la única propuesta del Hogar. En su aula, son habituales las clases de taichí, memoria e informática. Una pantalla plana ocupa gran parte del espacio de la pequeña sala. A través de ella, los asistentes aprenden a retocar imágenes que capturan de las calles bilbaínas. Además, competiciones de lucha leonesa, semanas culturales en homenaje a León y su gastronomía o la creación de un espacio de bolos leoneses son propuestas elaboradas y llevadas a cabo por esta casa.La Junta Directiva y su presidente son los encargados de proponer las distintas actividades, cuyos gastos suelen correr a cargo de los socios y de las «subvenciones que pueda dar la Diputación de León». Al comenzar este año, la institución anunció el reparto de alrededor de 100.000 euros entre doce casas leonesas a nivel internacional. El Hogar fue la mejor parada y su dotación financiera superó los 20.000. La situación no ha sido siempre la misma: «Durante la pandemia, no hubo subvenciones». Hubo una época en que las competencias de gestión de las casas de cultura leonesa quedaron relegadas al departamento de turismo del organismo provincial: «Turismo no quería saber nada de nosotros porque no coincide en nada con la actividad que ejercemos, pero hemos estado ahí uno o dos años; de la noche a la mañana, nos pasaron otra vez al Instituto Leonés de Cultura».

Del organismo autonómico, Muñiz no quiere decir mucho. «La Junta de Castilla y León nos dio un año una subvención de 500 euros y tuvimos una discusión; querían exigirme que la Junta Directiva se declarara castellano y leonesa», relata. Muñiz se asentó en Bilbao en la década de los sesenta. El proyecto autonómico por el que se propuso crear la Comunidad Autónoma de Castilla y León se puso en marcha unos veinte años después de su traslado. Cuando Muñiz se fue de León, Castilla y León todavía no existía.

Lo que está claro para el presidente es que «esta sociedad se formó con el dinero y el trabajo de los socios». Lejos de la actividad política de las instituciones, aunque con alguna que otra ayuda económica. «Tengo más cosas que hacer que andar declarándome castellano y leonés», confiesa Muñiz, que no quiere entrar demasiado en materia leonesista: «Yo tengo mi pensamiento y, luego, que cada uno piense lo que quiera; a nadie le tenemos que decir lo que tiene que ser en su vida, lo que debe hacer ni lo que debe decir».

A Muñiz le interesa sobre cualquier otra cosa que su sociedad pueda seguir difundiendo las costumbres y tradiciones de la provincia de León, como ocurre con el resto de casas. Hace tiempo, las de ámbito nacional propusieron la creación de una federación que desarrollase un programa conjunto de actividades. «Cuando García Prieto estaba de presidente de la Diputación, creamos la federación; se entendía muy bien a las casas y llegamos a tener hasta 170.000 euros de financiación, pero después se empezó a recortar y se dejó en 70.000 euros para seis o siete casas», cuenta el director.

La pandemia tampoco ayudó a la puesta en marcha de la federación, pero el plan de su constitución parece seguir en pie. Muñiz ocupa el cargo de presidente en funciones y tiene claros sus objetivos: «A veces las autoridades piensan que somos unos frailes o unas monjas que sólo están para pedir, pero ofrecemos colaboración, actividades y un programa conjunto para toda España, que es lo que tenemos que hacer». La federación reuniría las distintas iniciativas de las casas leonesas en una programación que abarcase temas que pueden interesar a los socios y a la Diputación de León. «Cuando se hizo esta federación, todos los diputados de todos los grupos apoyaron la iniciativa», confiesa Muñiz.

Tanto el futuro de la federación como el del Hogar Leonés son inciertos. En un centro en el que la edad media de los socios superará los sesenta años y el dinero de sus cuotas es utilizado para financiar las actividades que se llevan a cabo, no es exagerado imaginarse que su futuro no es demasiado prometedor. «Yo recuerdo que llegaba el día de Reyes y aquí se daban regalos; ha habido hasta noventa niños que venían a cogerlos, pero ahora o se han hecho mayores y tienen sus amigos y su vida o se han marchado», dice Muñiz. El presidente adopta un tono afligido para terminar y sentencia: «Los centros tendemos a desaparecer».
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