Sin embargo a Umbral esa presencia aun dolorosa le gustaba, miraba los chopos tristes de la orilla del Bernesga y pensaba que iguales los vería Quevedo desde su angosto calabozo e ideas poéticas le venían como al otro. Se preguntaba sobre las cosas que el río oiría al malhumorado clásico, aunque no encontraba al Bernesga muy interesado en los clásicos pues lo veía remolonear y no fluir como debiera directo hacia el ‘mar que es el morir’, como dejara decretado ese otro gran clásico nuestro, Jorge Manrique.

Aun así querían poner una placa conmemorativa de sus sufrimientos aunque no sabían dónde. ¡Qué cosas tenemos en España! Ignoramos, encarcelamos, mandamos al exilio o, incluso, fusilamos a nuestros genios y luego investigamos sus horrores y acaso les ponemos una placa, una placa que se pone ya a su fantasma.
Todo esto me viene a la mente al leer en la prensa que se reunieron la semana pasada un comité de expertos para musealizar el parador nacional de San Marcos, a la sazón y como hemos visto prisión antaño de Quevedo y de muchos otros no hace tanto, ya que fue uno de los más grandes campos de concentración durante la guerra civil española. No sé si se acordarían del detalle de Quevedo y de los sufrimientos de los otros miles de presos en esas reuniones, si decidirían musealizar sus tragedias, sus angustias y torturas, ponerles unas placas conmemorativas, o una sola placa que englobe a todo el parador fantasma.