–Son los músicos forasteros de ahí abajo, ¿sabe? –informa esta entrañable anciana de 93 años, mientras se cubre con una rebeca azul–. Dicen que han venido de todas partes del mundo –añade– y que estarán toda la noche con el pum-pum, pum-pum, pum-pum ese hasta el amanecer. Así llevan toda la semana, mucho tamboril y poca gaita –sonríe–.
Pero no me molestan. No se equivoca, junto al pueblo hay seis mil personas acampadas, de cincuenta y seis nacionalidades. Se trata del Lost Theory, un elitista festival hippie de música electrónica. No es una rave ilegal, ni una cita internacional de deslumbrante elenco, esto es algo mucho más underground y excitante. Durante cinco días, noventa disc-jockeys descargarán toda su artillería en plena naturaleza virgen del parque natural de Batuecas.


–Esto es un aquelarre del siglo XXI en toda regla. Como los de antaño – comenta Emiliano Jiménez, el cronista local.
Sabe bien de lo que habla. Conoce como la palma de su mano el territorio, las leyendas y la tradición narrada por los más ancianos del lugar. Con su flauta y su tamboril aprendió de otros tamborileros las canciones narradas al fuego en interminables “seranos” celebrados en noches de invierno. Ahora, guiados por la música, atravesamos el bosque hasta el lugar del encuentro nocturno. No le sorprende que se estén proyectando sobre las montañas ciertos símbolos geométricos; son los mismos que aparecen en varios petroglifos de la Edad del Bronce grabados en varios puntos de los valles hurdanos; tampoco le sorprende la poética coincidencia de que en la pista de baile estén floreciendo unas plantas muy particulares.
–Mira, la planta de las brujas. Tan tóxica que no vale la pena intentarlo – comenta.
Es datura stramonium, un potente alucinógeno utilizado en los aquelarres desde la Edad Media. Los procesos inquisitoriales documentados, están plagados de confesiones sobre el uso de estas y otras plantas. Greg –un joven informático inglés que está sentado junto a las plantas– también las conoce. Pero el prefiere el contenido de una bolsita llena de cuadraditos de papel secante: LSD.
–¿Queréis? –pregunta mientras extiende la mano.
Mientras tanto, en la pista, las columnas de altavoces descargan miles de vatios de sonido limpio, preñado de matices psicodélicos que quiebran la conciencia si se le presta atención y espíritu. Al fondo, los generadores diesel funcionan al borde del infarto alcalino. El sacerdote oficia el ritual desde su altar, una cabina de madera y latas. Banderas tibetanas delimitan el espacio del culto sagrado, y los adeptos se entregan por completo, con los ojos cerrados, como si estuvieran unidos por un hechizo invisible. Algunas chicas se desnudan bajo las estrellas con total libertad, saben que nadie va a perturbar su trance; no estamos en San Fermín, aquí la filosofía es otra.


–En otros países se facilita la presencia de un servicio de análisis de sustancias para evitar un susto y nosotros tratamos siempre de sacar de la fiesta a aquellos que vemos que han perdido el control; los llevamos a una zona aparte, un chill out, y nuestro personal especializado habla con ellos. No es necesario emborracharse a tope o tomar nada para divertirse, esa es nuestra filosofía– informa Walter.
En España este servicio existe desde que en 1997 naciera en Barcelona el colectivo Energy Control, dependiente de la ONG Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD). En Madrid comenzaron a trabajar en las primeras ediciones del FESTIMAD, con una caseta dedicada al análisis inmediato y gratuito de sustancias. Al principio, la gente desconfiaba de este servicio pensando que podría tratarse de Policía infiltrada, pero ahora, con la información puntual que arrojan desde su página web, los “consumidores responsables” –como ellos prefieren llamar a sus “clientes”– pueden informarse en tiempo real de la entrada en nuestro territorio de estas partidas adulteradas, además de otros pormenores.
Unos días después de la celebración, las entidades locales de turismo trataban de calcular el impacto económico del festival. La estimación determinó que los ingresos habían ascendido a más de un millón de euros, sólo en la zona, en toda España la cifra ha podido ascender a más de tres. Extremadura ostenta unas cifras preocupantes de paro estructural y juvenil, así que estos datos, sumado a la ausencia de conflictos, terminaron por despejar los primeros temores y replantearse la vuelta de éste y otros festivales que ya vienen en proyecto. Ahora ya nadie se atreve a poner en cuestión a la nueva gallina de los huevos de oro ni la vehemencia con la que defendía don Jesús la llegada del festival a Riomalo.
–Se han creado cientos de puestos de trabajo y dinamizado todos los comercios de la zona –informa Gervasio Martín, alcalde de Caminomorisco–. Imagínate, sólo el primer día se agotaron 600 barriles de cerveza y todo el agua de los supermercados. Los cajeros automáticos se quedaban secos a diario. Así que estamos deseando que vuelvan, y más si es con el civismo que han demostrado los extranjeros. Ahora el campo está más limpio que cuando llegaron –concluye.

Nada más alejado de la realidad. Se trataba de un joven italiano de 25 años. Aquella tarde, un paseante se había encontrado su ropa y las llaves en la orilla junto a su cuerpo sumergido. Llevaba alrededor de mes y medio en la zona de la Herguijuela y estaba practicando apnea, un peligroso deporte consistente en aguantar la respiración bajo el agua. El Seprona reconocía haberle visto días atrás en compañía de otros amigos en el mismo punto, a unos 5 kilómetros del lugar de la celebración del festival. Bomberos informó de que pensaban que el cuerpo no debía llevar más de una hora bajo el agua. Aparentemente nada tenía que ver con la fiesta. En el Anatómico Forense de Salamanca nos informaron de que ellos no lo relacionaban con el festival y de que se encontraban a la espera de los resultados toxicológicos en sangre.
Una semana después ya no queda ni rastro del festival y la vida rural ha recobrado su pulso normal. En la próxima luna entrará el otoño y con él las primeras lluvias. El río Alagón irá creciendo hasta cubrir por completo el campamento, y se lo llevará todo. Nadie que no estuviera aquí sabrá lo que ocurrió durante una semana histórica; nadie que no lo viviera podrá imaginar que aquí tuvo lugar un auténtico aquelarre del siglo XXI.