La esencia de la amistad

El artista José Antonio Santocildes y la escritora Nuria Crespo nos sorprenden con esta danza mágica que surge entre el dibujo y el texto, entre los trazos y las palabras, para que todos podamos disfrutar cada semana de esta peculiar colaboración

Nuria Crespo
José Antonio Santocildes
14/09/2025
 Actualizado a 14/09/2025
La esencia de la amistad. | L.N.C.
La esencia de la amistad. | L.N.C.

Hay un rincón en nuestro interior en el que una delicada danza de corazones hace nido, encuentra hogar. Ese rincón no es un lugar cualquiera, sino uno que se construye lentamente, a fuego lento, sin prisas pero tampoco pausas. Es un refugio tejido con retazos de tiempo, sinceridad, vulnerabilidad y sobre todo amor, mucho amor, aunque no siempre lo parezca. La amistad genuina es un faro en la tormenta, un susurro que te recuerda a cada paso del camino que no estás solo, que alguien camina a tu lado, tendiéndote la mano, alzándote si es necesario, apoyándote, abrazándote, dándote calor y cobijo. Es un abrazo en el momento indicado, un gesto de ánimo cuando el mundo parece ponerse en contra, una caricia que reconforta, la risa que estalla sin motivo, el silencio compartido que no pesa, sino alivia.

Cuando una amistad es sincera, se convierte en un espejo que refleja lo mejor, lo peor y lo más frágil de ti. Un amigo verdadero es aquel que te sostiene en la derrota, pero que también celebra tus victorias. Es aquel que está contigo en las buenas, en las malas y también en las peores, recogiendo pedazos, recomponiendo sin juicio, sosteniendo en silencio, amando en la distancia, disipando tormentas, celebrando éxitos, sin celos, envidias ni críticas. Un amigo verdadero es aquel que conoce todas y cada una de tus cicatrices sin temerlas, mirándolas de frente, amándolas contigo, permaneciendo en el lodo a tu lado estoicamente, sinceramente, porque sabe tan bien como tú que forman parte del mapa de tu historia. Es aquel ante el que te puedes desnudar de todas las máscaras que cargas, de todos los personajes que te exiges.

Es aquel con el que puedes ser tú mismo, sin filtros ni disfraces. Aquel al que le puedes mostrar tu alma sin salir herido. Aquel con el que cruzas ríos, tiendes puentes, con el que atraviesas tormentas y subes montañas. Aquel con el que sobrevives a mil batallas, curtiéndote en inhóspitos desiertos y mares embravecidos. Porque la amistad genuina es más que una simple amistad, es un pacto tácito que responde a un llamado eterno, un pacto de estar cuando es necesario y también cuando no, en los días luminosos y en los más grises, cuando rías y cuando llores, cuando brilles y cuando te apagues.

Cuida a esos amigos del alma, a esos que son más que familia, esos hermanos de otra madre a los que nunca es necesario llamar. Esos que vigilan nuestros pasos, esos que siempre responden, que siempre están, a pesar de todo y de todos. Esos que te darían el mundo si estuviera en sus manos sin pedir nada a cambio. Esos que son un hermoso regalo que no se puede comprar ni mucho menos forzar, un tesoro que rara vez encontramos, una joya de la que pocos se precian de conservar. Esos que son calma, que son paz. Esos que no te dejarán solo en este caótico viaje al que por costumbre solemos llamar vida.

Porque la amistad verdadera no se busca, se encuentra, como el más codiciado de los diamantes. Esa clase de amistad es en sí misma un acto de valentía, porque requiere abrir las puertas del corazón de par en par, arriesgándose a ser herido pero confiando en silencio, arriesgándose a la pérdida pero confiando en la ganancia, arriesgándose al invierno pero confiando en el verano. Encontrar un amigo es como hacer realidad el más bello de tus sueños, porque ese amigo estará contigo en tus días más celebrados y en tus noches más oscuras. Aprende, pues, a soltar las amistades que te apagan, que te arrinconan, que te restan y te hacen sentir minúsculo en un mundo de gigantes, y abraza con todas tus fuerzas a aquellos que te recuerdan quién eres aun cuando ni tú mismo lo sabes. Ama con todas tus ganas a aquellos en los que puedes encontrar refugio en mitad de tus peores cruzadas. Y conserva para siempre a aquellos que celebran contigo, que ríen contigo, que viven contigo todas y cada una de tus hazañas. Porque la vida no se mide por los años que vivimos, sino por cómo los vivimos, por los corazones que tocamos y nos tocan, por las almas que acarician la nuestra mientras la música siga sonando.

Por tanto, protege, ama y cuida a esa amistad genuina que nunca pasará de largo. Celebra cada paso, cada sonrisa, cada lágrima, cada latido que os conecta en una silenciosa danza que nadie más puede escuchar, porque en cada uno de esos latidos reside la esencia de esa hermosa amistad.

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