Vitoreados y aplaudidos por todos los presentes entraron los líderes César y Sebius, acompañados de su séquito. La euforia y el entusiasmo invadían las gradas, repletas de astures y romanos entregados que no esperaban otra cosa sino alzarse con la ansiada victoria. Unos, los romanos, para repetir el triunfo y consolidarse como los vencedores por segundo año consecutivo. Los astures luchaban por recuperar un título que lograron conservar durante varios años atrás. Objetivo cumplido.
Pintaba bien para las tribus bárbaras al principio, que como si fuera un presagio de lo que sucedería después, ganaron el primer juego, el relevo de literas, haciendo alarde de su poderío.
La segunda prueba la disputaron los astures y romanos más jóvenes. Una novedad con respecto a ediciones pasadas. Ayudados por el César y el caudillo astur, unos y otros tiraron con todas sus fuerzas de la soga, que finalmente se inclinó en favor de la civilización del Antiguo Imperio.
Y otra vez en tablas. El empate lo rompieron las valientes ‘amazonas’ y sus tiradores, que corrieron veloces por la arena. Después de una ardua lucha fueron los astures los que se alzaron con la victoria.
La grada estaba ya sedienta de sangre. Aprovechando ese momento saltaron a la arena los gladiadores del Bergidum Flavium. Los luchadores demostraron estar bien entrenados para la batalla, peleando con fiereza y sin tregua, hasta la muerte.
El parón permitió a competidores y aficionados tomar aliento para la segunda parte del Circo. Empezó fuerte. Y es que, en la primera prueba los participantes se jugaban 15 anillas, esto podría desequilibrar la balanza a uno u otro lado. El circuito se realizó por parejas de los dos bandos, finalizando con la búsqueda de las anillas bajo el agua. El juego concluyó con la victoria romana, con ocho anillas frente a los astures, que consiguieron seis.
Le siguió la tradicional gymkana, una prueba de velocidad, técnica y precisión que estuvo reñida hasta el final, pero el triunfo viró hacia el lado de los romanos, que empezaban a distanciarse en el marcador.
Cada vez quedaba menos y los nervios, tanto en la arena como en la grada estaban a flor de piel. La siguiente prueba era de puntería. Los astures tiraban a la diana con la cara del César y los romanos con la de Sebius. Los conquistadores consiguieron ganar la prueba, pero los astures volvieron a poner de manifiesto su gran espíritu de lucha y, lejos de rendirse, echaron el resto en el último juego, que inclinó la balanza a su favor, recuperando así el triunfo que el año anterior les habían arrebatado los romanos.
El Circo Romano puso el broche de oro a una jornada llena de emociones en ’Astures y Romanos’, en la que también se celebró una boda, en este caso astur, y el pacto de Hospitalidad.