Los medios de comunicación recurren constantemente a epidemiólogos e infectólogos nacionales, algunos de ellos con puestos en la OMS o universidades extranjeras. Lo que extraña es que casi nadie dedique unas palabras a Gustavo Pittaluga, Sadí de Buen, Marcelino Pascua, Santiago Ruesta, José Estellés, Manuel Tapia, Agustín Ruiz Morote, José Mª Bengoa y tantos otros, que formaron parte de una generación truncada por la Guerra Civil. Tampoco debemos obviar el papel que desempeñaron la Junta para Ampliación de Estudios y la Fundación Rockefeller en la formación de médicos y enfermeras españoles en el extranjero, especialmente en la Escuela de Higiene y Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. En aquella época se crearon centros modélicos como el Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata (Cáceres), dirigido por Sadí de Buen.


Pascua era llamado «don Marce» por parte de sus allegados. Sus grandes amigos fueron Juan Negrín, Pablo Azcárate y Julián Zugazagoitia. La amistad con Negrín se inició en 1921, tras conocerse en la Residencia de Estudiantes, y su relación personal y política siempre fue muy estrecha. Con Pablo Azcárate formó el tándem de grandes embajadores republicanos en la Guerra Civil. En la década de 1920, ambos fueron funcionarios de los organismos internacionales de Ginebra y fraguaron una amistad que perduraría a lo largo de sus vidas. Pascua acostumbraba a pasar unos días de las vacaciones estivales en la casa que los Azcárate tenían en Villimer (León) y también lo hizo en 1936, aunque ya había regresado a Madrid cuando se produjo la sublevación militar contra la República.

En Valladolid, la familia de Marcelino Pascua sufrió duras represalias durante la guerra. Su sobrino Ángel, profesor de química, fue fusilado en mayo de 1937 y su hermano mayor Antonio permaneció encarcelado y más tarde internado en campos de concentración hasta su liberación en marzo de 1940, con la salud quebrantada. La familia sufrió el acoso franquista durante todo el periodo de la dictadura y no pudieron reunirse con Marcelino hasta 1959, en un breve encuentro en Biarritz, en el sur de Francia.
En el otoño de 1939, Marcelino Pascua se instaló en Baltimore y al lado de su maestro Lowell Reed fue profesor de estadística sanitaria e instructor en epidemiología de la Escuela de Higiene y Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins. Reconocido como uno de los mayores expertos internacionales en estas materias, en 1948 fue llamado a Ginebra para formar parte de la secretaría técnica de la recién creada Organización Mundial de la Salud (OMS), que tanto protagonismo ha adquirido en estos tiempos de pandemia.
La OMS nació como consecuencia de la Conferencia Internacional de Salud de las Naciones Unidas celebrada durante el verano de 1946, en la que se acordó unificar las tres organizaciones sanitarias internacionales existentes en aquellos momentos. Fruto de aquellas discusiones, se crearon dos organizaciones internacionales diferentes, la UNICEF, dedicada a la ayuda de la infancia de los países devastados por la guerra, y la OMS, financiada directamente por los gobiernos, que sería una organización de expertos con funciones de asesoramiento a los diferentes países en tareas de Higiene y Salud Pública.
Marcelino Pascua fue designado responsable de la División de Estadísticas Sanitarias del organismo. En Ginebra se reencontró con viejos compañeros de la Sociedad de Naciones, antiguos alumnos de su época de profesor en Baltimore y con su antiguo colaborador en la DGS republicana Santiago Ruesta, que formaba parte de la delegación venezolana. Desde su cargo y como secretario del Comité de Expertos en Estadísticas Sanitarias, el doctor Pascua organizó un gran número de reuniones de expertos y desempeñó un papel destacado en los trabajos de la Sexta y Séptima Revisiones de la Clasificación Internacional de Enfermedades y Causas de Defunción. Cuando abandonó el cargo, desarrolló en nombre de la OMS una incansable actividad viajera por los cinco continentes, asesorando en temas de Salud Pública y Estadística Sanitaria a los dirigentes de las nuevas naciones emergentes.
En 1951, España fue admitida en la OMS y Marcelino Pascua asistió discretamente desde la tribuna de invitados al discurso que a raíz del evento pronunció el director general de Sanidad franquista, su viejo rival José Alberto Palanca, quien reconoció más tarde que Pascua y la delegación mexicana fueron los únicos que no le aplaudieron. Ya jubilado, a requerimiento de las Naciones Unidas, en 1957-1958 puso en marcha en Santiago de Chile el Centro Latinoamericano de Enseñanza e Investigación Demográfica (CELADE), organismo que continúa existiendo en la actualidad. Retirado en Ginebra, escribió el tratado ‘Metodología bioestadística para médicos y oficiales sanitarios’, publicado en 1965 por la editorial Paz Montalvo, que fue libro de cabecera para una generación de salubristas españoles. Lo firmó con un escueto «M.Pascua», ya que era persona non grata para el régimen franquista.
Muerto el dictador, regresó a España durante unas pocas semanas de octubre de 1976, pero un cáncer de pulmón le impidió el retorno definitivo. Falleció en Ginebra el 12 de junio de 1977, tres días antes de la celebración de las primeras elecciones democráticas en España, y sus cenizas fueron lanzadas al río Ródano.
Marcelino Pascua permaneció en el olvido durante el periodo franquista y no ha recibido el reconocimiento que se merece como figura más destacada de la Salud Pública española del siglo XX. Parece que no son suficientes sus logros en la Sanidad nacional e internacional y su actividad política defendiendo la legalidad republicana. Solamente fue recordado durante la década de 1990 en los ‘Encuentros Marcelino Pascua’, celebrados en su memoria por los profesionales de Salud Pública españoles. Sin embargo, tampoco parece que en la actualidad el doctor Pascua suscite demasiado interés en nuestra sociedad ni en el ámbito profesional al que tantos esfuerzos dedicó.
Miguel Marco Igual es autor del libro ‘La injusticia de un olvido. El mundo de Marcelino Pascua (1897/1977), médico y político’, que ha publicado la Editorial UNED en colaboración con el Centro de Estudios de Migraciones y Exilios de la UNED.