Una de las ‘ventajas’ –entre comillas– de las
nevadas es que posan las miradas de los medios de comunicación sobre nuestros pueblos, los visitan por unos minutos y descubren el filón de los paisanos espalando, recordando algún refrán o las vacas atrapadas en la nieve, venados al lado de la carretera... pero para la mayoría de los vecinos la vida sigue, en sus casas de piedra, al calor de la chimenea, atentos a las faenas diarias o a salir al panadero quienes no las tienen.
Bella puso la mirada sobre el
Valle de Valdeón. Se sumaron las noticias allí: programas de la tele, récord de frío,
presencia de la UME...
Pero la vida seguía y la buscamos con vecinos que la vivieron desde dentro, con diferentes miradas, como la de los montañeros
Isidoro Rodríguez Cubillas (vecino de Soto de Valdeón) que estuvo acompañado de sus inseparables
Ana Isabel Martínez de Paz y
César de Prado; con la mirada del alcalde,
Tomás Alonso, que sabe que éste es el momento de estar a pie de obra; con el panadero,
Talí, siempre a pie de obra, como viene en la genética del oficio para que su coche pite hasta en el último rincón del valle; con matrimonios como los de Segundo y Erminda, de
Los Llanos de Valdeón, que rondan los 90 y rezan por lo mismo que casi todos: «Mientras no haya enfermedades... la nieve siempre existió».

O con los ganaderos que tienen en estas nevadas trabajo extra para llevar a sus vacas y caballos comida pues la ganadería actual es así, no se estabula. Alfonso y Manolo, de Santa Marina, ya habían acercado el ganado a praderas cercanas a sus casas y por allí les esparcen las ‘pacas’ de hierba para que coman. Quien no las tiene tan cerca rompe la nieve con el tractor, como Ismael y Juan Ramón, de Cordiñanes, Aitor de Soto...La vida sigue.

‘Nuestros’ montañeros —Isidoro, Ana, César— son conscientes de que la nevada no es igual para todos, es lo que llaman el blanco y negro de la
nieve: «En la vida no todo es blanco o negro, las luces y las sombras son una constante en el devenir diario del ser humano. Y en las
montañas no puede ser de otra manera. La nieve, ese manto blanco que hace que nuestras altas cumbres se vistan con sus mejores galas, es motivo de alegría para unos y de zozobra para otros, sin olvidar que la nieve es la mejor despensa de agua para las épocas de sequía. El color de nieve depende de cuál sea el lado en el que nos encontremos».
Y saben bien quién, como ellos, disfruta de su mejor cara: «Montañeros, amantes de la naturaleza, niños —sobre todos los niños—, además de un largo etc., damos siempre la bienvenida a la nieve. Se puede decir que todos los años la esperamos con impaciencia ya desde finales de
otoño»; pero conscientes de que hay quien tiene otra visión, otra mirada: «Hemos oído decir hace ya bastantes años a las gentes de la montaña que, para ellos, en ocasiones, la
nieve es negra. Y lo entendemos, ¡cómo no! si lo estamos viendo cada día».
El alcalde,
Tomás Alonso, vecino de Posada, es consciente de que en las nevadas hay «que estar ahí. Mi teléfono y el de los concejales lo tienen todos los vecinos, sobre todo los más
ancianos y
aislados. Siempre contesto y siempre trato de buscar una solución, como ocurrió hace unos días con la solicitud de la presencia de la UME. La verdad es que yo no sabía nada de cómo funcionaba eso, llamé al delegado de la
Junta... en fin muchos trámites, incluso para desactivar el operativo, pero era necesario, las quitanieves ya no podían con tanta nieve».
Y lo que celebra es que no apareció el enemigo más temido, alguna
enfermedad que haga preciso montar algún operativo para evacuar. «No hubo problemas de salud, de momento, tampoco con el tema del
Covid, hubo hace unas semanas pero durante la nevada no».

Unas palabras del alcalde que corrobora
Ana I. Martínez de Paz, quien señala que «es muy tranquilizador presenciar en la plaza de
Posada de Valdeón la conversación entre Tomás, el alcalde, con Felipe Campo, teniente alcalde, en la que ambos ponían en evidencia el conocimiento preciso que tienen de la ubicación de las personas más sensibles por enfermedad o por la edad, para que se abran prioritariamente los caminos que llevan a sus casas, estableciendo de esta manera las prioridades más recomendables desde un punto de vista humanitario en la
limpieza de los accesos». Algo que explica el propio alcalde: «Hay pueblos, como
Cordiñanes o Santa Marina, en los que viven una veintena de personas; gente mayor, como
Ción la de
Caldevilla o
María la de Santa Marina, que están muy bien pero es oportuno estar pendiente de ellos; aunque este año con lo de la pandemia se ha quedado más gente en nuestros pueblos». Sobre lo que apunta Martínez de Paz: «La progresiva despoblación, lacra endémica de los pueblos de las montañas, y de cualquier
entorno rural, es un problema añadido en estas circunstancias de copiosas nevadas, aunque sean excepcionales» y recuerda tiempos no muy lejanos y difíciles: «Antaño, cuando el
valle de Valdeón estaba notablemente poblado, las fuertes nevadas confinaban a un aislamiento absoluto de sus pueblos. Los puertos de
Pandetrave y
Panderruedas, que son las únicas salidas
rodadas del valle, eran inexpugnables, y solo en casos de extrema necesidad, como un enfermo grave o una parturienta que presentaba un caso complicado, hacían que se formaran
cuadrillas de hombres, pala en mano untada de sebo para evitar que se pegara la nieve recién caída, que, ordenadamente y turnándose, avanzaban de forma rápida, abriendo una estrecha vereda entre las ingentes cantidades de nieve. Incluso hay quien recuerda que, en ocasiones, la nieve que seguía cayendo iba tapando a sus espaldas la traza que acababan de abrir, como ocurría con Penélope, que, obsesionada con el retorno de Ulises, destejía por la noche lo que acababa de tejer afanosamente durante el día». Un recuerdo de vida comunal cargado de esperanza: «En las situaciones más difíciles o complicadas, afortunadamente siempre ha aparecido lo mejor que tiene el ser humano, lo que nos colma de esperanza. La solidaridad se pone de manifiesto cuando está abriendo camino con la pala a la puerta de tu casa y aparece un vecino que, sin decir nada, se pone a palear a tu lado».
Y hablando de
solidaridad siempre se recuerda la labor de los panaderos, «nuestro
panadero, Talí, desafía todos los inconvenientes convirtiéndose en el único que transita como puede para llevar el pan a todas las casas, e, incluso, la panadera del otro valle, de
Sajambre, aparece por las estrechas calles de los
pueblos de Valdeón para repartir el pan, ya que según dice lleva una semana sin hacerlo».
Y la vida sigue, con un dicho muy repetido: «Nieve sí, pero no toda junta»