¡El Santero!, limosna por bendición

El Museo Etnográfico de Riaño sigue recuperando piezas, estampas y también viejos oficios y personajes. El último ha sido ‘El santero’, aquellos ‘religiosos’ que recorrían los pueblos pidiendo limosna para alguna institución a cambio de una bendición

Fulgencio Fernández
09/08/2021
 Actualizado a 09/08/2021
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Los museos preservan la memoria de los pueblos y sus formas de vida. Y los etnográficos aún más. En la montaña oriental el Museo Etnográfico de Riaño viene realizando una intensa labor de acopio y muestra de fotografías, oficios, construcciones, costumbres, piezas... y personajes.

La última incorporación es un personaje ya perdido pero aún presente en la memoria de las gentes: El Santero. La prueba de que aún permanece viva su memoria es que una vecina de la villa del pantano: Maruja Macho, la histórica y activa hostelera riañesa: "Venían a menudo de diferentes lugares. Los últimos que pasaron por Riaño, allá por los años 50 del siglo pasado, procedían de Santo Toribio de Liébana y del Santuario de la Virgen del Brezo. Solían venir también de los monasterios de la ribera leonesa".

Así era la historia de los santeros. El propio nombre nos remite a su historia y oficio: "Persona que pide limosna en nombre de un santo", que es a lo que se refiere el ahora incorporado al museo etnográfico de Riaño, pues también se le llama santero a los sacerdotes de la santería y con carácter popular también a quienes fabrican imágenes de santos para iglesias y otros lugares de culto.

Pero en el museo han recuperado al de la primera de las acepciones, así lo explican en su nota pública: "Hombre que recorría los pueblos por tanto una imagen de un santo o de una virgen,recorriendo las casas pidiendo limosna para los centros religiosos que invocaban".
La religiosidad de nuestros pueblos ayudaba mucho en el viejo oficio del santero, que "pagaba" las limosnas recibidas "echando al donantela bendición del santo o virgen a la que representaban".

Algunos también le daban una estampa de la virgen o la imagen que portaban, generalmente en una hornacina.

Los santeros se desplazaban de pueblo, unas veces caminaban a pie y otras tenían un burro o, en el mejor de los casos, un caballo, que pocas veces llevaban "para no dar sensación de riqueza". Una historia que ahora se puede ver en el Museo Etnográfico de Riaño, gracias a la reproducción realizada por Pedro Luis González.
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