Dos poetas llevan su 'visión comunicable' a la galería Ármaga

Alexandra Domínguez y Juan Carlos Mestre presentan una visión poética de mundos diferentes y con técnicas variadas con el gran objetivo de dejar huella en su diálogo con el espectador

Vicente García
20/04/2024
 Actualizado a 20/04/2024
Imagen Alexandra y JC Mestre en la sala
Imagen Alexandra y JC Mestre en la sala

Dos autores que han pasado en numerosas ocasiones y con rotundo éxito por la galería Ármaga, dos autores generosos que ofrecen sus mundos poéticos a quienes deseen entrar en ellos por la vía de la mirada mostrando esa huella que de seguro va a impactar a quienes la contemplen y disfruten.

 

Imagen Alexandra Domínguez ante su obra dedicada al poete Saint John Perse
Alexandra Domínguez ante su obra dedicada al poeta Saint John Perse. | VICENTE GARCÍA

Alexandra Domínguez se nos presenta modesta ante la vitalidad de su obra, unas pinturas sobre papel en las que desgrana su técnica y el colorido suave de los bloques y líneas con diferentes pigmentos. Alexandra es pintora y poeta, aunque en realidad ambas cosas son lo mismo y para comenzar a hablar con nosotros recurre al poeta surrealista René Char quien, como ella recuerda, dijo: «un poeta debe dejar huellas y no pruebas porque solo las huellas nos hacen soñar y he seguido durante toda mi vida el rastro sigiloso de ese pensamiento y he concebido la creación y la escritura del poema como el oficio de una delicada pasión. He creado mi obra en esa búsqueda, siguiendo el rastro hacia lo desconocido, hacia lo misterioso, hacia lo precario, que habita en mi pintura, mis dibujos y también mis poemas. 


Yo creo que todo artista tiene que asumir algún desafío por humilde que éste sea y he iniciado ese viaje inspirado hacia lo desconocido, hacia lo misterioso, con la voluntad de ser capaz de combinar consciencia que devenga también en belleza porque la belleza sigue siendo el lenguaje del porvenir.


De alguna manera yo también en este desafío he decidido desconocer o ignorar el discurso de ciertos saberes o el saber objetivo del conocimiento como una forma de resistencia también ante la jerarquía, y para dejar que sea la imaginación, la intuición y el azar lo que me guíe en el desafío también de lo real para construir un nuevo mundo imaginario un mapa espiritual para todos aquellos que vagan por el aire sin tener la casa de sus revelaciones.


Yo pinto las piedras, grabo la sombra de las piedras, dibujo el silbido de los animalitos en los bosques imaginarios, pinto las palabras dibujadas que se han oído a los antepasados y el poeta también me ha prestado sus símbolos. Hago manchas con el pan amasado de las voladoras de la cruz del Sur. Hago arquitectura con los palitos que deja el temporal en las riberas del corazón. No hay nada más sencillo que la cima de las emociones humanas y las líneas no son rectas porque creo que desobedecer sigue siendo una manera elegante de protegerse contra el autoritarismo.


Todo esto que cuento lo contaban los antiguos persas, los mayas, los recolectores de piñones en la frontera de la nieve».


Sobre su técnica dice: «No soy muy consciente respecto a la técnica, porque en el desarrollo de la obra en la soledad del taller y para mi la pintura es el único territorio en el que somos verdaderamente libres, porque como ciudadanos tenemos responsabilidades. Entonces yo me dejo guiar también por el azar y en ese azar aflora lo imaginario, todo aquello que está también en la voz de los antepasados en las culturas primigenias y no pongo resistencia a todo lo que escucho en lo más profundo de mi conciencia».


Presenta aguafuertes intervenidas con acrílico, con ceras, con lapiceros, todo lo que pinte. Finaliza con una afirmación sobre una de sus obras: «El poeta me presta sus símbolos y en este caso para el cuadro en lienzo el poeta es Saint-John Perse, y este cuadro es la celebración del Universo, de todo lo que existe».


Se encuentra muy agradecida a Marga y su galería Ármaga y espera que su obra pueda dialogar con todos aquellos que la contemplen.

 

Imagen JC Mestre ante uno de sus cuadros
Juan Carlos Mestre ante uno de sus cuadros. | VICENTE GARCÍA

Juan Carlos Mestre, en cambio, es un bardo del siglo XXI. Siempre poeta, en lo que escribe, en lo que pinta y en todo aquello que nos cuenta escuchando a Satie mientras a nuestro alrededor contemplamos cuadros en diferentes formas: rectángulos, óvalos, círculos, así como creaciones tridimensionales como libros de objetos o seres míticos elaborados con objetos desechados. Comenta así la obra que presenta y nos rodea: «Si el olvido es la zona equivocada de la memoria, más erróneo es olvidar el pasado de las ensoñaciones críticas de las formas de la utopía. Quiero decir que la pintura es el recuerdo, la memoria activa de las hipótesis visuales de ese territorio que donde termina la realidad comienza la imaginación». Eso sería en esencia ¿De dónde proviene? «Toda esta propuesta estética es una manera de entender el pensamiento como misterio dentro de una estética que dialoga con aquello que en mi formación tiene que ver con los presupuestos teóricos de quien ha sido mi maestro en casi todo en la vida, al menos en aquello que pudiera tener algún valor, Antonio Gamoneda, su propuesta de desafiar los falsos límites de los géneros me ha acompañado y me ha incitado siempre en mí a transitar una serie de inquietudes que yo tenía en mi pensamiento respecto a los falsos límites que existen entre la pintura, la poesía, la música, el arte, el grabado. Todo forma parte de un mismo y único acto de conciencia que es el de desobedecer los límites de la realidad y cruzar al otro lado del territorio de las ensoñaciones. Así como la poesía son hipótesis verbales lo que propongo aquí son hipótesis visuales, para entender el mundo, no el mundo obvio de la realidad sino la otra zona invisible pero habitada también por el pensamiento de las cosas.


Estos libros contienen una pequeña arqueología del saber, lo que va quedando después del uso de las cosas, pero cargado de una profunda significación, de memoria, la memoria por ejemplo del libro de los venenos, la experiencia alucinada con la que uno puede penetrar a través de las sustancias de la imaginación, los lapidarios de Gamoneda, los territorios abstractos, la conmovedora melancolía del paso del tiempo, el lugar de la inexistencia habitado fundamentalmente por una profunda razón del ser filosófico, el lugar donde el pensamiento se convierte en una sustancia indestructible.


Los objetos que presenta tienen una cierta vinculación con lo sagrado, las sustancias que curaron la enfermedad, los hallazgos arqueológicos, los juegos de la memoria de la infancia elevados, no a una categoría superior de significación, pero sí a la sostenibilidad del pensamiento de las cosas que han adquirido la voluntad e incluso ese poder no relacionado con la fuerza sino con la delicadeza de lo que jamás deja una vez que es útil para la civilización, para la vida cotidiana lo que significó como objeto sagrado para alguien en algún momento de su vida, rescatado de ese lugar donde brillan como objetos en la oscuridad, es decir, son libros que no están escritos con palabras, sino con los objetos que dieron nombre o razón de ser a las palabras en la utilidad de las estéticas. Toda estética es a su vez un acto ético y hay una ética del reciclaje, el reciclaje como sostenibilidad».


Acerca de como compaginar dos dimensiones con tres responde: «no compagino nada, coordino contradicciones es una manera de decir aquello que pensaba Lorca que la poesía existe cuando dos palabras que no estaba previsto que se encontraran, azarosamente se vinculan para generar un tercer significado, aquí no se trata de evitar las contradicciones ni imponer tampoco nuestro pensamiento a la ordenación de los objetos, sino que los objetos que pueblan el mundo desordenen de alguna manera la manera canónica y ortodoxa de mirar las cosas que nos rodean, las cosas que cotidianamente forman parte de nuestra existencia, no son cosas muertas, no son trastos, están esperando, como todo aquello que ha sido olvidado, volver a la luz de la significación, alargar el tiempo de su valoración».


Mestre es una persona dedicada a la poesía de la palabra, aunque en esta exposición presenta imágenes y le preguntamos cómo une ambos modos de expresarse y su contestación es como sigue: «Del arte no se puede esperar ninguna otra cosa que no sea la compañía del milagro, el milagro como un suceso inesperado, que sea una puerta abierta no hacia el conocimiento ni hacia ningún grado de saber, la poesía, el arte se resiste al saber. Si no en todo caso una huella sobre la que puedan caminar otros para entrar en el territorio creativo de su propia imaginación. Una incitación ¿A qué?, las incitaciones, invitar a alguien en un espacio que no sea el suyo es un acto de tremenda pretensión. En todo caso es una invitación a entrar en el lugar imaginario que todos reservamos en lo más profundo de nuestra conciencia y que es un don que tienen todas las personas».


Alexandra y Mestre han iniciado y finalizado sus manifestaciones sobre las obras que presentan en la exposición con una expresión: «dejar huella» y eso ha de ser el objeto principal de toda su obra proyectada hacia los espectadores con quienes van a dialogar desde los cuadros que vemos colgados de las paredes de la galería Ármaga hasta el día 12 de mayo del presente año.

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