Los adjetivos que van añadiendo: el otro Julio Verne, el Da Vinci, sumados al inventor del cine, te hacen sentir muy mal por no tener más idea de él que el vago recuerdo de un viejo reportaje sobre museos en la provincia en el que al llegar a Villafranca el nombre de Mariano Díez Tobar es el gran protagonista. Y después, el olvido. Y en esta tierra, el olvido. Y en otras, pues «el inventor olvidado» es el título de un reportaje del Diario de Burgos, en su tierra natal: Tardajos, donde nació en 1868 y, vaya en su descargo,sí le colocaron una placa de recuerdo en la celebración del 150 aniversario de su nacimiento y donde a su nombre añaden: ‘Precursor del cinematógrafo’, tal vez su invento más espectacular, pero no el único.
Su escasa biografía oficial dice que tuvo una carrera polifacética, marcada por la innovación en todos los ámbitos en los que se movió, y dejando una profunda huella en los colegios de Murguía (Álava) y Villafranca del Bierzo.

Para entender quién fue el personaje es bueno recordar algunos de sus inventos, además del patentado, recogidos de la documentación aportada en Tardajos para el homenaje citado: el ya apuntado cinematógrafo; el logautógrafo, una maquina para convertir la palabra en escritura; el iconoscopio,un aparato capaz de transmitir las imágenes de un lugar a otro; un reloj accionado con la voz, pues el padre Tobar estaba convencido del poder de la voz y, atención, una nueva lengua,una idea que desarrolló coincidiendo con la creación del esperanto, y él planteó una variante parauso científico, una preocupación suya pues el rotógrafo de curvas era un aparato pensado para crear curvas especiales pensando en su utilidad para ingenieros.
Basta repasar la lista para ver que han sido grandes inventos posteriores... pero el Padre Tobar vivió en el siglo XIX. También tenía el fraile ‘villafranquino’ —a gente así sí merece la pena reivindicar su vecindad— una vertiente social, como explicaba Eligio Rivas en un precioso reportaje en National Geographic: «Mariano Díez concedió numerosas becas puesto que su intención era expandir la educación a todas las clases sociales para que, en sus propia palabras, puedan estudiar los hijos del pueblo, los pobres y los que carecen de recursos».
El padre Tobar llegó a Villafranca en el año 1900 y además del Museo de las Ciencias Naturales también puso en marcha un Aula de Física.
Algunos de sus inventos fueron reproducidos o desarrollados por otros con su consentimiento, como es el caso del ellogautógrafo, un aparato capaz de transformar la voz en texto a través de una máquina de escribir. «Este mecanismo sería utilizado por la famosa firma italiana de máquinas de escribir Olivetti. Otro de sus inventos más originales fueron los relojes de cuerda que se cargaban a través de la voz o de los pasos de la gente. Uno de ellos funcionó durante diez años colgado sobre la pizarra de un aula».
Esa generosidad de la que habla fray Eligio es la explica la historia más llamativa, la del cinematógrafo y su relación con los hermanos Lumiere: En una charla de 1889, el padre Tobar ofreció la solución al gran problema, pasar de la imagen fija al movimiento. A la charla acudió el representante en España de los Lumiere, A. Flamereau, que al final de la conferencia mantuvo una larga charla con él. Y cuenta N. Sadurní en National Geographic que «muy poco más sabemos acerca de esa misteriosa reunión, solo que cuando el representante de los Lumière regresó a Francia hizo construir la máquina que años más tarde consolidaría a los hermanos franceses como los inventores del cine». Añade que no es extraña esta circunstancia pues «el padre Tobar siempre autorizaba a los asistentes a sus charlaspara que lleve a la práctica cualquiera de las ideas o conceptos por él expuestos».
¿Se aprovecharon los Lumiere del padre Tobar? Se sabe que le invitaron a la primera proyección del cinematógrafo que se celebró en Madrid el 13 de mayo de 1896, en los bajos del Hotel Rusia. Pero el sacerdote declinó la invitación.