Después de después de la guerra

Bruno Marcos escribe sobre 'La lucidez de la mirada', exposición del histórico fotógrafo de la posguerra española Català-Roca en El Palacín

Bruno Marcos
17/04/2024
 Actualizado a 17/04/2024
Baños de San Sebastián en la Barceloneta. Barcelona 1952. | CATALÁ-ROCA
Baños de San Sebastián en la Barceloneta. Barcelona 1952. | CATALÁ-ROCA

Ver exposiciones de fotografía es siempre observar imágenes de un tiempo desaparecido. Esto conlleva melancolía. Decidirse a ir a contemplar unas cuantas fotografías a una sala de muestras es aceptar poner en suspenso por unas horas el presente para atender a fragmentos del pasado, a instantes congelados. 


Las fotografías no son como las películas que, aunque sean viejas, despliegan tal verosimilitud que parecen vivas, que se ponen a vivir cada vez que se proyectan y se vuelven presente. Por eso las fotografías documentan tan bien, porque al estar paralizadas atrapan una verdad, un momento al que le quitan el tiempo, el paso del tiempo. 


Aunque hay muchas decisiones tomadas por el autor como la luz, el encuadre, la composición, el ángulo o el momento, el espectador, ignorando todo eso, contempla la fotografía como una información auténtica de lo que ocurrió, atribuyendo a la realidad captada todo el interés o la belleza que posea. Es el documento que da fe, que no pasa, que no caduca.

 

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Paseo de Recoletos. Madrid, ca. 1955. | CATALÀ-ROCA

Las más de ochenta imágenes que presenta la muestra titulada ‘La lucidez de la mirada’ del fotógrafo Catalá-Roca (1922-1998), que se puede ver en el Palacín de León hasta el 16 de junio, documentan la vida de la España del franquismo. Muchas de ellas pertenecen a la década de los años cincuenta del pasado siglo, que habiendo sido tan sombríos sorprenden aquí llenos de vitalidad y luminosos. Ciudades populosas, plazas, desfiles, toreros, tranvías, guardias de tráfico, abundantes automóviles, la publicidad callejera que se encara fortuita e irónicamente a la autoridad ecuestre, largas filas de mujeres agarradas del brazo por la Gran Vía madrileña, los primeros turistas, las playas como lugar de esparcimiento hasta con monjas de paseo, hombres que piropean a señoras mientras pasan junto a curas de sotana, bares atestados, amaneceres de gran urbe entre la niebla, flamencos o niños harapientos en las afueras con fábricas humeantes en el fondo…


Es posible que la inesperada vitalidad que encontramos en estas instantáneas de Catalá-Roca sobre unos días de nuestra historia tan duros se deba a que retratan los años en los que nuestros padres o abuelos empezaron a comer, a que por entonces se acabó el hambre y empezaron a vivir. El racionamiento perduró oficialmente hasta mayo de 1952 y hay bastantes fotografías precisamente de ese mismo año. Se ha llegado a hablar de esa fecha como del final no oficial pero definitivo de la guerra civil que aún perduraba con los guerrilleros de los montes a los que, por aquel tiempo, el mismísimo Stalin recomendó que buscaran otras vías diferentes a las armas. Para que nos hagamos una idea, la década anterior fue la que retrató Camilo José Cela en ‘La colmena’, que apareció en 1951, sordidez, miedo, frío y miseria. Se abría pues, en la España que se ve en estas fotografías, un periodo de alegría si tenemos en cuenta, además, que también el mundo entero salía de la peor guerra de todos los tiempos.

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