En esa misma semana, este domingo, cumple 108 años otra leonesa nacida en la localidad berciana de Columbrianos, Antonia Gómez Buelta, que se convierte en la leonesa más anciana. Y, por suerte, con una lucidez mental envidiable, aunque tiene la movilidad "muy reducida". Cuando cumplió 104 años sus nietos ‘le regalaron’ una preciosa biografía que quienes la conocen, como los trabajadores de la residencia en la que ahora vive, dicen que es muy real. En ella afirman que Carmen, su abuela, es "es una persona a la que es imposible no querer” y esto lo consigue sencillamente siendo como es, sencilla, alegre, bondadosa, generosa, conformista y muy cariñosa".
Recuerdan sus nietos que, como la abuela Carmen les ha contado tantas veces,"su pueblo natal es Columbrianos. Sus padres, Eugenio y Manuela, como la mayor parte de la gente de esa época, se dedicaban a la agricultura. Tuvo tres hermanos: Rufino, Vicenta - y Julio.A este últimose lo llevó siendo muy niño, una terrible enfermedad a la que nuestra abuela lellamaba elMal de la Moda ( la gripe española)".
Con 9 años ya era pastora de 12 ovejas, se levantaba a las cinco de la mañana, y siempre con la misma capa y galochas Y siempre les habló la abuela de León de doña Rosalía, la maestra que le enseñó a leer y escribir, porque con solo nueve años empieza a dedicarse al pastoreo. Durante esta etapa de su niñez en la que ya trabajaba, no dejó de formarse, "ypor las nochesel Tío Esteban le daba clases a ella y a sus primos, de esa forma pudo completar su básica formación de escritura, lectura y cálculo". Dice mucho de la bondad de Antonia los motivos que la llevaron a hacerse pastora con 9 años, para ayudar en casa:"Unos amigos de su padre comentaron en el pueblo la intención de vender un pequeño rebaño de doce ovejas. Ella escuchó esa conversación y cuando llegó a casa se sentó en las rodillas de su padre, pidiéndole por favor que se las comprara. Le costó varios díasconvencerle, ya que su padre conocía el sacrificio y la dureza de ese oficio. Finalmente, se salió con la suya".
Fue pastora hasta los 16 años, cuando ya tenía 100 ovejas, levantándose cada día a las cinco de la mañana y siempre con la misma capa y las mismas galochas. "Cada mañana, con varios pastores del pueblo, pastoreaban en lo que ahora es La Rosaleda, Flores del Sil, La Martina, El Pajariel, el Monte Castro, etc. Cuenta Mi Abuela una anécdota que siempre escuchamos con atención: Mientras Lucas, uno de los pastores, narrabahistorias reales y cuentos -afición que parece ser que dominaba- todos los pastores le escuchaban. En una de esas ocasiones, mientras descansaban en el Castro, las ovejas se fueron alejando, hasta que una voz de alarma les alerta. Salieron corriendo y las ovejas estaban acorraladas por los lobos, muchas de ellas ya degolladas, aunque ninguna de las de nuestra abuela".
Era dura aquella vida y, casi exigida por su padre, dejó el pastoreo, vendió las ovejas y con lo que obtuvo ayudó a la familia en la construcción de la casa en la que después viviría. "La viga principal medía más de 13 metros y tuvieron que traerla entre dos carros de bueyes. De Rimor trajeron la madera, y de Las Fragas la piedra. Nos contabaque de esta misma cantera, se sacó la piedra con la que se construyó el Palacio de Astorga".
Cosía en casa e iba en burro al mercado a vender la fruta, patatas y hortalizas del huertoSu nueva ocupación pasa a ser el campo y la mayor diversión que recuerda Antonia es "dar paseos por el pueblo los domingos y algún que otro baile que organizaban unos músicos de San Juan".En uno de ellos conoció a Alejandro, su marido, que trabajó unos años en la MSP y después se dedicaron al campo, donde no les iba mal hasta que se cruzó la guerra en sus vidas. "Pasaron mucho miedo y nos contaba la abuela una historia que le ocurrió en la época en la que precintaron los molinos: Ante la necesidad de moler el trigo para poder hacer el pan, salió una noche hacia el molino de Villamartín, donde por la noche molían a escondidas de las autoridades. Tardó casi una semana en regresar a casa y durante esos días, cada anochecer su marido y sus hijos esperaban su regreso al final del camino del pueblo durante horas, temiéndose lo peor con el paso de los días. Ocurrió que el caballo en el que iba culeó, tirándola a ella y a las quilmas que llevaba llenas de trigo, al río. Fue capaz de sacar los sacos mojados y llegar finalmente a su destino. El molinero del pueblo le proporcionó un desván donde extendieron el trigo, pero tuvo que esperar varios días a que secara antes de poder molerlo y regresar a casa".
La guerra y el molino
Pasó la Guerra Civil, pasaron aquellos años grises y volvieron Antonia y Alejandro a sus afanes en el campo, donde su marido Alejandro, contaba, era muy exigente "que los surcos de sus huertas eran los mejor trazados del mundo y las sendas de acceso y canales de regadío, siempre limpias". Y la abuela también colaboraba, "iba en burro a cada mercado a vender la fruta, patatas, verduras yhortalizas que cultivaban.A su regreso,sus hijos siempre le salían a esperar al camino porque sabían que a ella nunca se le olvidaba comprar los bollos de crema que tanto les gustaban".
Además la abuela Antonia "cosía en casa" y el abuelo Alejandro "realizaba trabajos de carpintería". Y aliña sus recuerdos, que mantiene frescos y vivos, con anécdotas relacionadas con la llegada al Bierzo del primer ferrocarril, los primeros automóviles y las carreteras, la radio y la televisión. "Una vez jubilados, tuvieron la oportunidad viajar juntos y disfrutar como nunca lo habían hecho. Les encantaba contar los viajes que hicieron. Conocieron toda Andalucía, Galicia, Palma de Mallorca, incluso Ceuta, donde fueron sólo por recordar los años de servicio militar de nuestro abuelo".
Fue duro para ella perder a su marido en 1990, pero se recuperó y fue independiente hasta los 103 años, que ya era más complicado para ella arreglarse. "Temíamos mucho que no se fuera a adaptar a vivir en una residencia, pero su carácter y su bondad le ayudaron a integrarse" y "ahora dice que le parece llevar toda la vida viviendo allí".
Dicen sus nietos que es una persona "dependiente" pero sólo en lo físico,en todo lo demás sigue siendo independiente y cercana, capaz de recordar toda su vida, de contársela cuando se lo pide para que "la recordemos y hayamos podido regalarle su propia biografía". De conversación amena recuerdan en su residencia que le impactó el reportaje del leonés Pacho Valbuena, que con 100 años sigue conduciendo cada día su R 18, otro caso extraordinario de lucidez y condiciones físicas. "Como tiene que ser", dijo la abuela de León, título que no puede tener una portadora más digna.