Los primeros reconocimientos internacionales a la obra de Gaudí, llegaron de la mano del historiador del arte Nikolaus Pevsner, el cual, en su obra Pioneros del diseño moderno, en la primera edición en español de 1958, incluyó por vez primera a Gaudí (en anteriores ediciones solo se le menciona en las notas aclaratorias) «como el arquitecto más significativo del Art Nouveau, como que en efecto lo es Gaudí [y resalta que] alcanzó una liberación total en 1898, y sus primeras obras maestras ya completamente maduras fueron comenzadas en ese año y en 1900 […]. Es en la Colonia Güell y su asombrosa, fascinante, horrible e inimitable iglesia de Santa Coloma de Cervelló y el Parque Güell como concepción […] Gaudí recurre a azulejos rotos, taza y platos viejos para revestir un parapeto, los mismos materiales improbables que más tarde usará para los pináculos de la Sagrada Familia». Si fue Gaudí quien propuso un sistema que se consideró inédito –el trencadís–, otro arquitecto, el mencionado Sert (exiliado de la Guerra Civil en Estados Unidos), fue quien hizo hincapié en que «las formas de sus edificios, y especialmente las de los ventiladores, las chimeneas y las salidas de escalera de La Pedrera, (eso era) la verdadera escultura de Gaudí».
Tampoco se puede obviar que Le Corbusier fue el primero en abrir los ojos de sus contemporáneos, en lo que respecta al genio de Gaudí. En vida del prócer arquitecto ya se había construido la Robie House de Chicago (de F. Lloyd Wright) y el Pabellón del Espirit Nouveau de Le Corbusier, para la exposición de París de 1925, un año antes de la muerte de Gaudí. Fueron, pues, obras que crearon escuela, episodios iniciales de la arquitectura contemporánea; mientras que, según Oriol Bohigas (Gaudí 2002): «Es muy significativo que la obra de Antonio Gaudí no fue incorporada en los estudios y catálogos internacionales de la arquitectura moderna hasta que se superaron los dogmas fundacionales, las utopías del Racionalismo y el Funcionalismo…».


«Yo soy geómetra, que quiere decir sintético. Los del Norte [de Europa] no comprenden la síntesis y han hecho la geometría analítica […] Los mediterráneos son los únicos que han entendido la geometría y para hallarla hay que recurrir a los griegos». Este comentario aparece recogido por Isidro Puig Boada (otro de los «cuatro evangelistas») en su obra El pensamiento de Gaudí, y refleja bien a las claras el ideario del genial tracista. Pero donde mejor se aprecian las tres tendencias, legadas por Gaudí para la posteridad (postgótica, naturalista y geométrica), es en el Templo Expiatorio de La Sagrada Familia. Según Daniel Giralt-Miracle: «se inició sobre unos cimientos neogóticos […] adoptó formas organicistas en las columnas, arcos, cubiertas y torres, y culminó con unos pináculos que se pueden calificar de cubistas»; todas ellas soluciones únicas que Gaudí, más que imponer en una escuela stricto sensu, supo trasmitir a sus acérrimos colaboradores (maestros de obras y arquitectos) bajo una atmósfera intelectual y mesiánica.
José María Fernández Chimeno es Doctor en Historia (Historiador de Arquitectura) y escritor