El
picamaderos negro o pito negro como a mí me gusta llamarle es un ave impresionante. Hasta hace pocos años relegado a los grandes bosques de árboles maduros de hayas y coníferas, en la actualidad podemos verle en una
mayor variedad de formaciones forestales. De hecho a pocos kilómetros de la capital hemos podido observar y fotografiar a estos preciosos pájaros carpinteros.
He fotografiado picamaderos negros en
Rumania, Suecia, y por supuesto en
nuestra provincia. La mayor parte de las fotografías que ilustran este reportaje han sido realizadas
en la montaña de Riaño.
Consumidor voraz de hormigas, y de toda clase de insectos y larvas devoradoras de madera, taladra los viejos troncos en busca de las galerías donde se encuentran, atrapándolas con su larga y pegajosa lengua.

Pero no solo se alimenta en los troncos de los arboles viejos y secos. También lo hace en el suelo, en busca de las preciadas hormigas. Del tamaño de una corneja, golpea con fuerza los troncos entre los meses de marzo y abril. Tal es la frecuencia de su martilleo, que suena en la lejanía como un redoble de tambores. Este sonido puede escucharse incluso hasta a dos kilómetros de distancia, con lo que se asegura que otros congéneres de ambos sexos le escuchan desde la lejanía. Su canto un tanto estridente, es un inconfundible «cri cri cri» que también se oye desde gran distancia y retumba en las laderas del hayedo o del robledal en el que habita.

Si algo caracteriza al picamaderos negro es
su capirote o penacho de un rojo chichón. La hembra mas discreta, luce una ligera mancha roja en la nuca. En vuelo, se diferencian del resto de los pícidos, en que vuelan con una
trayectoria rectilínea, en lugar de volar a trompicones.
El cambio en los usos forestales, la caída de precios de la madera en origen, y otros factores, han influido en este caso a favor de una especie, ya que muchos pinos de repoblación que hoy en día no se han talado, pasan a convertirse en
bosques propicios para la expansión de los picamaderos negros.