Despedidas sin memoria ni velatorio

La tradición de esta tierra ‘manda’ reunirse en torno a los que fallecen, recordarlos, acompañar a la familia, pero tampoco ha podido ser, se han ido solos y en silencio, por más que bien merecieran un recuerdo

Fulgencio Fernández
12/04/2020
 Actualizado a 12/04/2020
Federico (Villadangos), la maestra Doralina, Juan Salvador Chico y el médico Antonio Gutiérrez.
Federico (Villadangos), la maestra Doralina, Juan Salvador Chico y el médico Antonio Gutiérrez.
Los velatorios formaron parte de nuestras tradiciones hasta hace nada, cuando se sustituyeron por algo parecido pero ya en los tanatorios. Los velatorios eran una forma de mitigar el dolor de los familiares y una forma de hacer justicia a quien se iba, recordando su vida, su andadura, sus anécdotas... de tal forma que la conversación derivaba en filandón y la que iba a ser una larga noche de dolor se convertía en mucho más llevadera.

La esencia de lo que era aquella forma de despedida y solidaridad con los más allegados también se la ha llevado por delante el maldito bicho. La gente muere en silencio, nadie se puede acercar, se supone que pronto serán cenizas y sólo tienen acceso al recuerdo y la memoria aquellos más conocidos, por mucho que todos merecieran un lugar en nuestra memoria. Gentes como Federico el de Villadangos, Dionisio el de Lavandera, Juan Salvador Chico ahora por el Bierzo; Mercedes de Dios, Visi Díez y Luis Rabanal en Riello; la luchadora Doralina y su aventura en el Colegio Rural de Gradefes, aunque natural de Navianos de la Vega; la excelente folclorista María Méndez, zamorana de Aliste pero sin raya para su arte... y tantos más, anónimos y olvidados por imposición de ese Covid 19, cuyo nombre no volveré a escribir, no lo merece.

A uno de los que se nos fue, el médico Antonio Gutiérrez, que tuvo más trascendencia por ser «el primer médico leonés fallecido» le escribieron sus hijas, que entre otras consideraciones y denuncias incidían en este aspecto del adiós sin  despedida: «Nunca podré (escribía una de ellas, Ana) perdonar la inhumanidad de no dejar a tus hijas estar a tu lado en el hospital, cogiéndote la mano y abrazándote fuerte. No poder acariciarte, ni darte el último beso de despedida...».

Este silencio cruel propicia el olvido de historias como la de Visi Díez, de Riello. El día que fallecía este periódico publicaba una sección titulada ‘Quédate en casa y cocina con Cuatro Valles’ en la que se proponía de segundo plato «fritada de ternera que en su día nos propuso Visitación Díez González, de Riello. Este plato se hace con ternillas de ternera...».

A buen seguro que sois muchos los que habéis pasado por Casa Visi, justo a la sombra de la iglesia. Fue una excelente cocinera, un personaje en el valle, una referencia ineludible su casa y, aunque nos ofreciera carne en este menú, su primer plato de patatas es de los que son difíciles de olvidar, que se lo pregunten a los hermanos del escritor Luis Mateo Diez, que aún hablan de ellas.

Riello ha sido un pueblo especialmente castigado, en estos días se han ido en silencio gente como Luis Rabanal, el padre del poeta Luis Miguel Rabanal, o la recordada maestra Mercedes de Dios de Dios, una referencia inevitable para todos los que pasábamos por el pueblo y queríamos conocer algo de la historia del lugar, de sus gentes. Una buena mujer, soltera, que en los últimos años vivió en residencias en León y jamás olvidaba sus largas conversaciones con Concha Casado, con la que coincidió en una de ellas.Había un pasaje que recordaba con pena, era maestra de Vegacerneja cuando los derribos de Riaño, duros para cualquiera, pero ella pensaba en que la misma espada de un pantano pendía sobre su tierra omañesa, condenada entonces a ser el siguiente valle anegado.

Maestro también había sido otro de los que se fue en silencio, Dionisio García, de Lavandera, y para todos los vecinos de la comarca de Matallana de Torío Don Dionisio, el director, pues ejerció ese cargo durante muchos años en el ‘cole’ de Matallana, donde su mujer también era profesora.

Estas palabras le escribían en el grupo ‘Matallana al día’: «Triste noticia invade hoy Matallana. Nos ha dejado Don Dionisio, gran profesor y mejor persona. Todo aquel que se haya encontrado en algún momento de su vida con él, tendrá grandes recuerdos para siempre. Era una persona que dejaba huella. Puede estar muy orgulloso de haber sembrado en cada alumno tanta admiración hacia su persona».

Sólo añadir algo que puedeilustrar mucho cómo era este maestro. Ya jubilado hacía muchos años, siempre llevaba chaquetas con grandes bolsos, uno de ellos lleno de caramelos, y a cada niño que encontraba, le conociera o no, le daba un puñado de ellos.

Sin salir del gremio, profesora en este caso, bien merece un recuerdo la lucha por acercar el mundo rural y el de la enseñanza de Doralina Fernández Rubio, natural de Navianos de la Vega y sin olvidar jamás que era hijo de labradores de aquel lugar.

Licenciada en Geografía e Historia no dudó en sumarse a aquella innovadora historia del Colegio Rural de Gradefes, una especie de FP de agricultura y ganadería. Allí estuvo 15 años al pie del cañón, no todos cobrados, hasta que la aventura fue «ahorcada», en palabras entonces de uno de sus creadores, el profesor y director del colegio Leoncio Álvarez; junto a gente como María Luisa, Delia, Poncho, Domnino... Hablar en aquellos tiempos (años 80) de Jornadas Ecoculturales era algo impensable. Y allí se hacía.

Hablando del mundo rural es buen momento para recordar a otro de los que se nos fue estos días, en una residencia de ancianos del Órbigo —Buenos Aires—: Federico, que se trasladó allí a raíz de la muerte de su esposa, Eustasia. Tardarán en olvidar en su pueblo, Villadangos del Páramo, sus dichos, su amena conversación y sus singulares refranes o reflexiones, como una que deja bien clara su escasa confianza en los gobiernos, daba igual cualquiera pues se lo aplicaba a todos, que recuerda su vecino Jesús González: «Con este gobierno no sabe uno qué hacer, siponerse a servir o meter criada». Escepticismo que llevaba también ‘a la mujer del tiempo’: «Dijo Monica, que posiblemente se acercara una tormenta».

El mundo rural, desde el campo de las tradiciones, tampoco olvidará a María Méndez, zamorana de Aliste, tierra de costumbres antiguas, de la que Chany Sebastián decía: «Asidua de los bailes y verbenas, siempre estuvo dispuesta a cantar una canción a todo aquel que se acercara al cálido tono de su voz».

Gentes de todos los campos. Leoneses de todo tipo que se fueron sin una de las tradiciones que marcaron su vida, el acompañamiento. Como Juan Salvador Chico, autor de autor de ‘Leyendas de los reinos de la meseta norte’, apasionado del Camino de Santiago, creador en el Instituto de la Robla de una propuesta metodológica de una asignatura optativa que se llamaría ‘Introducción a la Arqueología’ que no caló en el Ministerio pero sí en el recuerdo de sus alumnos pues una de ellas, Inés Diago, escribía: «Es tristísimo... Maestro, camarada, amigo... Gracias por enseñarnos tanto».

Precisamente de eso se trataba en este repaso, de dar las gracias a tantos que nos han dado tanto en los nombres de unos pocos que representan a muchos que se han ido estos días y a los que no ha sido posible decirles adiós, reunirnos en torno a ellos, hablar de sus recuerdos y sus enseñanzas. Son los tiempos.
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