El superviviente

Por Bruno Marcos

23/08/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Fragmento de 'Los Caprichos' de Goya.
Fragmento de 'Los Caprichos' de Goya.
Siempre pensé que sería uno de los primeros en morir. Desde niño había sido enfermizo y pusilánime, siempre temeroso de todo. Los cambios me horrorizaban pero también la monotonía me parecía mortal. Y eso sin hablar de una clara hipo-condría que se manifestaba unos años con más intensidad que otros. Ahora lo veo claramente, hubo largos períodos de evidente depresión que siempre enmascaraba con pequeños contratiempos y sucesos insignificantes que mi tendencia a la tristeza agrandaba.

El caso es que llevo viviendo mucho más tiempo del que esperaba. Debo tener ciento veinte o ciento treinta años porque no me fío de la que se me dio de niño como fecha de mi nacimiento como no me fío, después de tanto vivido, de nada.

Una vez de joven aseguré en público, un poco a la ligera, que firmaría por llegar a los sesenta años viendo como veía tanta gente caer un día sí y otro también, incluso jóvenes. Los presentes se echaron las manos a la cabeza porque esperaban vivir mucho más. Hoy están todos los de esa reunión muertos. Sólo yo les he sobrevivido.

Y el caso es que varias veces he estado a punto de morir. Nadie puede vivir mucho sin haber estado cerca de la muerte en bastantes ocasiones: Accidentes de coche, imprudencias, golpes tontos o caídas, riadas o ventiscas, alimentos en mal estado, escapes de gas, atropellos, excesos, enfermedades… En una ocasión en la que unos grandes dolores insoportables me hicieron desear la muerte encontré el bálsamo que me hizo dejar de temerla tanto y pude verla incluso como algo positivo, una solución.

Así han pasado años y años como si fueran días, incluso horas o simples ratos… Todo igual, el presente igual que el pasado o el porvenir. En realidad en toda esta masa de tiempo en la que he existido no he hecho otra cosa que vivir en el presente. Por más que proyectemos el pensamiento hacia atrás o hacia adelante es sólo el hoy el que tenemos, da igual que hayamos sido Alejandro Magno y fundemos un mundo o el portero que ha visto pasar desde su puesto la vida de los otros. Evidentemente el hecho de haber vivido cosas es importante, da sentido y, sobre todo, intensidad a la vida, pero también ese sentido se diluye. Yo lo sé porque he visto muchas vidas apasionantes hundirse en el olvido cuando los que las protagonizaron desaparecían. La clave está en comerse el tiempo sin darle demasiada importancia, sin largas digestiones, vivir sin un sentido histórico y sin mucha memoria, columpiándose sobre el vacío y disfrutando de la velocidad del vuelo como un niño que no repara en la caída segura a la nada…

El pasado se va, uno lo entiende de mayor. Los criminales lo tienen claro desde jóvenes y por eso cometen barbaridades, porque saben que en el futuro nadie se acuerda apenas de nada, que dan igual las buenas acciones que los asesinatos, que todos son igualados por el olvido. Mi supervivencia arroja conclusiones demoledoras, cosas que no puedo decir porque incluso los mayores, los que tiene setenta u ochenta años no están dispuestos a admitir; y es mejor así, porque si las admitieran la mayoría de los mortales se arrojaría al río o se tiraría por la ventana.

Sobrevivir por sobrevivir, no sé si será curiosidad o simplemente rutina, la inercia de mi cuerpo y mi mente que no paran mientras todos los demás se van al cementerio.


Puedes oír algunos de los cuentos ‘Cronófagos’ (Marciano Sonoro Ediciones) leídos por sus autores aquí: CRONÓFAGOS.
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