El electricista que tocaba los cables para ver si llevaban corriente

Juanito fue uno de los tipos más singulares y de mayor fortaleza, valentía y vocación de ayuda;y forjador de la mejor convivencia

04/05/2025
 Actualizado a 04/05/2025
Juanito en una de las reuniones con colegas en el monte para degustar un cordero a la estaca.
Juanito en una de las reuniones con colegas en el monte para degustar un cordero a la estaca.

Llegó el apagón... y se acabó el mundo. Bueno, no en todas partes,  y con todos los respetos para atrapados, comercios y demás, en buena parte de la provincia —la olvidada— fue un momento para recordar que cuando les ocurre a ellos, con relativa frecuencia, no se acaba el mundo. Y surgieron en las conversaciones figuras inolvidables, como aquellos trabajadores de las empresas eléctricas —León Industrial, fundamentalmente— que tenían a su cargo el «suministro» de un buen número de pueblos y de su profesionalidad y entrega dependía tener luz cada noche.

Surgían muchos nombres, El Pesca, Octavio, Jesús ‘padre’, Manolo Cuesta... y tantos otros. Pero en el recuerdo siempre aparece la figura de Juan Canseco, Juanito, el encargado de la cabecera del Torío y un personaje, más allá del oficio, tan inolvidable como irrepetible. Se recordaba su nombre,  lo hacía por ejemplo Manolo Cuesta en una reciente entrevista, por una circunstancia muy particular:tenía graves problemas de vista, usaba unas gafas de aquellas que llamaban ‘de culo de vaso’ lo que le dificultaba su trabajo pero su fortaleza y resistencia, una de las características de Juanito, era tal que para abreviar «tocaba los cables y así comprobar si llevaban corriente».

Juanito fue de aquellos electricistas que no dudaba en plena madrugada, en mitad de una nevada, en recorrer los postes del tendido, uno a uno, hasta encontrar la avería   

Recordaba Cuesta que la última vez que lo encontró —ya jubilados los dos—estaba ayudando a un familiar en un restaurante «y ponía los cables a centímetros de los ojos». 

- Juan, como te de un chispazo, a esa distancia tan corta.
- ¿Qué me pasará? Ciego no me va a dejar. Ya casi lo estoy. 

Imagen juanito
Con Ángel Recio arreglando el repetidor aunque no era de su «competencia».

Esta circunstancia no le impedía ser uno de aquellos ejemplares trabajadores que ante un corte de luz se levantaba a las tres o las cuatro de la madrugada, a la hora que fuera, en medio de una gran nevada, e iba recorriendo los postes de la luz en busca de la avería. Su fortaleza, su valentía y su vocación de servicio eran a prueba de bomba. Al margen de sus ‘competencias’ nunca se escondía a la hora de subir al repetidor de la televisión... o lo que hiciera falta. 

Tenía además una capacidad muy necesaria hoy, crear muy buen ambiente, fomentar la convivencia... Nadie hacía los corderos a la estaca como él y los aliñaba además con un mejunge secreto que él mismo creaba. No se sabe si ha dejado la fórmula a alguien.

Hay un dato que habla de ese espíritu de concordia. Como vecino de municipio de Cármenes, en la frontera con Asturias, ‘patentó’ un saludo que repetía cada mañana al llegar al bar:«Hole buenes», en una jerga asturleonesa que integraba a todos los presentes pues añadía «a los de Madrid también». Y en el mes de agosto siempre saludaba recordando «que día surte hoy». (Los surtimientos son una tradición local para predecir el tiempo de la que era creyente). 

De su valentía, a veces casi temeraria, dan cuenta no solo las salidas en solitario en medio de las nevadas a buscar las averías. Era un excepcional esquiador —habilidad que también aprovechaba para su trabajo— pese a que sus problemas de vista le avisaban de los obstáculos cuando ya los tenía demasiado cerca; pero se arreglaba para sortearlos.

Y hay un hecho, tal vez algo escabroso, que incide aún más en su carácter. Hubo unos años en los que algunos suicidas eligieron la práctica de tirarse al profundo Pozo de los Pontedos, del que siempre existió la leyenda (real por otra parte)de que hace remolino y traga a quien cae allí. Y lo hacía a quienes allí decidieron quitarse la vida.

Imagen Juanito y Julia
Juanito, con su inseparable Julia, nada hubiera sido posible sin ella

¿Y quién se atrevía a bucear aquellas peligrosas aguas? No hace falta explicarlo, Juanito el electricista, un tipo muy difícil de olvidar.

Su memoria permaneció viva en el tiempo pues sus muchos amigos se reunían el día de San Juan para, como él mismo les pedía, celebrar una comida en su honor. Sin sus corderos a la estaca, sin su mejunge... pero con su imborrable recuerdo. El problema es que muchos se han ido: Ángel el cura, Don Salcedo, Jose Trapiello (que se fue a las misiones), los colegas electricistas, Quintanilla, antes Montanel... y tantos otros.

Quienes le conocieron de cerca saben que nada hubiera sido posible sin la complicidad de Julia, tal para cual, tanto que cuando uno se fue él otro le siguió.

Ya han pasado bastantes años; por ello a los más jóvenes les cuesta entender cuando alguien entra al bar y saluda con un extraño «hole buenes»; que es tanto como reverdecer la condición de inolvidable de Juanito, el electricista que tocaba los cables para ver si llevaban corriente. 
 

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